La respuesta de las fábricas de anticuerpos del organismo tras recibir la vacuna augura una inmunidad duradera

Sergio Ferrer

20 de marzo de 2021 21:10 h

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Las vacunas contra la COVID-19 ya han mostrado fuera de los ensayos clínicos su capacidad para evitar hospitalizaciones y muertes. Solo el tiempo podrá determinar con exactitud cuánto durará su protección, pero los últimos estudios sugieren que la inmunidad será prolongada. Una reciente prepublicación pendiente de revisión asegura que la vacuna de Pfizer induce una respuesta robusta por parte de los linfocitos B, las células encargadas de producir anticuerpos contra el coronavirus.

“Examinamos la respuesta de los linfocitos B a la vacuna de Pfizer/BioNTech a partir de la actividad de los plasmablastos y los centros germinales”, explica a elDiario.es el investigador de la Universidad Washington en San Luis (EE. UU.) y coautor de la prepublicación, Ali Ellebedy. Esto fue posible gracias a 32 voluntarios a los que se extrajeron muestras de sangre y, además, de linfa obtenida de los nódulos de la axila.

Los plasmablastos son, en palabras de Ellebedy, “las células responsables de secretar anticuerpos a corto plazo tras la vacunación, durante dos o tres meses”. Pasada esa fecha entran en juego los centros germinales, lugares en los que se “refinan los linfocitos B reclutados y aseguran que tengan lugar respuestas duraderas”.

Ellebedy y el resto de su equipo observaron que la vacuna inducía “respuestas robustas y persistentes en los plasmablastos, anticuerpos y centros germinales de todos los individuos”. Por todo ello, el investigador considera que sus resultados apoyan la idea de que la vacuna de Pfizer protegerá durante un tiempo “considerable”.

“Los centros germinales es donde nacen las células plasmáticas de larga vida, responsables de mantener los niveles de anticuerpos [a largo plazo]”, aclara. “El hecho de que veamos respuestas muy robustas es un muy buen presagio de la capacidad de estas vacunas para inducir respuestas duraderas y maduras”.

Los investigadores también midieron los anticuerpos IgG e IgA secretados por los plasmablastos, cuyos niveles alcanzaron su pico una semana después de la segunda dosis y disminuyeron tres semanas más tarde. Ellebedy explica que esto “teóricamente contribuiría a limitar la replicación viral en individuos infectados” y, por lo tanto, “a disminuir las posibilidades de infección”. Sin embargo, deja claro que será necesario investigar más al respecto sobre este tema.

Otros expertos consultados, que no han participado en el estudio de Ellebedy, creen que estos resultados son buenas noticias. La investigadora de la Universidad de California en San Francisco (EE. UU.) Monica Gandhi considera que aporta “evidencia adicional” de que la inmunidad generada por las vacunas será “duradera”. De forma similar, el investigador de la Universidad de Granada Ignacio Molina asegura que el trabajo “concuerda” con lo observado hasta ahora. Además, ambos consideran que los datos que aportan las biopsias de los centros germinales son muy valiosos.

“Cuando hay una respuesta potente en los centros germinales las posibilidades de que esta se mantenga en el tiempo son mayores”, aclara Molina. “En clínica vemos una protección muy vigorosa, y [la prepublicación] es una caracterización celular profunda de lo que vemos [en el mundo real]”.

La inmunidad natural también es duradera

El trabajo de Ellebedy no es el primero que intenta responder a la pregunta de cuánto durará la inmunidad. Otras publicaciones recientes han analizado la duración de la respuesta en pacientes infectados por el SARS-CoV-2 —en lugar de en personas vacunadas—, tal y como recuerdan Gandhi y Molina.

Por ejemplo, un estudio publicado en febrero en la revista Science ya apuntó a que una inmunidad duradera contra posibles reinfecciones “es posible para la mayoría de individuos”. Sus resultados mostraron que las defensas podrían durar hasta ocho meses, el máximo de tiempo que los investigadores pudieron analizar las respuestas. “Vieron que las células de memoria, tanto de los linfocitos T como de los B, se mantenían con vigor a largo plazo en individuos infectados”, dice Molina. “La sensación general es muy positiva: la producción de anticuerpos es muy potente y va a mantenerse durante un tiempo razonable”, añade, en referencia a la literatura existente hasta la fecha. ¿Cuánto? “Por lo menos un año, y ya veremos a partir de ahí”.

Molina cree que el trabajo de Ellebedy es “complementario” a estos estudios y “coherente” con lo que sabemos hasta el momento con pacientes infectados de forma natural. Por eso, asegura que “la sensación general es muy positiva”. En su opinión, la nueva investigación “nos ayuda a entender y corroborar las razones por las que la respuesta es potente y confirmar los mecanismos inmunitarios subyacentes”.