ENTREVISTA
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María Jesús Correa, abogada feminista especialista en violencia de género
La abogada María Jesús Correa: “Las leyes y políticas de igualdad no servirán hasta que no tengamos un sistema feminista”
María Jesús Correa (Sevilla, 1970) ha llegado a una conclusión después de estar trabajando durante muchos años muy cerca de las víctimas de la violencia machista: la polarización de la sociedad y el negacionismo de la violencia de género impiden que la legislación en favor de la igualdad se aplique correctamente. Ejerce más de psicóloga que de abogada durante las primeras horas en las que asiste a una mujer que quiere denunciar a su pareja o expareja, confiesa Correa, que tiene claro que esas leyes son “bienintencionadas” pero que no están siempre desarrolladas por personas con perspectiva de género.
La letrada, que no se corta a la hora de pedir una evaluación sobre aquellos operadores jurídicos que tienen que poner en práctica esas políticas públicas de igualdad que vienen aprobándose, apuesta por no cargar sobre la víctima, por ejemplo, si no ha llegado a atreverse a denunciar. “Es un sistema completamente hostil con la mujer víctima”, señala durante la entrevista. “Y encima la culpa se le echa a la muerta por no denunciar”, zanja. También pide a que se utilicen las medidas para la valoración del riesgo de la violencia en las instancias policiales y judiciales a las que acuden las víctimas, y califica como “puro cinismo” los repetidos minutos de silencio por parte de las instituciones cuando se comete un asesinato machista. “Hasta que el feminismo no sea estructural y atraviese toda la sociedad, seguiremos padeciendo asesinatos de mujeres a manos de hombres”, sentencia poco antes de que trascendiera la décima víctima mortal del machismo en Andalucía en lo que llevamos de año, en Estepa en esta ocasión.
Este Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres ha coincidido con nuevos asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. ¿Confía en que esa fecha deje de conmemorarse alguna vez?
Cuando hablamos de violencia, estamos hablando de un problema estructural. El problema estructural de la sociedad es la desigualdad que, llevada al extremo, es el asesinato de una mujer. Todas las instituciones están caladas por esa desigualdad, con una discriminación institucional y estructural que lo toca todo. Eso sí que es transversal. La violencia es interseccional porque toca todas las circunstancias de una mujer y hay que estar hablando de esto todos los días del año, no solo el 25N.
Tenemos que conseguir que lo que sea estructural sea el feminismo. Hasta que el feminismo no sea estructural y atraviese toda la sociedad, seguiremos padeciendo asesinatos de mujeres a manos de hombres. Porque no solo el sistema judicial no da respuesta. Tampoco dan respuesta las redes sociales, ni los medios de comunicación. No estamos en islas, sino que estamos inmersos en una sociedad y una cultura machista, con la hegemonía del hombre en el centro. Y eso no se va a ir de un día para otro. Si las feministas no hubieran estado ahí durante muchos años luchando no se hubiera conseguido la legislación que tenemos. Eso sí, la legislación es muy avanzada, es buena y es bienintencionada, pero no sirve para nada si no se aplica.
¿No le resulta contradictorio que, cuantos más avances legales hay y cuanta mayor atención y protección se le presupone al sistema hacia las víctimas, siga habiendo violencia y sigan cometiéndose feminicidios? ¿Qué está fallando?
La Ley de Violencia tiene 20 años. España firmó el Convenio de Estambul hace diez. El Pacto de Estado tiene siete. Y siguen matando a mujeres, por lo tanto no funcionan. Estamos avanzando en una legislación que es un bólido para una persona sin carné de conducir. Le estamos dando herramientas a gente que no las sabe usar. Hace falta perspectiva de género, hace falta tiempo, hace falta dotación, hace falta el doble de juzgados de violencia, hace falta que los juzgados de lo penal sean especializados. Todas esas cosas estamos hartas de decirlas todas las personas juristas que llevamos en este mundo muchos años. Y se está avanzando, pero en una legislación en un mundo imaginario.
