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“La nube” es el ordenador de alguien (y está más cerca de lo que imaginas)

Carlos del Castillo

Desde Madrid se puede entrar en la nube. Hay que atravesar varias puertas con diferentes controles de seguridad, tener tarjeta de identificación e ir acompañado por alguien con una huella dactilar reconocida por el sistema. En el interior se guarda la serie de Netflix que verás hoy, el nuevo vídeo de ese youtuber que te gusta y ese montaje de Facebook que conmemora tu cumpleaños.

Dentro de la nube el ruido obliga a elevar la voz y hace bastante frío. Son dos consecuencias de las máquinas industriales de aire acondicionado que hay unos metros por encima. Justo al lado están los motores de barco que entrarían en acción en caso de fallo del suministro eléctrico, generadores diésel con la misión de que la energía y la refrigeración no falten jamás. Esta nube, por la que pasa alrededor d el 50% del tráfico de Internet de España, produce muchísimo calor, y a sus circuitos no les gusta nada el calor.

“La nube” es en realidad un ordenador gigante y el gasto que supone mantenerlo a temperatura óptima coloca a Interxion en el séptimo lugar en la lista de consumidores eléctricos de la Comunidad de Madrid. Esta empresa holandesa gestiona el centro de datos independiente más importante de España, una  infraestructura con forma y necesidades tan físicas como alejadas del etéreo concepto de “nube” que el marketing digital emplea para describirla.

“Somos una parte imprescindible de la cadena de valor de Internet, pero poco sexy”, reconoce a eldiario.es Robert Assink, director general de Interxion en España. “Poco sexy en el sentido de que la gente desconoce el papel que tenemos.  Estamos acostumbrados a manejar un montón de dispositivos digitales sin darnos cuenta de qué hay detrás. Cada vez que  algo se mueve en tu móvil es gracias a una infraestructura troncal: el móvil se conecta a una antena, esa antena a un cable de fibra en el suelo que a su vez conecta con este centro de datos, desde donde se sirve la información al móvil”.

En Interxion trabajan unas 60 personas. La mitad son personal de limpieza, seguridad o administración, mientras que la otra mitad son ingenieros. No informáticos, sino industriales. Son los mecánicos de la nube. Unas 400 empresas usan estas instalaciones, ubicadas en el madrileño barrio de San Blas. Cuando cada una de ellas deposita sus servidores aquí, contrata básicamente dos cosas, resume Assink: por un lado, “un seguro de vida” que garantiza que las máquinas funcionarán en todo momento (suministro eléctrico constante, refrigeración, seguridad física) y por otro, la posibilidad de conectarse directamente con los servidores del resto de empresas, algo que en 2019 sigue siendo clave en la velocidad de la red.

La nube para dummies

¿Cómo es posible que los contenidos de Netflix se reproduzcan con la máxima calidad en cualquier parte del mundo usando tan solo una conexión a Internet? Uno de los secretos es acercarse a ti lo máximo posible. 

“Netflix tiene la película o la serie en los servidores de Amazon, que es cliente nuestro. Cuando tú en tu casa, en tu tele, pides ese contenido, Netflix manda una orden a un punto de distribución, que es un centro de datos como este. Si el contenido está depositado aquí, la reproducción empieza en milisegundos”, detalla Raquel Figueruelo, responsable de Marketing de Interxion.

“Pero hay veces que Netflix te pone un cartel que dice: No hemos podido servirle el contenido, inténtelo de nuevo. ¿Por qué? Porque ese contenido no está en España. Lo que pasa en ese momento es que la plataforma lo busca en EEUU, en Asia o donde lo tenga depositado, lo descarga, lo trae aquí y lo distribuye. Eso pasa en segundos. En realidad, con el cartelito lo que ellos están ganando es tiempo, el necesario para descargar a Madrid el contenido que tu has pedido”, continúa.

El principio que hay detrás de todo esto se denomina latencia, “la rapidez con la que viaja una información entre un punto y otro”, explica Assink. Se mide en milisegundos y cuanto más baja, mayor velocidad a la hora de suministrar un contenido.

“El usuario digital le exige mucho más a su servicio que a cualquier otro. Cuando selecciona reproducir un contenido crítico lo requiere en milisegundos, y para eso tiene que haber una latencia muy baja. Para que esto sea posible los ordenadores tienen que estar cerca del usuario. No pueden estar en Laponia para servir a España por ser un lugar frío, por ejemplo, estaría demasiado lejos”, continúa el director general de Interxion.

La clave de los centros de datos independientes es su capacidad para conectar físicamente los servidores de las empresas que prestan los servicios que dan forma a Internet. Las series y películas de Netflix están unidas por cables a los servidores de los alrededor de 120 clientes de Interxion que operan redes de telecomunicaciones, desde Telefónica, Orange o Vodafone a muchas otras que solo ofrecen cobertura local en algunas zonas de España. Para disminuir al mínimo la latencia, ni nubes ni satélites. Todo cable. 

