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El encuentro de Bergoglio y Yolanda Díaz resucita el odio de la derecha política y mediática al Papa Francisco

Jesús Bastante

11 de diciembre de 2021 22:35 h

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La “cumbre comunista”, como la definió, antes de borrar su tuit, Macarena Puentes, secretaria de Comunicación del PP de Madrid, se ha celebrado en el Vaticano. Por espacio de cuarenta minutos, y en un contexto “cordial y emocionante”, el Papa Francisco y la vicepresidenta segunda y líder de Unidas Podemos, Yolanda Díaz, se reunieron en el Palacio Apostólico, donde debatieron sobre la necesidad de promover un trabajo decente y de realizar reformas legislativas para cambiar la vida de los españoles. Así lo explicó la vicepresidenta en un encuentro con periodistas. A petición del Vaticano, añadió Díaz, no ha trascendido el grueso del contenido de la reunión.

Durante el encuentro en el Palacio Apostólico del Vaticano, la vicepresidenta segunda ha regalado al Papa una estola hecha de plástico reciclado y una edición especial del libro de poesías de la escritora gallega Rosalía de Castro, Follas novas. Los obsequios encarnan tanto la visión ecológica del mundo como la defensa de los migrantes que el Papa y Díaz comparten, según fuentes del Gobierno español.

Jorge Mario Bergoglio está acostumbrado a ser calificado como 'comunista' siempre que recuerda que “el trabajo es un derecho humano” o reivindica “las tres T” (techo, tierra y trabajo) para los desfavorecidos; o critica a la Unión Europea por su política sobre los refugiados, como hizo en su reciente viaje a Lesbos.

La derecha política y mediática no soporta a Francisco. No es su Papa, y se han encargado de dejarlo claro en innumerables ocasiones desde que aterrizó en el Vaticano, en 2013. El estilo del jesuita no es el de la cúpula eclesial española, alineada desde hace décadas con el espectro político más conservador del país. De hecho, la ofensiva de la ultraderecha de Vox ha dedicado numerosas referencias al argentino, al que no reconocen como legítimo pontífice. Basta recordar aquel “ciudadano Bergoglio” con el que Santiago Abascal se refirió al Obispo de Roma tras las loas de la izquierda a sus encíclicas –Laudato Si’, sobre medio ambiente; y Fratelli Tutti, sobre la amistad entre los pueblos– durante la fallida moción de censura de Vox. Allí, tanto el presidente Sánchez –quien pocos días después se encontraría con el pontífice en el Vaticano– como Pablo Iglesias –que, pese a sus intentos, jamás logró el mano a mano con Francisco que sí ha conseguido Díaz– alabaron los escritos papales.

La memoria de los otros

A primeros de septiembre, durante una entrevista que Francisco concedió a Carlos Herrera –otro de los que ha criticado, desde los mismos micrófonos de la COPE, el encuentro entre el Papa y Yolanda Díaz–, Bergoglio quiso aclarar que si viajaba a Compostela “sería a Santiago, no a España”. En la radio de los obispos el Papa se preguntaba si “España está totalmente reconciliada con su propia historia, sobre todo la historia del siglo pasado”, en una evidente crítica a la falta de memoria democrática en nuestro país.

En ese momento, las junturas de la ultraderecha católica estallaron. Uno de sus más destacados representantes, el eurodiputado de Vox Hermann Tertsch, denunciaba “el odio manifiesto de este Papa a España”, en su opinión “una prueba más de un carácter indisimulable de bajeza e indignidad”.

Tertsch no se ahorraba epítetos en la redes sociales: “Que quede claro, Bergoglio, que se puede ir Ud al mismísimo carajo o a destinos aun peores, pero si fuera a Santiago, que Dios no lo quiera, sí va a España, que quede claro”. “Hartos ya estamos muchos de contener las palabras ante quien no se contiene en expresar todos sus viles sentimientos”. 

