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Un nuevo estudio reabre el debate: seleccionar los espermatozoides para elegir el sexo del bebé

David Noriega

22 de marzo de 2023 19:00 h

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Seleccionar espermatozoides para elegir el sexo del bebé o, al menos, aumentar las posibilidades de que sea niño o niña en función del deseo de los padres. Es lo que permite una nueva técnica que ha probado un grupo de investigadores en Estados Unidos y que publica este jueves la revista Plos One. El resultado, dice el trabajo, abre la puerta a un método más ético, ante las dudas que plantea en este momento la elección en embriones para definir el sexo, que en España solo se puede hacer bajo contadísimas excepciones, para evitar enfermedades genéticas ligadas al cromosoma X.

El método se basa en un gradiente de densidad, que se utiliza de forma habitual. “Tratas el eyaculado con una centrifugación muy sencilla, que consiste en hacer pasar al espermatozoide por una serie de líquidos en un tubo. En función de su componente sexual, X o Y, se comportan de forma distinta. Los X son más lentos y aparecen en el fondo del tubo y los Y, que son más rápidos porque tienen menos carga genética, van a la superficie”, explica Xavier Vendrell, de la Asociación española de genética humana.

Según el estudio, la eficacia de esta técnica ronda el 80%, lo que aumenta la probabilidad en los procesos de fecundación in vitro pero no garantiza el sexo del bebé. “Realmente, esta selección se puede hacer en muy pocos países, como EEUU, Bélgica o Ucrania. En España solo se puede hacer para evitar la transmisión de enfermedades genéticas hereditarias ligadas al cromosoma X. La única técnica que te da una fiabilidad cercana al 100% es el estudio genético sobre el embrión, por lo que las técnicas sobre el espermatozoide no son fiables si quieres evitar una incidencia grave”, razona el presidente de la Asociación para el estudio de la biología de la reproducción (Asebir), Antonio Urries.

El estudio no explora técnicas genuinamente nuevas ni supone un gran avance en la materia, porque existen procedimientos similares con una eficacia técnica parecida. De hecho, emplean el gradiente de Percoll, que “se dejó de utilizar durante un tiempo en favor de otras técnicas para seleccionar espermatozoides”, indica Vendrell. Unas técnicas, no obstante, que se usaban para seleccionar por eficacia, por ejemplo para separar los vivos de los muertos, pero no por sexo.

“La novedad se encuentra en realizar dos grupos utilizando diagnóstico genético preimplantacional (PGT-A) para estudiar anomalías cromosómicas de los embriones resultantes”, indica al Science Media Center la embrióloga y directora del Grupo Internacional UR, Rocío Núñez Calonge. De esta forma, el estudio permite “comparar entre dos grupos si la técnica de selección de espermatozoides para un sexo determinado es útil y segura y no se encuentran más anomalías cromosómicas tras su uso”.

Núñez Calonge señala que “los resultados confirman que se puede seleccionar un sexo determinado con un 80% de probabilidad y de forma segura, ya que la técnica, que es muy sencilla, no afecta a la carga genética del embrión”. “Aunque no explican el procedimiento, si parece que es una técnica inocua y de fácil aplicación que no genera ningún problema ni sobre el embrión ni sobre la capacidad de embarazo del embrión”, coincide Urries.

En España, la ley 14/2006, sobre técnicas de reproducción humana asistida, considera una infracción muy grave “la selección del sexo o la manipulación genética con fines no terapéuticos o terapéuticos no autorizados”, con multas que van desde los 10.001 euros hasta el millón. Quien debe autorizar estas excepciones es la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (CNRHA), un órgano consultivo del Ministerio de Sanidad donde se debaten cuestiones de carácter ético y legal. Sin embargo, los avances en técnicas de secuenciación masiva y en genética permiten detectar casi cualquier mutación, lo que hace estudiar las peticiones analizando la mutación y no seleccionando el sexo.

En 2013, las clínicas de reproducción asistida pusieron en marcha una iniciativa legislativa popular (ILP) para permitir elegir el sexo del bebé. Una propuesta que ya había hecho ERC de cara a la ley de 2006. En ambos casos fracasó, aunque el debate sigue abierto. “En todos los congresos de genética y reproducción sale el tema, pero como hay una ley que lo regula, siempre vamos a lo que marca la ley. Podemos tener un debate desde el punto de vista ético o científico, pero no hay ninguna iniciativa que prospere, porque habría que cambiar la ley y eso no se ha planteado”, explica Vendrell.

La cuestión viene de lejos. “Cuando se hizo la ley en el año 1988 se planteó esta cuestión basándose en la posible selección que determinados colectivos podrían hacer en detrimento del otro sexo y que conllevaría un desequilibrio en la población. Actualmente no tiene mucho sentido esta prohibición, ya que la selección de sexo la realizaría un pequeño grupo de pacientes por motivos personales y no supondría un desequilibrio población”, estima Núñez Calogne.

Pero el fondo del debate radica en si es ético o no desechar embriones simplemente por el sexo del futuro bebé. Y es en este punto donde los autores del estudio consideran que trabajar con los espermatozoides mitiga esos conflictos. “Ellos mismos hablan de una limitación importante, y es que no se sabe cuál es el sexo del embrión que se escoge para transferir. Puede ocurrir que, entre varios embriones obtenidos, aunque la mayoría sean del sexo que se ha querido obtener, se escoja el incorrecto. Desde el punto de vista ético, ¿qué ocurre con el resto de los embriones que no se eligen? ¿Cuál sería el destino de estos?”, se pregunta la embrióloga.

“Si te haces un ciclo de fecundación in vitro porque quieres tener una niña y tienes un niño porque la técnica no es suficientemente eficaz, ¿qué haces con ese embrión? Estarías un poco en el imperativo kantiano, la manipulación del ser humano como un objeto que te lleva hacia un deseo tuyo. Hay un debate ético y social que sería importante realizar antes de asumir técnicas como estas”, desarrolla Urries.