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Opinión - España: una democracia atascada. Por Rosa María Artal
Director de The Conversation ES —
27 de diciembre de 2021 22:34 h

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Otoño de 1930. El periodista sevillano Manuel Chaves Nogales trabaja en París como corresponsal del vespertino El Heraldo de Madrid, donde había sido redactor jefe. Cobra 300 pesetas al mes. Allí recibe la visita del empresario periodístico Luis Montiel, dueño del semanario Estampa. Montiel le ofrece 3.000 pesetas al mes y casa gratis en el corazón de Madrid como subdirector de su nuevo diario, Ahora: “Un periódico planteado industrialmente, que no tendrá más medios de vida que los que le proporcionen sus lectores y anunciantes (…) es obvio decir que Ahora no será periódico político más que en la medida en que la política debe ser preocupación de todo organismo nacional y de todo ciudadano consciente. (...) Respetuosos con todas las instituciones y convencidos de la patriótica necesidad de conservar y defender, mejorándolo progresivamente, el orden establecido, no abdicamos nuestro derecho a ejercer libérrimamente la crítica de personas e instituciones”, se lee en su manifiesto fundacional. 

Ahora nace en unos años en que política y periodismo se confunden. 47 periodistas fueron diputados en las Cortes Constituyentes de 1931. Era la tercera profesión en las Cortes, después de catedráticos y abogados. 

En el ecosistema mediático del momento, además de El Heraldo, destacaban, en Madrid, los semanarios gráficos Crónica y Estampa, La Voz –vespertino, ligero y popular– y El Sol –diario de la mañana serio y doctrinal–, El Socialista –órgano del PSOE–, El Debate –que apoyaba a la CEDA–, y el monárquico ABC. En Barcelona, La Veu y La Vanguardia; este último contó con la dirección de una mujer, María Luz Morales, la primera en España con ese cargo, en el verano de 1936. Los periódicos eran entonces casi el único medio de información disponible. La radio había empezado a sonar en el verano de 1925 pero no se convirtió en medio de masas hasta un lustro después.

Pocas semanas antes de la proclamación de la República, Ortega y Gasset escribía en El Sol un artículo en el que decía: “Hoy no existe en la vida pública más poder espiritual que la Prensa… Han desaparecido los antiguos poderes espirituales: la Iglesia, porque ha abandonado el presente; el Estado, porque triunfante la democracia, no dirige ya a ésta, sino al revés, es gobernado por la opinión pública. En tal situación, la vida pública se ha entregado a la actualidad: la prensa”.

Chaves Nogales vivía en un ático sobre la redacción de Estampa y Ahora, un edificio con talleres, despachos y un bar americano regentado por Perico Chicote

Con 32 años, Chaves Nogales volvía a un Madrid en el que ya había despuntado como periodista de primera línea. Desde 1927, año en el que entró en la logia masónica Dantón con el nombre de Larra, había ido dejando señales de su marco de actuación como periodista comprometido: “Búsqueda del equilibrio en el análisis de los acontecimientos; educación y sentimientos liberales y burgueses; rechazo a opresiones y dictaduras; convencimiento de que el mundo se salvará por la cultura, la igualdad y la solidaridad; rechazo de la religión, que es sustituida por una cierta filantropía; espíritu progresista…”, resume su biógrafa María Isabel Cintas. 

En 1928 había recorrido Europa en avión, un periplo que le dio fama de periodista moderno, ágil y aventurero. Sus viajes aéreos, y varios accidentes, le habían convertido en un héroe pequeñoburgués liberal. Era famoso, quizá el periodista más importante del momento. Su firma ya era conocida, reconocida y respetada. 

En su edición del 15 de noviembre de 1930, el semanario Estampa incluyó un amplio despliegue textual y fotográfico para presentar en sociedad el nuevo diario Ahora, encabezado por Montiel y Chaves Nogales. En las páginas centrales, a doble cara, una orla con los rostros y nombres de los redactores: 25 hombres rodean a la única mujer periodista: Magda Donato.

