Lo primero que se ve claro al entrar este 2 de diciembre a IFEMA es que, aunque los pies sigan en Madrid, territorialmente esto es otra cosa. Un control tan exhaustivo como el de un aeropuerto da la bienvenida en el pabellón sur a las personas que están acreditadas (sobre todo periodistas y enviados de las delegaciones) para la Cumbre del Clima que organiza Chile y alberga España. Pero no estamos ni en Chile ni en España: esto son las Naciones Unidas (una gran bandera a la entrada se encarga de recordarlo) y los agentes que vigilan hablan inglés y español y llevan el uniforme de la ONU porque son parte de su cuerpo de policías específico.
Una vez se pasa el trámite se descubre un mundo más parecido a cualquier Expo o incluso a Fitur (Feria Internacional del Turismo) que a lo que uno imaginaría como una reunión de ecologistas. Estamos en la llamada 'zona azul', la parte de IFEMA en la que las partes implicadas van a negociar los flecos que quedan sobre el Acuerdo de París. Aquí, cada país cuenta con salas de reuniones privadas en las que las delegaciones discuten y negocian a puerta cerrada y también con sus stands abiertos, a los que cualquiera puede acercarse a pedir información o a asistir a un evento.
Esta zona más oficial está formada en total por 11 pabellones a los que han bautizado con nombres de regiones de Chile: se puede quedar en Valdivia o en Viña del Mar. También está 'Baker', el centro principal de conferencias, donde se ha inaugurado la cumbre, y al que da nombre el río más caudaloso de Chile, ubicado en la zona austral del país.
Mezclados con la policía de la ONU en IFEMA encontramos agentes de Prosegur, azafatos y azafatas y mucho personal de información, voluntario o no. “A primera hora ha habido muchísimo lío, ahora ya está más calmado”, dice una chica que va a estar los 11 días dedicándose a ayudar a los participantes que se acerquen a las mesas con ordenadores disponibles. Las prisas con las que se ha preparado todo, apenas ha pasado un mes desde que Sebastián Piñera renunciara a que la Cumbre del Clima se celebrase en Chile, seguramente influyen en que todavía ni ellos se conozcan del todo la COP: “¿La 'zona verde'? Ahí me has pillado, no sé dónde está. Quizá te pueden ayudar en Información”.
Otras azafatas, alrededor de las 15.00, cuando se les pregunta por cómo llevan la jornada, no pueden contestar más que un “estamos muertas”. Carmen, que lleva desde las nueve de la mañana empujando su carrito de limpieza y deteniéndose allí donde hace falta su mano, asegura que “se nota que hay detrás un esfuerzo muy grande de organización”. La limpiadora resalta que, al ser territorio de la ONU, las trabajadoras –en su mayoría son mujeres– deben ir acumulando la basura que recogen hasta que el personal de seguridad de Naciones Unidas les da el visto bueno para salir a tirarla. “Mucho estrés”, zanja como resumen de unas horas que aparentemente han sido más tranquilas que lo que aún está por llegar esta semana.
La confluencia de la 'zona verde'
No todo en la Cumbre del Clima es la 'zona azul', en la que las delegaciones de los países y los periodistas circulan de un lado para otro o se distribuyen con sus portátiles y móviles en la zona de mesas, sillas y sofás habilitada. Desde ahí hay que caminar un buen rato para acceder a la llamada 'zona verde', la que no sabían ubicar algunos azafatos. Está situada al otro lado de IFEMA y concebida como el otro espacio de la COP. Para llegar, salimos de Naciones Unidas para adentrarnos en el territorio dedicado a la sociedad civil, en el que empresas, ONG, activistas y colectivos afectados por la crisis climática organizan encuentros y debates o exponen sus demandas.
La 'zona verde' ha sido inaugurada a las 13.00, unas horas después de la apertura oficial de la cumbre, pero poco antes de las 15.00 ya hay cola para entrar. A diferencia de la 'zona azul', donde solo pueden acceder aquellos que estén acreditados, a la 'zona verde' puede asistir todo el que esté interesado en alguna de las actividades o en una jornada completa, aunque debe solicitar una autorización al Ministerio de Transición Ecológica.
A las puertas del pabellón, un grupo de niños, niñas y adolescentes se abalanzan, cuaderno y bolígrafo en mano, frente a la que será su clase de la tarde. Son alumnos y alumnas de todas las etapas educativas del IES Los Castillos, ubicado en el municipio madrileño de Alcorcón: “Vamos a ver allí”, “¡Apunta esos datos!”, dicen unos y otros ya dentro del espacio, del que tendrán que recoger ideas de soluciones y pequeños gestos para implementar posteriormente en su centro educativo.
El centro del pabellón está ocupado por una especie de anfiteatro en el que tienen lugar los eventos más destacados. Justo a primera hora de la tarde, se ha celebrado un Diálogo intergeneracional para la justicia climática, que ha contado con el ingeniero agrónomo José Esquinas. El experto, uno de los mayores referentes en la lucha contra el hambre y extrabajador de la FAO, ha calificado de “suicidio colectivo” no pensar “en las necesidades de las generaciones futuras”, de las que, dice, “hemos tomado prestados los recursos naturales”.
En los márgenes, otros muchos encuentros se desarrollan al mismo tiempo: en uno se escuchan las voces de los pueblos indígenas de Chile, otro pone el foco en cómo aplicar la perspectiva feminista a la acción climática y unos metros más allá, el grupo de Madres por el Clima rellena un gran mural con las peticiones reales de decenas de niños y niñas: “Querida COP25, quiero que la Tierra viva”, dice la de Sergio.
Sin embargo, no son solo ONG las que tienen presencia en la 'zona verde'. Unas cuantas empresas (Iberdrola, Endesa o Acciona, entre otras) también cuentan con grandes stands. Incluso la CEOE tiene su propio espacio, en el que ha debutado este mismo lunes con una ponencia para “empoderar” a las mujeres en las compañías. Aquí se mezclan charlas de las compañías (Mapfre o Microsoft) con reflexiones y propuestas encaminadas a modificar el sistema económico capitalista.
¿Se puede comer 'eco' en la COP?
A primera hora de la mañana algunas bicicletas con cestas ponían a disposición de los visitantes naranjas y manzanas y varios carritos repartían chocolate con churros de bienvenida. Coger algo era una de las alternativas totalmente 'eco' para desayunar; otra era hacer cola en los stands que distribuían café, como el de España. En estos casos, en vasos de cartón sin tapa. En las cafeterías-restaurante que forman parte de IFEMA, es decir, que no están montadas explícitamente para la cumbre, la taza de café para llevar se servía con tapa de plástico y a 2,15 euros.
Por todas las esquinas de la COP hay, eso sí, cubos de basura que distinguen entre orgánica, papel, envases y “otros” y fuentes de agua con el logo de la Comunidad de Madrid. A los acreditados se les da, junto a la polémica tarjeta de metro que les dará transporte gratis durante dos semanas, una botellita de cristal reutilizable. A las 10 era una de las filas más largas de toda la Feria.
Comer totalmente 'eco' sí parece más complicado si no se viene preparado a la COP. Uno de los establecimientos repletos de representantes de todos los países es el que aloja al Burger King y el Telepizza. También hay tres microondas por si alguien se quiere traer el tupper, pero este primer día están totalmente desocupados. Eso sí, la cadena de hamburguesas ha adaptado estos días sus productos: no pone tapa de plástico a las Coca-Colas, con las que reparte pajitas de cartón, y usa dispensadores de ketchup y mostaza en lugar de sobrecitos.