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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

El patio que no sale en los mapas

Web Un Relato Andaluz (3)

María Marín Álvarez

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Hablemos de cosas pequeñas. Hablemos de una calle en el centro de Sevilla. Hablemos de algo tan pequeño como el dolor de una persona; de algo tan insignificante como la obstinación de una madre frente al poder de un régimen que, ciego, jamás reparó en ella. Hablemos de textos pequeños, de editoriales pequeñas. Hablemos de El patio número 3, texto de la colección “Nuevos Bufones” de Ediciones El Bufón, para asomarnos a la calle Jesús del Gran Poder y cruzar la puerta que abrió recientemente el dramaturgo estepeño Víctor Muñoz.

Nacido en 1980, Víctor es poeta, escritor, dramaturgo y profesor de secundaria. Es, además, alumno de Dramaturgia en la ESAD de Sevilla. En una de las solapas de su libro podemos leer que se ha convertido en “una de las voces más inspiradas de la nueva dramaturgia andaluza.” Y vaya si es verdad. 

Nuestra ciudad tiene un mapa en el que encontrar esos rincones especiales que buscan los turistas con avidez; lugares donde todos tenemos fotos, recuerdos; lugares que atesoran millones de corazoncitos en redes sociales; estampas de las que nos vanagloriamos, como si fueran nuestros (porque se supone que lo son). Son lugares que podemos señalar en el mapa, que podemos buscar en nuestro GPS para hallar su localización exacta. Sin embargo, hay otro mapa más profundo, uno que no se ve a simple vista. Ese mapa del que hablo está cubierto de polvo, de escombros, de mala idea. Y de sangre. Está cubierto de frases hechas como “no abramos heridas”, “mejor olvidar para seguir viviendo en paz, para sanar” y tantas otras que, cada vez que se pronuncian, echan otra capa más de maleza sobre él. 

El Patio Número 3 le echa un pulso al olvido y a la ignorancia. Y lo gana, porque pasear por la calle Jesús del Gran Poder nunca volverá a ser lo mismo para mí. En El cartógrafo de Mayorga, el personaje de Déborah dice: “No basta mirar, hay que hacer memoria, lo más difícil de ver es el tiempo.” Desde que leí El patio número 3, desde que conocí a María, su protagonista, esta máter dolorosa, no paro de pensar en esta frase que más bien es una sentencia. “Lo más difícil de ver es el tiempo”. Miremos atrás: en enero de 1932, el Gobierno de la República expropió la residencia de los jesuitas en Sevilla, incluyendo la capilla de los Luises. En febrero, los edificios fueron ocupados para establecer la Escuela Normal del Magisterio y una escuela práctica. A partir de 1934, el edificio situado en la calle Jesús del Gran Poder, fue ocupado sucesivamente por la Escuela Normal, la Inspección Provincial, el Consejo Provincial de Educación y una escuela graduada. Sin embargo, tras el golpe de Estado los jesuitas recuperaron su residencia.

Todas las noches, entre las dos y las tres de la madrugada, la muerte visitaba la ciudad. Los camiones esperaban implacables. Los cuerpos, maltrechos por la tortura, eran cargados sin miramientos. Y ya no volvían. Todas las noches

La represión fue rápidamente en aumento en Sevilla y la escalada de detenciones desbordó las instalaciones preparadas para ese menester, así que muchos edificios cambiaron su naturaleza, obligando a crear prisiones improvisadas en cines, teatros e incluso barcos. A mediados de agosto del 36, para centralizar las operaciones represivas, la Delegación de Orden Público se trasladó a la antigua residencia de los jesuitas, un edificio más amplio y equipado. Desde entonces, aquella comisaría se convirtió en “centro del horror”, como podemos leer en el libro Lugares de la memoria. Golpe militar, resistencia y represión en Sevilla. Itinerarios, coordinado por Ana Sánchez-Barriga Morón y Rafael López Fernandez. Muy recomendable si queréis descubrir el mapa oculto de nuestra ciudad. 

