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El origen de los infrecuentes trombos asociados a las vacunas suma certezas pero sigue teniendo muchas lagunas

Esther Samper

27 de mayo de 2021 22:09 h

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Recientemente, medios de comunicación de diferentes lugares del mundo (entre ellos, el Financial Times) se han hecho eco de una nueva hipótesis sobre los extraños trombos con niveles bajos de plaquetas en sangre (trombocitopenia) que aparecen en algunas personas que reciben vacunas basadas en vectores adenovirales (como las de AstraZeneca y Janssen). Esta posible explicación, propuesta por científicos alemanes, se ha difundido a través de un artículo preliminar (preprint) que aún no ha pasado por la revisión de expertos en la materia ni ha sido publicado en una revista científica.

Los investigadores plantean que la administración de dichas vacunas puede generar, ya en el interior de las células, variantes de la proteína S (Spike, que forma parte de los 'pinchos' del virus SARS-CoV-2) a través de modificaciones tras la transcripción (conversión de ADN a ARN). Estas proteínas S anormales serían solubles y podrían circular por la sangre y unirse a las células que recubren la superficie de los vasos sanguíneos (células endoteliales). A su vez, esta unión de las variantes de la proteína S a las células endoteliales de lugares definidos (como los senos venosos cerebrales) incrementaría una respuesta inflamatoria en la sangre, mediada por anticuerpos, que contribuiría a la generación de trombos y trombocitopenia en algunas personas. Los autores proponen, además, que se podrían modificar las vacunas de AstraZeneca y Janssen para que no se produjeran variantes de la proteína S, evitando así su potencial daño.

El estudio realizado por los científicos alemanes cuenta con importantes limitaciones y especulaciones. En primer lugar, solo se plantea la posibilidad teórica de que las variantes solubles de la proteína S podrían estar implicadas en los raros casos de trombosis. No hay ninguna demostración experimental, por ahora, de que este mecanismo patológico realmente ocurra en el cuerpo humano. Serán necesarias más investigaciones para comprobar si, efectivamente, estas proteínas pueden favorecer dichos trombos. Por otro lado, estas variantes de la proteína S no tienen, en principio, nada que ver con los autoanticuerpos contra el factor plaquetario 4 (PF4) que producen algunas personas y que se ha demostrado que provocan trombos y trombocitopenia. Podría ser que las variantes de la proteína S fueran un factor adicional que contribuyese (al generar una respuesta inflamatoria aún más potente) o simplemente podría ser que no intervinieran en absoluto en la producción de dichos trombos.

La carrera científica para resolver el rompecabezas

Este último estudio científico es otro más, de varios, que intentan profundizar en los mecanismos involucrados en los citados trombos asociados a las vacunas basadas en vectores adenovirales. Los primeros casos se identificaron en marzo, y en abril la Agencia Europea del Medicamento confirmó que existía una asociación con la vacuna de AstraZeneca, matizando que se trataba de un efecto adverso extremadamente raro (en torno a 1 caso por cada 100.000 vacunados). Pocas semanas después, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos alertaba de que la vacuna de Janssen también provocaba casos raros de trombosis y decidió suspender su administración durante 10 días para estudiar con más profundidad este efecto adverso.

En menos de tres meses desde la detección de los primeros trombos con trombocitopenia, los científicos han aclarado varias cuestiones al respecto, que han permitido establecer un tratamiento. Sin embargo, aún persisten múltiples incógnitas sobre cómo se producen y sobre si se podrían evitar mediante la modificación de las vacunas. A grandes rasgos, este es el conocimiento actual sobre este asunto:

Las certezas

Las vacunas de AstraZeneca (vector basado en adenovirus de chimpancé) y de Janssen (vector basado en adenovirus humanos) se asocian a raros casos de trombosis con trombocitopenia. Hasta ahora, este grave efecto adverso no se ha detectado tras la administración de vacunas basadas en ARN mensajero, como las de Pfizer o Moderna. Tampoco se ha observado que las personas con antecedentes de trombosis o con factores de riesgo de trombosis tengan un riesgo mayor de sufrir estos trombos asociados a vacunas que la población general.

Distintos grupos de investigación han comprobado que las personas vacunadas que sufren trombos y trombocitopenia generan una respuesta autoinmunitaria en la que se producen autoanticuerpos contra PF4 entre los 4 y 28 días posteriores a la vacunación. PF4 es una proteína que se encuentra en el interior y en la superficie de las plaquetas y también en las células que forman la superficie interna de los vasos sanguíneos (las células endoteliales). La unión de los anticuerpos a PF4 provocaría la activación masiva de las plaquetas, lo que lleva a alteraciones de la coagulación sanguínea como trombos en vasos de diferentes regiones del cuerpo (sobre todo del cerebro y del abdomen) y bajada de las plaquetas en sangre. El fenómeno, nombrado como “Trombocitopenia trombótica inmune inducida por vacunas” (VITT), es muy similar al que ocurre en algunas personas que reciben heparina, un anticoagulante muy utilizado en medicina.

La identificación temprana de los autoanticuerpos en las personas que tienen síntomas de trombosis a través de analíticas sanguíneas es útil para un diagnóstico y tratamiento urgente. La administración de inmunoglobulina intravenosa (para bloquear los autoanticuerpos) y de anticoagulantes diferentes de la heparina mejoran el pronóstico de las personas que sufren estos raros efectos adversos.

Las dudas

Aún se desconoce qué molécula o moléculas en particular de las vacunas de Janssen y AstraZeneca son las que prenden la chispa que inicia el mecanismo patológico que desencadena los extraños trombos o qué componentes añaden gasolina al fuego. Se han planteado varios componentes, como proteínas de los vectores adenovirales, moléculas de ADN, proteínas de células humanas que persisten tras el proceso de fabricación, EDTA (o AEDT en castellano, ácido etilendiaminotetraacético), variantes solubles de la proteína S.... Sin tener claro aún qué moléculas son culpables y cuáles inocentes resulta complicado modificar las vacunas para evitar que estos raros y graves efectos adversos ocurran. Tampoco se conoce, por ahora, si existe algún sector de la población que pudiera tener un riesgo incrementado de sufrir VITT o qué características de los pacientes los convierten en vulnerables a sufrir este efecto adverso. 

Aunque la explicación más sólida por ahora es la producción de autoanticuerpos contra PF4, no se ha podido detectar estos anticuerpos en todas las personas que han sufrido los raros casos de trombos con trombocitopenia tras la administración de las vacunas. Aún no puede descartarse que existan otros factores involucrados.