La gente está polarizada, no solo políticamente sino también socialmente. Y esas personas polarizadas están en todas las instituciones, también en los juzgados, y en todos los operadores jurídicos. Somos seres humanos detrás de unos organismos y muchos de esas personas son negacionistas de la violencia de género, y están trabajando en el ámbito de la violencia.
¿A qué herramientas se refiere?
Pues artículos que ya existen, por ejemplo con respecto a niños y niñas víctimas directas de violencia presencial, en sus casas. Tenemos leyes que impiden los regímenes de visitas y de estancias con esos menores en los casos de separaciones. Hay que actuar antes, hay que anticiparse, no hay que dar lugar a prolongar esa violencia contra niños y niñas, y que no solo la padecen los menores, sino que el propio agresor las utiliza para seguir haciéndole daño a la mujer. Si mata a la madre, dejas a huérfanos y a una familia entera destruida, y si mata a los hijos, matas en vida a la madre. Las políticas públicas de igualdad tienen que avanzar partiendo de la base de que el machismo transversal y estructural, que es al que hay que destruir y que es el que produce el negacionismo. Y ese negacionismo directamente mata.
¿Por qué cree que pervive en tanta medida ese negacionismo de la violencia de género?
La gente está polarizada, no solo políticamente sino también socialmente. Y esas personas polarizadas están en todas las instituciones, también en los juzgados, y en todos los operadores jurídicos. Somos seres humanos detrás de unos organismos y muchas de esas personas son negacionistas de la violencia de género, y están trabajando en el ámbito de la violencia. Estamos poniendo las herramientas en manos equivocadas. Con esto no quiero decir que toda la gente que trabaja en un juzgado sea negacionista ni que sea machista. Lo que quiero decir es hay una guerra sociocultural que lo impregna todo, donde lo conseguido por el feminismo ha hecho que se reavive esa polarización, y eso mismo ha dado lugar a las debilidades del sistema.
¿Una especie de acción-reacción entre feminismo y machismo?
Eso es. El feminismo ha avanzado, hemos conseguido muchas cosas, pero ahí está la 'machosfera', con todo lo que implica, y que está en todas las instituciones. Algunos hombres se sienten agredidos con los avances feministas, y a algunos les he leído eso de que “nos estamos pasando con la igualdad”, que en sí misma es una frase que no tiene sentido porque el límite de la igualdad es la propia igualdad. El problema de esta democracia enferma es que no entiende la igualdad. Y del mensaje que hay en las leyes, que han cubierto muchas de las demandas feministas, la gente no acaba de convencerse y se sigue juzgando a las víctimas.
El papel lo aguanta todo. Yo no digo que no sean leyes bienintencionadas y que detrás hay personas muy preparadas que han pensado en esto bien. Pero podríamos empapelar las calles con leyes, protocolos, instrucciones, etc. y siguen matando mujeres. Tenemos que ir a la raíz del problema. Cuando hablan de “feminismo radical” tienen razón porque no puede ser de otra manera: “radical” es que va a la raíz, pero es que tiene que ir esa raíz y, a su vez, echar raíces y enganchar a las estructuras. Hasta que no consigamos que la frase sea que lo que es estructural es el feminismo, seguiremos conmemorando el 25N. Y yo creo que no lo veré.
¿Es pesimista entonces?
Cuando yo empecé a trabajar con en violencia de género hace más de hace 25 años, y concretamente en el servicio de defensa legal de la Asociación Derecho y Democracia, estábamos las primeras abogadas que empezábamos a dedicarnos a eso cuando no existía el turno de violencia de género del Colegio. En ese momento no digo que se conseguían más cosas, porque había menos medios, pero proporcionalmente sí, porque la sociedad estaba más dormida, pero los atacantes también estaban más dormidos. Por eso digo que los avances han hecho que reaccionen los reaccionarios, que por eso se llaman así. Y la polarización de ahora ha llegado al punto de que el negacionismo impide que esa legislación se llegue a aplicar correctamente. Esa es la conclusión a la que yo llego, porque no me puedo explicar que, con todo lo que tenemos, sigamos fallando.
