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Adolescentes que comen mal o no comen: España ha 'renunciado' al comedor escolar en Secundaria

Adolescentes que comen mal, no comen, o lo hacen en soledad

Ariadna Martínez

5 de septiembre de 2024 10:07 h

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Vivian es una madre soltera a cargo de una hija de 13 años. Ambas viven juntas en una misma habitación en un piso compartido de Madrid. El día a día de Vivian consiste en salir de casa a las siete de la mañana y no regresar hasta las ocho y media de la noche. Trabaja realizando diferentes servicios de limpieza a lo largo del día y, nada más cruzar el umbral de la puerta, va directa a prepararle la cena a su hija, además de la comida del día siguiente. La joven, recién entrada en la adolescencia, comerá en soledad al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. “Yo le preparo la comida de tal forma que solo tenga que calentarla en el microondas y comer, pero ni así. Hay veces que no come o que dice que se le pasa la hora… Entonces tienes que estar el doble de pendiente de ella en ese sentido”, asegura.

Cuando estuvo en el colegio la beca comedor de Educo fue su “tabla de salvamento”, pero ahora ha pasado al instituto y allí no hay comedor. Este no es un caso aislado: el 83,3% de los centros de secundaria españoles no tienen este servicio, según el último informe publicado por la ONG Educo Vuelta al cole, ¿vuelta al comedor? Un inicio de curso difícil para la infancia más vulnerable y sus familias, que recuerda que la escasez de comedores escolares se da, además, bajo un contexto muy complicado: la cesta de la compra ha subido casi un 40% en los últimos 3 años.



El 54% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes

Las familias que tienen dificultades para llegar a final de mes han aumentado el último año hasta llegar al 54% de los hogares con hijos e hijas menores de edad, de las cuales el 28% reconoce tener “ciertas dificultades” y el 26% complicaciones severas. Casi un 10% más de familias respecto al año pasado se encuentran en esta situación de “asfixia”, sostiene la ONG.

Vivian y su hija llevan dos años sin comer pescado porque no se lo pueden permitir, pero no son la excepción: más de 550.000 niños, niñas y adolescentes y más de 333.000 hogares con hijos o hijas menores de 18 años no pueden costearse comer carne, pollo o pescado (o sus equivalentes proteicos) cada dos días. Se trata del valor más alto desde hace dos décadas.

“Una de las mamás de la Asociación Solidaridad Madres Solteras, pobrecita, fue al pediatra y él le dijo que su hijo tenía sobrepeso y que qué le daba de comer. Ella se lo explicó y él le dijo que 'eso no, que eso es comida chatarra', que no podía darle de desayunar, por ejemplo, una magdalena y dijo la mamá llorando: '¿y qué hago, si es lo único que me puede compensar para comprar en paquetes y no pasar hambre?'”, cuenta Vivian. Otra madre de la asociación, explica, tiene que sacar a su niño del colegio a la hora de comer, darle en la calle “cualquier cosa”, y esperar a la hora de entrada para volverlo a dejar e irse corriendo a trabajar.

Para las familias más pobres, con dos hijos o hijas menores de 14 años, el coste del comedor escolar supone al menos el 16% (una sexta parte) de sus ingresos, subraya Educo. Tan solo uno de cada tres solicitantes de beca, la recibe. Es decir, el 63,7 % de quienes la necesitan y la solicitan no reciben esta ayuda.



Los impactos en los niños y adolescentes

Pilar Orenes, directora de Educo, explica que el comedor escolar no sólo garantiza una comida saludable al día, sino que es también un entorno de protección y de desarrollo, donde los niños y niñas resuelven conflictos, y donde se relacionan con adultos de otra manera. “Es el comedor escolar y todo lo que ocurre a su alrededor. Esa es nuestra demanda: que sea considerado como parte de la educación, como parte del proyecto de centro. Y, como es clave, tiene que estar garantizado para todos y, en especial, en aquellos que están en riesgo de pobreza y exclusión”, añade.

La buena o mala alimentación tiene consecuencias en la capacidad para concentrarse, para memorizar, para razonar, y en el comportamiento en el habla.

Albert Arcarons Sociólogo y ex director del Alto Comisariado contra la Pobreza Infantil

Albert Arcarons, sociólogo y ex director de la Oficina del Alto Comisionado para la lucha contra la Pobreza Infantil (organismo que dejó de existir en noviembre del año pasado, con la creación del nuevo Ministerio de Juventud e Infancia), explica que los efectos de una política de comedores escolares van mucho más allá de la alimentación. La buena o mala alimentación tiene consecuencias en el rendimiento académico, que se manifiestan en la capacidad para concentrarse, para memorizar, para razonar, hasta en el comportamiento y el habla.

La ampliación del servicio de comedores en la secundaria podría prevenir un sinfín de situaciones de riesgo relacionadas con la adolescencia: “Sabemos que cuando los niños o adolescentes no acuden al comedor pasan más tiempo en su casa y no siempre todas estas casas tienen esta garantía de protección: a veces comen mal, poco, o en soledad. Hay más posibilidades de que, en vez de estar relacionándose con personas de su edad, pasen más tiempo con las pantallas. Se reducen sus posibilidades de socialización”, afirman desde Educo.

