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Qué es la fiebre hemorrágica Crimea Congo que transmiten las garrapatas y qué peligro entraña

Imagen de archivo de una garrapata asiática. EPA/PATRICK PLEUL

Raúl Rivas González

Catedrático de Microbiología (Universidad de Salamanca) —
22 de julio de 2024 18:33 h

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La Comunidad de Madrid acaba de confirmar un caso de fiebre hemorrágica de Crimea Congo (FHCC) en un hombre de 74 años ingresado el pasado viernes. Este caso se suma al detectado por la Junta de Castilla y León del pasado mes de abril, cuando un paciente fue mordido por una garrapata en Salamanca. Finalmente, falleció.

Se trata de una enfermedad vírica transmitida por garrapatas y causada por el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, perteneciente al género Orthonairovirus. Fue descrita por primera vez en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando un brote afectó a un grupo de soldados soviéticos en la península de Crimea. Veinte años después, en 1967, el virus fue finalmente identificado y recibió el nombre de virus de Crimea-Congo, basándose en las similitudes encontradas con el virus que afectó a un paciente febril en el antiguo Congo Belga en 1956.

Cuatro de cada diez por Crimea-Congo afectados fallecen

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo es una enfermedad potencialmente mortal, con tasas de letalidad que pueden alcanzar el 40 %. El virus es transmitido a través de la picadura de varias especies de garrapatas del género Hyalomma, en especial la especie Hyalomma marginatum, que actúa como vector de la enfermedad, aunque otras especies de garrapatas, cómo algunas de los géneros Rhipicephalus y Amblyomma, pueden desempeñar un papel en la transmisión y el mantenimiento del virus en regiones endémicas. Algunas especies de nuestra fauna silvestre, como el ciervo, actúan como reservorios. Como consecuencia, el virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo circula en un ciclo enzoótico silencioso garrapata-vertebrado-garrapata.

En España, donde los primeros casos identificados de paciente con fiebre hemorrágica de Crimea-Congo datan de algo más de una década, la tasa de mortalidad ha llegado al 30 %. El genoma del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo consta de tres segmentos: pequeño (S), mediano (M) y grande (L). El segmento S ha sido ampliamente utilizado en estudios filogenéticos, que han definido 6 de 7 linajes del virus, cada uno con un rango geográfico diferente. Desafortunadamente, ha sido demostrado que en España circulan, en animales salvajes, 3 genotipos diferentes (III, IV y V) del virus Crimea-Congo, incluso en la misma área geográfica, por lo que la población humana está expuesta al patógeno.

Los camellos también tienen garrapatas

El virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ha sido identificado en África, Asia y Europa, en territorios ubicados al sur del paralelo 50º Norte, zona habitada por sus principales vectores competentes, las garrapatas Hyalomma marginatum y Hyalomma lusitanicum. Las dos especies generalmente no coexisten, porque Hyalomma marginatum prefiere hábitats abiertos de baja elevación, mientras que Hyalomma lusitanicum se encuentra en elevaciones más altas y en áreas más frías.

Hyalomma marginatum está bien adaptada a climas secos e incluso desérticos, y se caracteriza por buscar de forma activa a los potenciales hospedadores. Las fases inmaduras de la garrapata suelen parasitar micromamíferos y aves, mientras las fases adultas se hospedan en mamíferos de gran tamaño como ciervos, caballos, vacas, ovejas, jabalíes o camellos. Por supuesto, el ser humano también puede ser parasitado.

Demasiadas garrapatas infectadas en España

La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo se considera endémica en zonas del suroeste de Europa. La situación actual es motivo de honda preocupación, porque un reciente estudio multidisciplinar centrado en el análisis de 12 584 garrapatas, analizadas cómo centinelas de la enfermedad, ha determinado que el virus responsable de la patología circula actualmente por España y que está distribuido por gran parte de la península ibérica, donde al parecer llegó a través de aves migratorias.

En España, la primera detección del virus fue en el año 2010 en garrapatas en Cáceres. Los primeros casos humanos se diagnosticaron en 2016 y desde entonces se han notificado casos esporádicos. Además, ha sido descrito en la literatura científica la identificación de otro caso de forma retrospectiva, correspondiente al año 2013, que constituiría el primer caso humano identificado hasta la fecha en España.

África y Asia también tienen problemas

La distribución de la enfermedad está en constante expansión. Varios estudios evidencian que el cambio climático ha contribuido a la dispersión de gran variedad de especies de garrapatas en África, Europa y Asia, aumentando el riesgo potencial de expandir la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo.

También amplifican el riesgo las prácticas agrícolas, la modificación del uso del suelo y los desplazamientos del ganado y la caza. El abandono del medio rural y de los campos de cultivo ha llevado a la proliferación de liebres, conejos y pequeños roedores, con el consiguiente aumento de la población de garrapatas.

Un patógeno emergente prioritario con potencial epidémico

El virus de la fiebre hemorrágica Crimea-Congo (CCHFV) es considerado un patógeno de riesgo de bioseguridad de nivel 4 (el nivel más alto) por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, y un patógeno emergente prioritario con potencial epidémico. De ahí la importancia de entender cómo se contagia.

La forma de transmisión más frecuente al ser humano es a través de la picadura de una garrapata infectada. Pero también puede transmitirse entre personas en caso de contacto estrecho con sangre, secreciones, órganos u otros fluidos corporales de individuos infectados. Asimismo es posible el contagio al sacrificar y manipular animales infectados que en esos momentos tengan el virus en sangre.

Después de la picadura de garrapata, la fase de incubación es generalmente de uno a tres días, con un máximo de nueve días. El periodo de incubación tras el contacto con sangre o tejidos infectados es normalmente de cinco o seis días, con un máximo documentado de 13 días.

El espectro de manifestaciones clínicas de la enfermedad varía desde enfermedades subclínicas, que incluyen fiebre, dolor de cabeza, malestar general, mialgia, dolor de garganta, mareos, dolor abdominal, náuseas, vómitos, conjuntivitis y fotofobia, hasta infecciones agudas con hemorragia, insuficiencia multiorgánica y muerte. En el periodo hemorrágico aparecen hematomas pequeños (petequias) que luego pueden hacerse más grandes en la piel y las mucosas. También son frecuentes los sangrados por la nariz y las encías o la orina, vómitos de sangre o heces negras.

No existe tratamiento, vacuna o medicamento específico que cure la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. El fármaco antiviral ribavirina se ha aplicado en el tratamiento de esta enfermedad en humanos en algunos países, pero los ensayos no han obtenido resultados concluyentes. El favipiravir ha mostrado efectos protectores significativos en algunos modelos animales infectados. Durante la fase aguda, la reposición de sangre y la gestión del equilibrio de líquidos son fundamentales para aumentar la supervivencia.

Precauciones al practicar senderismo

Las estrategias de control incluyen fundamentalmente evitar las picaduras de garrapatas y utilizar protección adecuada al sacrificar o acicalar a los animales. Por ello, cuando se transita por espacios naturales y zonas de abundante vegetación, así como al realizar senderismo fuera de pistas, en especial durante los meses de primavera y verano, conviene tomar medidas de precaución.

Es aconsejable llevar calzado cerrado, calcetín alto, ropa de manga larga, pantalón largo e incluso aplicar repelentes tópicos en áreas de la piel no cubiertas. Además, la ropa de color claro facilita la localización de las garrapatas.

Si paseamos con nuestras mascotas, es conveniente usar collares antiparasitarios y realizar tras la excursión una revisión concienzuda del animal, pero también de nuestra propia piel.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leerlo aquí.

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