La mujer siempre está en el punto de mira, pero el problema no está en la mujer sino en la mirada del que está enfrente. Y se nos sigue juzgando. Por eso digo que es una sociedad enferma en el sentido de que estamos dando por buena una desigualdad que se ha normalizado.
Y ¿cómo ve a la sociedad del futuro? ¿Qué pasa con los jóvenes en este sentido?
Veo que la gente joven está muy equivocada, y es que la gente joven es el futuro. El feminismo lleva más de tres siglos, pero creo que la primera manifestación importante a la que acudieron jóvenes fue en 2018. La juventud tiene el problema de las redes sociales. La manosfera está en las redes sociales, que están dando unos mensajes que les confunden y es su forma de informarse. Es como aprender el sexo con el porno. Si tú aprendes “feminismo” en la manosfera, pues ya no estás aprendiendo. Ahí lo que te están diciendo es que las mujeres engañamos y abusamos, igual que antes no teníamos alma, pues ahora resulta que queremos quedárnoslo todo, que ponemos denuncias falsas, etc. La mujer siempre está en el punto de mira, pero el problema no está en la mujer sino en la mirada del que está enfrente. Y se nos sigue juzgando. Por eso digo que es una sociedad enferma en el sentido de que estamos dando por buena una desigualdad que se ha normalizado.
¿Qué problemas concretos tiene esa “sociedad enferma”?
Hay varios problemas. El problema de la violencia está en todos lados, en muchas casas. Hay muchas que no lo reconocen pese a que son víctimas de violencia de algún tipo (física, económica, o psicológica, que tiene muchas formas de manifestarse) y que no van a entrar en el sistema judicial. También están las que lo reconocen, pero no lo van a denunciar nunca por miedo, porque consideran que “no se ha pasado lo suficiente”, porque “hoy ha bebido pero en realidad no es malo”. Y hay otras, a las que yo me refería sobre todo el día de la intervención parlamentaria, que van y no vuelven.
¿Por qué?
Es un sistema completamente hostil con la mujer víctima. En ocasiones, muchas, sale peor que llega, porque le estamos animando a denunciar, creando unas expectativas que en la mayoría de las ocasiones no se cumplen. Porque van a un juzgado sobrecargado de trabajo, sobrepasado, sin los medios necesarios para dar una respuesta proporcionada a sus necesidades. Yo miro la legislación vigente y pienso: ¿Pero aquí se va a cumplir algo en algún momento? No todos los casos son iguales, y no todas las víctimas necesitan lo mismo.
Cuando estoy de guardia además de letrada, soy psicóloga, porque lo único que se va a llevar esa señora ese día es mi respeto y mi escucha. A lo mejor necesita una orden de protección o una medida de alejamiento, o quizás acabe en una casa de acogida. Yo he visto cosas en el juzgado para ir al juzgado de guardia, de muy poco respeto a las mujeres. Y esto es lo mínimo que podemos exigir, respeto. Puede haber una joven al que su novio le ha agredido en una discoteca o una señora que lleva 25 años sufriendo violencia y dice que no puede más, y todas necesitan una respuesta ajustada a su problema, para evitar la normalización de la violencia.
¿Esa es una de las principales grietas del sistema?
El sistema es hostil porque no solo yo, sino también las compañeras con las que comparto profesión, tenemos todas los mismos problemas y que se resumen en que no se cumplen los artículos que tenemos a nuestro favor. A una mujer que denuncia hay que escucharla el tiempo que necesite, hay que practicar diligencias de investigación... Aquí hay muchas piezas. Por un lado, están los centros de municipales de atención a la mujer, que es normalmente el primer sitio al que la mujer acude y donde hay asesoría jurídica, psicológica y trabajadoras sociales. Si el Servicio de Orientación Jurídica me nombra como abogada de oficio, esa señora que ha ido antes a un centro de la mujer debe tener un informe elaborado por personas especializadas (eso se supone, porque por ejemplo el Ayuntamiento de Sevilla está desmantelando ese sistema).