Con ese pseudónimo, Carmen Eva Nelken había colaborado en muchas de las cabeceras más relevantes del país en el primer cuarto de siglo, como El Imparcial –donde debutó con 19 años–, La Tribuna, El Liberal, El Heraldo de Madrid, Informaciones y Blanco y Negro, hasta que desde 1928 recaló de manera casi exclusiva en el semanario Estampa.

Pla en Madrid

El 14 de abril de 1931, en plena proclamación de la República, Francesc Cambó, líder del Partido Regionalista (conservadurismo nacionalista) viaja en tren hacia Madrid. A su lado, el periodista Josep Pla, su empleado en La Veu, que pasará los siguientes cinco años como cronista parlamentario en la capital. 

“A las tres de la tarde del día 14 se izó en Madrid la primera bandera republicana, que tremoló sobre el Palacio de Comunicaciones. Esta bandera produjo un movimiento general de curiosidad que se convirtió en un estallido de entusiasmo al conocerse que representaba realmente lo que simbolizaba, o sea, la toma del poder por parte del Gobierno provisional”. Así comienza la descripción de una fiesta popular que Pla da por finalizada 26 horas después: “La Marsellesa, el Himno de Riego, las notas de La Internacional, salieron de la boca de la multitud juvenil. El pueblo de Madrid, que suele poseer una finura crítica indudable, aderezó el espectáculo con su causticidad proverbial. El Rey y la Reina no fueron tratados por la masa con cumplidos, pero tampoco con una crueldad exagerada. Todo el entusiasmo popular tuvo casi siempre un aire de verbena; a veces en la Puerta del Sol llegó a adquirir una densidad emotiva profunda e inolvidable. La gente estuvo correctísima y la propiedad fue absolutamente respetada (…) El desbordamiento del entusiasmo de la juventud popular de Madrid ha durado 26 horas seguidas, pero la disciplina ha sido admirable”.

Una redacción moderna

Aquellos días de optimismo y algarabía los presenciaría Chaves Nogales instalado ya en el décimo primer piso de la Cuesta de San Vicente 16-18, un ático sobre la redacción de Estampa, Ahora y las demás publicaciones de Luis Montiel. Un edificio creado para hacer periodismo moderno y vida social. Talleres, oficinas, despachos para los periodistas, biblioteca, una planta para fiestas y exposiciones, y un bar americano regentado por Perico Chicote.

Desde su balcón sobre el Campo del Moro quizá viera los movimientos alrededor del Palacio Real aquel 14 de abril, que culminaron con la salida del rey Alfonso XIII en coche deportivo hacia Cartagena y, de ahí, a Marsella.

La gestión del día a día del periódico Ahora la alternaría Chaves Nogales con grandes viajes dentro y fuera del país. Aquel 1931 recorrió Andalucía para una serie titulada “Con los braceros del campo andaluz” en la que, a través de conversaciones con los jornaleros a pie de tajo, trazaba una radio-grafía de los crecientes movimientos campesinos que cuajarían en los levantamientos libertarios de 1932 en Cataluña, Asturias, Levante y Andalucía principalmente. Del barro a la moqueta.

Cualquier escenario era apto para Chaves Nogales, que lo mismo entrevistaba a los más destacados miembros del Gobierno –entrevistas en las que suprimía las preguntas– que acudía a indagar sobre los sucesos de Casas Viejas (14 muertos en fusilamiento sumarísimo que acabarían con el gobierno de Azaña), la Sanjurjada de 1932 o la revolución asturiana de 1934.

En 1933 viaja a Alemania donde, con ayuda de Eugeni Xammar, corresponsal de Ahora en Berlín, recaba datos para una de sus series más celebradas, “Cómo se vive en los países de régimen fascista”, publicada en once entregas en mayo de aquel año y que sirvió de aviso sobre el peligro totalitario que se extendía por Europa.

Esta serie la completó con una entrevista al lugarteniente de Hitler, Josef Goebbels. Junto a un cuestionario pactado y sus respuestas textuales, traza Chaves Nogales un retrato demoledor de aquel hombre que “debajo de su gabardina insignificante lleva la guerrera más ajustada de Alemania. Es de esa estirpe dura de los sectarios. De los hombres votados a un ideal con el cual fusilan a su padre si se les pone por delante”. 