La fundadora de la extinta UPyD, Rosa Díez, no se quedaba atrás, y tildaba las palabras de Bergoglio de “mensaje ponzoñoso”. La ex candidata a secretaria general del PSOE, que colocaba comillas al término 'Su Santidad', recordaba al Papa que “la Constitución, con todos sus defectos, fue el más luminoso pacto de reconciliación que imaginar se pueda”. Y arremetía también contra el líder de las ondas episcopales. “Qué oportunidad perdida de recordárselo, Carlos Herrera”.

Por su parte, el ex portavoz de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, informaba al Papa que “esa reconciliación básica se produjo en la transición española”, y dejaba una frase para el recuerdo: “Trece años en los jesuitas me impiden decir en este momento lo que verdaderamente pienso”.

El episodio de México

La cosa fue subiendo de tono a finales de ese mismo mes, a cuenta de una supuesta petición de perdón de Bergoglio por la conquista de América. Aunque en realidad lo que dijo el Papa fue esto: “Tanto mis antecesores como yo mismo hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. Sin una cita a España, la Corona o los colonizadores del Nuevo Mundo.

Dio igual: las hordas mediáticas y políticas de la derecha española se lanzaron, sin ningún rubor contra Bergoglio. “Tenemos un Papa tonto”, se despachó un tertuliano de Jiménez Losantos en Libertad Digital. Por su parte, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso –en aquellos días de gira por Estados Unidos–, se mostró “sorprendida de que un católico que habla español hable así a su vez de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español y, a través de las misiones, el catolicismo y por tanto la civilización y la libertad al continente americano”.

El portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, se sumaba al relato de Ayuso y recalcaba que “no entiendo muy bien qué hace un Papa de nacionalidad argentina disculpándose en nombre de los demás”. No era la primera vez que el dirigente le dedicaba palabras públicamente al pontífice. Ya en junio le había “animado” a acoger a “cientos de miles de inmigrantes en el Vaticano” en respuesta a la petición del Papa de aumentar la acogida de personas extranjeras en Europa.

Si el tema migratorio levantó ampollas entre los conservadores, el episodio del aniversario de México fue un antes y un después: un sudamericano, por muy Papa que sea, criticando el papel de España en la conquista, desconociendo su “legado” y la “importancia histórica española”. Intolerable. El expresidente José María Aznar no dejó pasar su oportunidad en un acto donde Pablo Casado aplaudió y sonrió ante los ataques al Papa de Roma. “El nuevo comunismo es el indigenismo. Y el indigenismo va contra España. Yo no voy a pedir perdón, lo diga quien lo diga”, se plantó Aznar.

La 'cumbre comunista'

Como suele suceder, las tribunas políticas y mediáticas de la ultraderecha se retroalimentan. Así sucedió ayer, cuando Javier Negre tiraba de ironía subrayando “que tenemos un papa comunista ya ni cotiza”. Javier García Isac, de Radiodecisión, añadía que la reunión Francisco-Díaz es “una cumbre de máximo nivel entre algunos de los comunistas más influyentes del planeta. Uno ya consolidado y la otra buscándose un hueco”. Desde OkDiario, Luis Balcarce apuntaba que “la comunista busca su foto con el Papa peronista” en un artículo que se titulaba “Dios los cría…”.

No son los únicos. Desde hace meses, el director de La Razón y católico practicante reconocido, Francisco Marhuenda, calificaba al pontífice de “Un Papa antiespañol”, mostrándose convencido de que, en el cónclave que lo eligió, “el Espíritu Santo se confundió, y los cardenales eligieron un candidato catastrófico”. “A estas alturas existen pocas dudas de la escasa simpatía que tiene el Papa Francisco por España” proseguía Marhuenda, quien llegó a acusar a Francisco de “chapotear en el barro de falso progresismo de esa izquierda sectaria y fanática iberoamericana tan querida por Podemos y los antisistema”.

Su compañero de tertulias, Eduardo Inda, fue, incluso, un paso más allá: “Este Papa comunista es el anti-Papa, el representante del diablo en la Tierra”.

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