La quinta ola 

La popularización de “la nube” llegó al conectar físicamente a los teleoperadores con las digital media, como se conoce en el sector a  las empresas que distribuyen contenidos, como Google, Amazon (a través de sus servicios web) o Facebook. Pero para cuando la propaganda de estas empresas convirtió “la nube” en un hito de la humanidad esta ya llevaba varios años funcionando. El centro de datos de San Blas abrió en el año 2000.

“Cuando nacimos, empezamos teniendo muchos operadores de telecomunicaciones, venían a interconectarse unos con otros. Ese fue el inicio. Luego vinieron las empresas. Correos, FCC, Ferrovial y muchas empresas del Ibex-35 depositaron aquí algunos de sus servidores. Luego llegó una ola muy grande de lo que nosotros llamamos digital media: empresas que tienen el contenido que necesitan enviar muy rápidamente, pero fue solo la tercera fase del negocio de los centros de datos”, resume Figueruelo.

La cuarta ola está llegando en este mismo momento. Se trata de la “computación en la nube”, que emplean los dispositivos que piensan de forma remota. Los altavoces inteligentes con sus asistentes virtuales o el nuevo modelo de videoconsolas sin máquina que sirven sus juegos bajo suscripción son ejemplos de ello, aunque lo más gordo está al caer: el 5G multiplicará la capacidad de transmisión de datos de los aparatos y se prevé que un gran número de empresas lo aprovechen para sacar muchos de sus procesos informáticos fuera de los propios dispositivos y abaratar costes. Los fabricantes de coches autónomos están muy pendientes del potencial de esta tecnología, por ejemplo.

En el horizonte, el negocio de los centros de datos ya vislumbra una nueva fase de crecimiento. “La quinta ola llegará cuando las empresas no tecnológicas empiecen a traer aquí sus servidores. Tarde o temprano van a acercar parte de su infraestructura a un sitio donde estén interconectados con todo. A lo mejor los programas con las nóminas siguen en sus instalaciones, pero llevarán los servidores más críticos allá donde están las redes de comunicaciones, a los centros de datos”, prevé la responsable de Interxion. 

Energía, energía, energía 

La ecuación está clara: el negocio digital se multiplica, lo que va a multiplicar el consumo de energía. Interxion es el séptimo consumidor de Madrid y va a ampliar sus instalaciones de forma inminente, con lo que calcula que subirá uno o dos puestos en la lista. Su máximo competidor ocupa el noveno escalón. Según algunos cálculos, los centros de procesamiento de datos ya se comen entre el 3% y el 4% de la energía producida en todo el mundo. 

“En el año 2000 un servidor pedía 500 vatios, hoy en día puede pedir 2.500 vatios. La capacidad de computación se ha multiplicado y eso significa que piden mucha más potencia energética. A eso hay que sumarle el consumo que deriva de la refrigeración”, cuantifica Figueruelo. 

La industria digital, explican Assink y Figueruelo a eldiario.es, no se alejará de los núcleos urbanos. Todo lo contrario: “Nosotros estamos muy céntricos porque nuestro negocio depende mucho de la energía eléctrica, porque la necesitamos para alimentar los servidores de los clientes, pero también somos muy demandantes de las redes de telecomunicaciones, que Telefónica, Orange o Jazztel puedan llegar fácilmente hasta aquí”. 

En el distrito de San Blas-Canillejas de Madrid se ha constituido un polo empresarial de la industria del dato. Se llama Silicon Alley y no emula al californiano Silicon Valley, sino al “callejón del silicio” de Nueva York. “Representa el lugar con más alta concentración de empresas tecnológicas de España. Formado por un clúster de empresas dedicadas a la tecnología punta y las redes de telecomunicaciones y nacido sin el calor del apoyo público, Silicon Alley se ha ido abriendo paso gracias al esfuerzo de las corporaciones que lo forman”, explican desde la organización. Hasta 200 empresas tecnológicas se concentran en esta zona de Madrid. 

Su principal reclamación es la energía. Protestan contra el diseño de los planes de energía que, denuncian, están pensados para satisfacer las necesidades del negocio inmobiliario y no de la industria digital, una de las mayores demandantes de electricidad. Madrid tiene potencial para ser el enlace digital de Europa con África, “donde estará el boom en consumo de datos en 20 años”, expone Figueruelo, así como con América Latina vía cables submarinos.

“No hay un plan de infraestructura eléctrica que de verdad se base en lo que necesita la industria digital. La agricultura supone el 2% del PIB en España. La industria solo supone el 20%. Tendremos que dar servicios, pero no solo de sol y playa, tenemos que dar servicios digitales”, sentencia.

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