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Haddotin, Albalia y Star Trek: el 'shippeo' como gesto rebelde para darle otro sentido a la cultura

Una imagen llevada a cabo por fans imaginando una relación entre el Capitán Haddock y Tintín.

Felipe G. Gil

Las teorías clásicas de la comunicación dibujaban a los espectadores como sujetos pasivos que consumían de forma acrítica sus productos culturales preferidos. Siguiendo una concepción más tecnológica que social, dichas teorías concebían a los fans como receptores de un mensaje que era emitido por parte de quién producía los libros, programas de radio y televisión, películas, etc. Hoy en día y en un ecosistema en el que todo el mundo consume y emite mensajes simultáneamente, dicha definición queda obsoleta y los fans construyen sus versiones alternativas de aquellas ficciones que aman.

Haddotin es un shippeo. Una relación ficticia entre el Capitán Haddock y Tintín que no es solo una anécdota y dice mucho de la cultura y los códigos de las personas nacidas en los 90 y en adelante. Rica en matices y compleja.

En Wikipedia ya existe una definición bastante atinada de lo que significa el shippeo (o shipping):

Shipping es un término anglosajón que deriva de la palabra "relationship" ("relación", en Español) y que define en general la implicación emocional o intelectual de los seguidores de una obra de ficción en un romance entre dos o más personajes de esta. Aunque técnicamente el término es aplicable a cualquier implicación de este tipo, se refiere básicamente a varias dinámicas sociales propias de Internet, y rara vez se utiliza fuera de este contexto.

El shipping puede incluir absolutamente cualquier tipo de relaciones: desde las bien establecidas y conocidas por todos, canónicas dentro del universo de la ficción, pasando por las ambiguas o de desarrollo probable, hasta las muy improbables o directamente delirantes. Los aficionados al shipping (o shippers) sostienen que la relación existe, existirá o, simplemente, que quisieran que existiera.

Un ejemplo reciente de cómo el ‘arte de shippear’ se puede convertir en una herramienta en defensa de los derechos LGTB+ se vio claro en Operación Triunfo. Durante la última edición, los fans del programa se dedicaron a generar contenidos en los que sugerían relaciones entre Natalia Lacunza y Alba Reche, en un binomio que al estilo de muchos shipeos es bautizado con la combinación de ambos nombres: Albalia. De hecho, durante el 8M uno de los carteles que podía verse en una de las manifestaciones decía: “Menos masculinidad Tóxica y más Toxic de Albalia” (en relación a una canción que cantaron ambas durante el concurso).

El fenómeno no es nuevo. Para muchos fans, amar y criticar siempre ha sido una constante. El prestigioso doctor en comunicación y cultura contemporánea Henry Jenkins, lleva años teorizando sobre la potencia social y las posibilidades de generación por parte de los fans. De hecho, para él existe una voluntad democratizadora con respecto a las historias que terminan convirtiéndose en mitológicas. Ya en 1997 Jenkins declaraba para el New York Times: “Si miramos atrás, las historias clave que nos contábamos a nosotros mismos y eran importantes pertenecían a la gente. La ficción de fans es una forma en que la cultura repara el daño causado en un sistema donde los mitos contemporáneos son propiedad de corporaciones en lugar de a la ciudadanía”.

El propio Jenkins relata en su libro “Cultura de la Convergencia” como los fans de Star Trek durante los años 80 se dedicaban a enviar cartas a los productores de la serie para recomendarles la ausencia de relaciones homosexuales. Años más tarde se produjeron incluso vídeos en los que se sugerían relaciones ocultas entre el Capitán Kirk y Spock. Al fin y al cabo: una historia que relata un futuro con todo tipo de criaturas, planetas y tecnologías…¿y no hay relaciones LGTB? Raro.

El universo de Tintín ha sufrido alguna polémica revisión de su forma de plantear ciertas cuestiones. En el año 2011, el ciudadano congoleño Bienvenu Mbutu Mondondo, reclamaba la prohibición de “Tintín en el Congo” (1931) o la introducción de un mensaje de advertencia sobre su contenido. “Es un insulto para los negros”, decía. El asunto acabó en los tribunales y aunque finalmente la obra fue declarada no racista, el abogado de la acusación, Ahmed L’Hedim, declaraba que el cómic de Tintín representaba a los congoleses como “idiotas, perezosos, incivilizados e incapaces de hablar correctamente”. En algunas ediciones posteriores, algunas editoriales han optado por poner un mensaje que advierte al lector del contexto histórico en el que se produjo la obra. Sin embargo, lo que ha ocurrido con Haddotin es diferente.

Haddotin no pide revisar ni prohibir nada. Es una ficción de la ficción que no pide permiso. Sucede sin más. Simplemente juega a imaginar una realidad paralela en la que el Capitán Haddock y Tintín se aman locamente. Y quizás sea un signo de los tiempos. Las identidades se multiplican y se hacen complejas y los fans quieren leer historias que representen dicha diversidad y dicha complejidad. Y si no lo ven en sus pantallas...crearán las historias elles mismes.

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