Algunas que se tienen que volver a su casa con él porque no todas quieren irse a una casa de acogida, que además tienen sus propios requisitos, que obligan a hacer preguntas muy personales a la señora, en momentos de máxima vulnerabilidad. Es la llamada revictimización, y me atrevo a decir que se da en la mayoría de los casos
¿Falta coordinación? ¿Falta empatía?
Necesitamos coordinación. Las mujeres no pueden ir al juzgado o a la policía a cuerpo gentil. Tendría que ir con informe de un Centro de Atención a la Mujer, porque estamos cargando toda la responsabilidad en ella: si tú no denuncias, nadie te va a ayudar, aunque ahora contamos con el Protocolo Cero, con intervención policial por aviso de terceras personas. Pero si al final no pone la denuncia, la Fiscalía no seguirá de oficio. Entonces, siempre estamos poniendo toda la responsabilidad en esa señora, en que tiene que denunciar. De acuerdo, denuncia y se pega en el Juzgado de Guardia una media de cinco horas, y a lo mejor se va sin nada, sin orden de protección, y muerta de miedo, porque sabe que su pareja o expareja va a salir del juzgado detrás de ella con diez minutos de diferencia. O algunas que se tienen que volver a su casa con él porque no todas quieren irse a una casa de acogida, que además tienen sus propios requisitos, que obligan a hacer preguntas muy personales a la señora, en momentos de máxima vulnerabilidad. Es la llamada revictimización, y me atrevo a decir que se da en la mayoría de los casos
¿Quiere decir que la principal carencia del sistema está en el propio sistema?
Es que somos nosotras, como abogadas de las víctimas, contra un sistema que intenta ponernos palos en las ruedas permanentemente. ¿Cuántas mujeres renuncian a seguir cuando ven el plan que hay allí? Cuando una mujer es víctima de violencia tendría motivos para denunciar todos los días, pero hay un día concreto que va al juzgado porque ese día ha pasado algo y ya no ha podido más. Y ese mismo día la perdemos si la hacemos estar cinco horas y se va sin nada. Sí le dedicamos tiempo puede que se vaya medio conforme si tienen un teléfono al que llamar, un nombre. Pero hay veces en que se van sin el nombre de la persona que la ha asistido, sin un teléfono, sin saber qué ha pasado allí, y se pregunta: ¿qué ha pasado que yo he estado aquí cinco horas y este señor vuelve a mi casa a acostarse?.
Hay cosas que ellas mismas no entienden y que provocan que a veces no quieren seguir. Y la Fiscalía tiene que ser capaz ya de entender, de detectar cuando estamos hablando de indicios, y librar oficios. Porque esa mujer ha ido dando pistas en el centro de salud (porque le duele todo, porque no duerme, por la fibromialgia) o en los colegios. Cuando una mujer, en lugar de poner una denuncia, acude al centro de atención y dice “yo es que quiero que me deje ya en paz, yo no quiero nada malo con él, pero lo que quiero es que me deje tranquila”, el mismo centro podría de oficio pedir una orden. Porque si la mujer no va al juzgado, el juzgado eso no lo va a hacer.
¿Qué pasa cuando las matan y sí habían denunciado? ¿A quién le echamos la culpa? Porque yo no he visto a nadie dimitir, y tampoco he visto a que evalúen a los jueces y juezas. ¿O han quitado de su puesto de trabajo a alguna jueza o algún juez de violencia cuando han ido a pedir una orden y se la deniegan y luego la matan? Yo te digo que la jueza o el juez al día siguiente está en su despacho. Entre las políticas públicas debe estar la evaluación de esas personas, de los jueces, las juezas y la Fiscalía. Hay unos que son maravillosos y hay otros que no cumplen con su trabajo y no responden por eso.