Los reportajes vividos

Semanas después de la proclamación de la República, el 14 de junio de 1931, Magda Donato comenzó a firmar en Ahora una serie titulada 'Cómo vive la mujer en España', para el que viajó por todo el país para contar cuáles eran las condiciones de la vida de las españolas.

Como señala la hispanista Margherita Bernard, Donato defiende un concepto de periodismo fiel a la verdad, pero no consistente en datos fríos de observación alejada sino que proponga compartir experiencias y emociones: no hay verdad posible sin participación. Y se centra en el papel de la mujer en la sociedad, la emancipación y el trabajo. 

Es esa observación participante la raíz del método, periodístico y antropológico, que asumió en sus reportajes vividos siguiendo las enseñanzas de la periodista francesa Marie Laparcerie: entre 1932 y 1936 publicó una decena de seriales, algunos de cuyos títulos dan buena cuenta de su vocación social: 'Un mes entre las locas', 'En la cola de los hambrientos', 'La vida en la cárcel de mujeres', 'En la maternidad', 'Una mujer busca trabajo', 'Cómo se vive en un albergue de mendigas' y 'Cómo se vive en el Puente de Vallecas'.

Para estos denominados “reportajes vividos” se metía de incógnito en un determinado ambiente durante un tiempo y luego relataba a los lectores sus experiencias  y sus impresiones. A juicio de Bernard, “son en su mayoría un testimonio del interés de la escritora por participar en un proyecto político que se proponía la mejora de las condiciones de vida de las clases populares”. 

La seña de identidad de Carabias era la entrevista con gentes de toda clase y condición que escuchaba y transcribía con limpieza y claridad

Una más en el periódico

Con la llegada de la República, también comenzó a caminar por los pasillos de la redacción de Ahora, y por los de casi todas las redacciones de Madrid, Josefina Carabias, la primera redactora de información general en la prensa periódica española: “Así entré yo, para hacer lo que un redactor cualquiera, como uno más en el periódico. Yo creo que fui la primera, pero tampoco quiero afirmarlo”, contó años después.

En aquellos años Carabias trabajó en Estampa, Ahora, La Voz, Crónica y Mundo Gráfico. A la vez, entre 1932 y 1936, colaboraba en el primer programa informativo de la radio española, La palabra, de Unión Radio, del que llegó a ser redactora jefa. 

Su seña de identidad era la entrevista. Los textos periodísticos de Carabias están plagados de conversaciones con gentes de toda clase y condición: señoras de rancio abolengo o modistillas, políticos y tenderos, hombres y mujeres, miles de conversaciones que escuchaba y transcribía con limpieza y claridad. Y también hizo incursiones en el reportaje vivido, aunque con menos riesgo que Magda Donato. En vez de una semana presa en la cárcel de mujeres, Carabias la pasaba como camarera de piso en el mejor hotel de Madrid.

En diciembre de 1931, Carabias contaba a los lectores de Estampa cómo habían pasado los principales dirigentes republicanos la última Nochebuena de la monarquía el año anterior: Alcalá Zamora, en la cárcel; Fernando de los Ríos, cantando flamenco a sus compañeros de prisión; Casares Quiroga, en un oscuro calabozo del cuartel de la Victoria, en Jaca; Marcelino Domingo, en una casa de la calle de la Madera donde se le conocía por don Sebastián; Azaña, burlando la vigilancia de la Policía, penetró en su hogar para pasar la Nochebuena con su mujer; e Indalecio Prieto estaba en Bilbao y se llamaba don Roque.

De aquella generación, muchos tuvieron que abandonar España: Carmen Eva Nelken (Magda Donato), salió hacia el exilio en 1939 y murió en México en 1966. Josefina Carabias se exilió en Francia entre 1936 y 1945, y murió en Madrid en 1980. Josep Pla se fue a Francia en 1936; en enero de 1939 entró en Barcelona integrado en las tropas franquistas, junto a otros periodistas; murió en Palafrugell en 1981. Manuel Chaves Nogales salió al exilio, primero en Francia, después en el Reino Unido, en 1936; murió en Londres, en 1944 a los 47 años.