En el colegio estaba segura de que estaba comiendo variado, de que la estaban viendo comer, pero la adolescencia no la estamos llevando nada bien

Vivian, madre soltera de una adolescente de 13 años

Un solo año de diferencia, el que transcurre entre que un niño o niña pasa de sexto a primero de secundaria, puede bastar para poner patas arriba la vida de una familia: “En el colegio estaba segura de que estaba comiendo variado, de que la estaban viendo comer, y de que se aseguraban de que comiese lo que tenía que comer. Pero la adolescencia no la estamos llevando nada bien. Estos meses que ha pasado comiendo en casa he estado sintiendo muchísimo el cambio. Es el doble de trabajo”, lamenta Vivian. Se siente frustrada y antes no podía hablar de ello sin llorar en el intento. “Mi miedo es que yo estoy sola y que se me descarrile totalmente sería…”, comenta pavorosa.

Lidia Folgar, dietista-nutricionista especializada en psiconutrición y nutrición pediátrica, expone otros beneficios del comedor: “El efecto del grupo, de los iguales, es muy beneficioso a la hora de adquirir patrones dietéticos. Si hay una comida establecida y todas las personas comen lo mismo, es la mejor manera de asumirlo como una normalidad y no como una imposición”. El comedor también cobra un papel muy importante a la hora de detectar casos de TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria): “El personal puede identificar comportamientos alterados con la comida en adolescentes, algo que no ocurre en casa si comen solos o a una hora diferente que el resto de la familia, ya que se pueden esconder con más facilidad. Pueden identificar señales de alarma que permitan una intervención precoz con los trastornos alimentarios”, afirma la experta. Sólo un 3% de los adolescentes españoles, señala el estudio, disfrutan a día de hoy de un servicio de comedor escolar en sus institutos.

El primer paso: garantizar las becas a quien las necesite

Desde Educo hablan de mirar a largo plazo sin descuidar el corto. Señalan como destino final un modelo de comedor universal y gratuito (algo que ya se realiza en países europeos como Suecia y Finlandia), pero el primer escalón, el que más urgencia y atención requiere, es otro: piden como medida indispensable que los Presupuestos Generales del Estado para 2025 incluyan de manera urgente una nueva línea de transferencia a las comunidades autónomas para ayudas de comedor de 468 millones de euros que, cofinanciadas por las comunidades autónomas, garanticen el acceso al comedor escolar gratuito a todos los niños y las niñas bajo el umbral de la pobreza, acordando este umbral estatal como la mínima renta para acceder a estas ayudas.

Que todos los niños en situación de pobreza o exclusión social tengan acceso gratuito a los comedores escolares es algo que debería estar ocurriendo ya

Albert Arcarons Sociólogo y ex director del Alto Comisariado contra la Pobreza Infantil

Arcarons, a título personal, insiste en esto: “Se han dado varios pasos importantes en España, pero que todos los niños en situación de pobreza o exclusión social tengan acceso gratuito a los comedores escolares es algo que debería estar ocurriendo ya. Lo deberían estar garantizando ya las autonomías. Es lo que dice la Garantía Infantil Europea”.

Orenes (Educo) apunta que uno de los primeros pasos a dar es asegurar que haya estos servicios en todos los centros (tanto de primaria como de secundaria), ya que el 15% de los centros escolares de primaria en España ni siquiera tienen comedor.

Un modelo universal y gratuito

En una entrevista para elDiario.es Donald Bundy, uno de los grandes expertos mundiales en nutrición escolar, aseguraba que “el comedor escolar gratuito universal no es una idea ni tan loca ni tan ambiciosa”, ya que “la mayoría de este tipo de comidas se dan en países de ingresos bajos o medios bajos”. Entre otras cosas, la aplicación de este modelo, asegura Arcorons, reduce la inseguridad alimentaria en la población infantil ante crisis económicas o de inflación, además de en situaciones de guerra.

Menos abandono educativo temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un aumento de sus ingresos en la vida adulta.

Debido a que países como Suecia o Finlandia llevan muchos años aplicando este sistema, hay datos suficientes que arrojan luz al asunto sacados de estudios que midieron el impacto a largo plazo en la vida de los niños: menos abandono educativo temprano, una mayor probabilidad de realizar estudios universitarios, y un aumento de sus ingresos en la vida adulta.

Según un estudio de Educo de 2022, si el comedor fuera gratuito, la asistencia sería del 77,38% a nivel estatal. Desde la ONG afirman que para cumplir todos estos objetivos sólo hace falta una concienciación real por parte de la sociedad y voluntad política: “Hay que asegurar que tengamos claro el aporte que da el comedor escolar para la infancia. Se trataría de un cambio casi cultural que tendría que acompañar a los cambios más prácticos y operativos”.

Si se transicionase a un modelo más holístico, señala el exdirector del Alto Comisariado para la Pobreza Infantil, se generaría un cambio sistémico también a otros niveles, como la inclusión social, la salud pública, la igualdad de género, la conciliación mercado laboral-vida familiar, y también se materializaría en un posible impulso hacia la transformación hacia un sistema agroalimentario más sostenible (poniendo en valor una producción Km 0, local, sostenible).

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