Pero el mensaje que las instituciones lanzan es que hay que denunciar, ¿no?
Lo que quiero decir es que me molesta mucho cuando trasciende un asesinato por violencia de género y lo primero que se dice por el político correspondiente es que no había denunciado, como diciendo “a mí ni me miren que no había denuncia”. Y la culpa, a la muerta, con un minuto de silencio para cumplir con el protocolo. A eso nos acostumbran, con un mensaje velado de que lo que tenía que haber hecho es ir a denunciar pero, ¿qué pasa cuando las matan y sí habían denunciado? ¿A quién le echamos la culpa? Porque yo no he visto a nadie dimitir, y tampoco he visto a que evalúen a los jueces y juezas. ¿O han quitado de su puesto de trabajo a alguna jueza o algún juez de violencia cuando han ido a pedir una orden y se la deniegan y luego la matan? Yo te digo que la jueza o el juez al día siguiente está en su despacho. Entre las políticas públicas debe estar la evaluación de esas personas, de los jueces, las juezas y la Fiscalía. Hay unos que son maravillosos y hay otros que no cumplen con su trabajo y no responden por eso.
¿Qué otras cuestiones concretas pueden mejorarse para aumentar la protección de las mujeres víctimas de violencia de género?
Sistemas hay. La Junta de Andalucía, por ejemplo, tiene ahora una herramienta que se llama 'Lenore' para que la valoración del riesgo de violencia sobre las mujeres se pueda hacer desde los centros municipales de información de los que antes hablaba. Pues nunca lo he visto hacer. También está 'VioGén' [de la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior], donde la Policía puede calificar de riesgo extremo, pero con la advertencia de que se multiplican por ocho las posibilidades de que la mujer sea asesinada y se precisa de valoración forense del riesgo. Pues tampoco lo he visto nunca hacer. Es muy triste.
¿Por qué cree que no se usan esas herramientas?
Pues no lo sé, pero también hay que preguntarse otras cosas: ¿Hay bastantes personas forenses adscritas a esa unidad? ¿Cuántos fiscales de juzgado de violencia hay? En Sevilla tenemos cuatro juzgados de violencia y no dan abasto, y eso no puede ser. Y en los pueblos no hay, porque son juzgados mixtos. Y, para culminar, el enjuiciamiento es un juzgado penal que no es especializado. Si a eso le sumas a esos machistas y negacionistas que están en todos estos elementos que funcionan en todo el engranaje judicial, pues tenemos la tormenta perfecta.
Quiero decir con todo esto que las leyes bienintencionadas están muy bien, pero necesitan estar inmersas en un sistema feminista. Las leyes y las políticas públicas de igualdad no servirán de nada hasta que no tengamos un sistema feminista. Si el sistema no es feminista, no va a haber perspectiva de género en la vida y va a seguir habiendo estereotipos de género en la manera de tratar a las mujeres. Y no hay que hablar solo de la violencia que llega al juzgado, porque hay mucha que no llega a los juzgados y no va a llegar, porque la violencia está en la calle todos los días. Si no tenemos una sociedad feminista, no vamos a acabar con este problema nunca. E, institucionalmente, lo que creo es que hace falta dotar económicamente todas las medidas que se aprueban, y con más juzgados y con más personas con perspectiva de género.
El otro día decía yo en el Parlamento “por favor, no privaticen más”. Tengo a la misma empresa privada que perita coches y perita señoras. Por favor: servicios públicos especializados en juzgados especializados y políticas públicas de igualdad. Todo eso tienen que ser los cimientos de una estructura feminista. Porque si ponemos todas esas medidas sobre la base del machismo se va a seguir hundiendo.
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