Víctor nos invita a ocupar, durante 18 días, nuestro lugar en la cola de lo que, sin duda, fue un infierno terrenal. Sin entrar al patio, lo olemos. Sin verlo, lo sentimos. Nos situamos en la fila, detrás de María, con ese calor de agosto que pesa, con el miedo en el cogote y en el estómago, sin querer levantar la vista pero sin perder detalle de sus conversaciones con el guardia. María, una madre rebelde y desgarrada que nos obliga a confrontar la realidad de la represión franquista; que nos empuja a detenernos para cuestionar el papel de la mujer en los conflictos bélicos; que nos insta a intentar calcular el precio de la libertad y la persistencia del poder. María, emblema de la resistencia. María, víctima de todos los tipos de violencia que podamos imaginar. María que, como Antígona, quiere honrar a sus muertos. María que, como la Virgen, comparte la cruz de su hijo y aguanta estoicamente su procesión, cada día, hacia la comisaría del Gran Poder cargada con su cestita de comida para recibir siempre la misma respuesta: “Su hijo ya no necesita nada”.

Todas las noches, entre las dos y las tres de la madrugada, la muerte visitaba la ciudad. Los camiones esperaban implacables. Los cuerpos, maltrechos por la tortura, eran cargados sin miramientos. Y ya no volvían. Todas las noches. A las dos de la mañana: “Es el momento del silencio. Después del bullicio de todo el día, después de tanta gente entrando y saliendo y del griterío de nombres y apellidos, ese silencio parece tener algo sagrado. Es como si Dios nos regalara un colchón donde poder descansar un rato”. Así lo escribe Víctor para ser dicho por el guardia, el otro protagonista, además de Manuel, el hijo ausente de María. 

Desde este pequeño lugar, os animo a buscar a esta pequeña editorial de Morón de la Frontera y elegir este Patio, esta pequeña gran obra dramática para que, entre todos, podamos reconstruir en nuestra memoria ese mapa olvidado de nuestra historia

Yo no sabía que, en lo que nos encanta denominar como “el corazón de Sevilla”, existió un lugar tan desprovisto de alma como ese patio. No sabía que las gentes, especialmente mujeres, se amontonaban en fila, día tras día, para buscar a sus familiares desaparecidos. No tenía ni idea de que aquella comisaría, la comisaría del Gran Poder, como se acabó llamando, era el último lugar de reclusión para los detenidos que cada noche eran llevados a las tapias del cementerio de San Fernando para morir fusilados por la denominada Brigadilla de Ejecuciones. Ignoraba que todos los días había presos nuevos en aquella cárcel, porque todas las noches se mataba. Todas, menos las de los domingos y fiestas de guardar, porque el Cardenal Ilundáin hizo un acuerdo con los golpistas y los domingos y fiestas de guardar no se mataba. Había que descansar. El Cardenal Ilundáin, el de la Calle Cardenal Ilundáin, sí. Parece que hay mapas que siguen muy vivos en nuestra ciudad. 

Volviendo a hablar de las cosas pequeñas, hablemos de la Escuela de Arte Dramático, un lugar que tendría que estar en este nuestro mapa olvidado, pues en tiempos de guerra fue el Cuartel del Carmen, otro centro de detención que realizó su última saca el 26 de septiembre del 36 con personas de Arahal. Hablemos en concreto de una de sus aulas teóricas, porque fue con el impulso de la asignatura de Escritura Dramática y animado por un gran maestro, Raúl Cortés, (dramaturgo y director de La Periférica-Compañía de Cómicos y además impulsor Ediciones del Bufón), que Víctor se lanzó a las calles a buscar mapas ocultos, “imágenes que arden”, que así llama nuestro querido profesor a esas pequeñas cosas, hechos, imágenes, que nos asaltan el corazón, lo capturan y no lo sueltan. Y fue en ese portal de la Calle Jesús del Gran Poder donde el corazón de Víctor ardió. “Mirar, escoger, representar”, eso es lo que decía el viejo cartógrafo de Varsovia y eso es lo que ha hecho Víctor Muñoz: mirar, escoger y representar una parte de nuestra historia reciente, porque 89 años no son nada. 

De sobra sé que hay muchas voces que siguen clamando que no hace falta y que hay muchos pares de ojos que se vuelven para dentro cuando se habla de nuestra Guerra Civil, pero no importa. “Ladran, luego cabalgamos”. Por eso hay que seguir. Por eso desde este pequeño lugar, os animo a buscar a esta pequeña editorial de Morón de la Frontera y elegir este Patio, esta pequeña gran obra dramática para que, entre todos, podamos reconstruir en nuestra memoria ese mapa olvidado de nuestra historia. 

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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