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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

El retablo de las maravillas

Anda el bueno de Feijóo en estos días como el pícaro Chanfalla del precioso Entremés de Miguel de Cervantes, intentando persuadir a los espectadores de que están asistiendo a un espectáculo real que se basa en una gran mentira. Como en la obra cervantina, el público, formado mayoritariamente por gentes de bien, tiene que hacer un acto de fe permanente para aceptar como reales las inventadas maravillas que los pícaros les presentan: se trata de que crean que estas semanas, las que faltan hasta llegar al 26 y 27 de este mes, serán un tiempo dedicado a intentar conseguir en esos días aquello que las urnas no le han otorgado, la Presidencia del Gobierno de España.

Da lo mismo lo que se diga o se haga, siempre que sea exageración, sobreactuación y, si llega el caso, pura y simple mentira: si antes el PP abominaba del sanchismo y de Pedro Sánchez, proclamaba la meta irrenunciable de su derogación, le acusaba de ilegítimo, traidor a los muertos por ETA, mentiroso compulsivo y felón, ahora, como por arte de magia, se afirma que el PSOE es un partido con sentido de estado y constitucional, al que se reclama su apoyo para que los mismos que decían todo aquello puedan gobernar en solitario.

Claro que Chanfalla/Feijóo tiene secundarios ilustres que profusamente le acompañan en ese juego, como Bendodo, González Pons y Sémper, haciendo declaraciones pintorescas que esconden otras tantas maravillas. De repente, Junts ha dejado de ser el partido de un prófugo de la justicia para ser uno “cuya tradición y legalidad no están en duda”. La práctica, utilizada varias veces en el pasado por el PP, de prestar Diputados a otros partidos para que puedan constituir grupo parlamentario propio, pasa ahora a ser calificada como “un poco fraude” que “maquilla el resultado de las elecciones”. La víspera de que PP y Vox acordasen formar Gobierno de coalición en Murcia con dos Consejerías para los ultraderechistas, Bendodo afirmaba que esa pretensión era “inasumible”.

A Feijóo le puede acabar pasando algo parecido cuando llegue la hora de la verdad – la votación de investidura – y quede en evidencia ante los suyos y el público en general

Doce días después de que el Rey optara por Feijóo para que intente la investidura, lo único cierto es que tan sólo se ha reunido con el Presidente en funciones para proponerle la tramposa fórmula de gobernar con sus votos en solitario durante dos años al menos. Como no tengo votos suficientes para ser investido ni los puedo tener salvo sorpresa o “tamayazo”, renuncia tú a los tuyos y dámelos a mí para que yo haga lo que quiera con ellos. Con Urkullu ha tenido una conversación telefónica tan “franca y provechosa para el futuro del País Vasco y del resto de España”, que a las pocas horas aparece en prensa un artículo del lendakari apostando por “una reinterpretación de la Constitución” basada en la bilateralidad y el “derecho a decidir” de aplicación tan sólo a Euskadi, Cataluña y Galicia: ¡toma franqueza!

Capítulo aparte merece el teatrillo entre PP y Vox en estas últimas dos semanas. Tras el desplante de Vox en la elección de la Mesa del Congreso, Feijóo aparece como el rey desnudo, con sus únicos Diputados y la escasa compañía de UPN y CC, insuficiente a todas luces para presionar al Jefe del Estado frente a los del PSOE y SUMAR juntos. Es imperativo que Vox se avenga a ofrecer sus votos al PP graciosamente, para que el Rey pueda encargarle que intente la investidura. Hoy ya sabemos cuál ha sido el precio nada graciable de ese apoyo: el Gobierno de coalición en Murcia, negado una y mil veces por López Miras, como lo fue en su día el de Guardiola en Extremadura. Todo para que Chanfalla/Feijóo tenga la oportunidad que las urnas y su traducción en escaños no le han otorgado.

En realidad, todo este espectáculo no es otra cosa que maniobras de distracción para despistar al público sobre la auténtica mentira que se está viviendo en el escenario: Feijóo, como Chanfalla, no está pensando en el interés de España ni de la ciudadanía, sino en el suyo propio. Necesitaba ir a la investidura a toda costa para poner en marcha el calendario de la repetición electoral, que es la menos mala de sus opciones personales en esta situación política, dejándose ver amable con los “perversos” independentistas y nacionalistas e intentar elevar el precio de la subasta de sus votos para Pedro Sánchez. La repetición de las elecciones es su opción preferida.

En El retablo de las maravillas se acaba descubriendo la gran mentira de los pícaros al llegar otras personas como público y observar que las supuestas maravillas no existen sino en las palabras y los gestos de los actores, por lo que se revuelven contra los pícaros y sus cómplices acabando con su ficción. A Feijóo le puede acabar pasando algo parecido cuando llegue la hora de la verdad – la votación de investidura – y quede en evidencia ante los suyos y el público en general. Quienes de verdad tienen mando en plaza en la derecha están muy atentos al transcurso del entremés: podemos aún ver otras maravillas.

Anda el bueno de Feijóo en estos días como el pícaro Chanfalla del precioso Entremés de Miguel de Cervantes, intentando persuadir a los espectadores de que están asistiendo a un espectáculo real que se basa en una gran mentira. Como en la obra cervantina, el público, formado mayoritariamente por gentes de bien, tiene que hacer un acto de fe permanente para aceptar como reales las inventadas maravillas que los pícaros les presentan: se trata de que crean que estas semanas, las que faltan hasta llegar al 26 y 27 de este mes, serán un tiempo dedicado a intentar conseguir en esos días aquello que las urnas no le han otorgado, la Presidencia del Gobierno de España.

Da lo mismo lo que se diga o se haga, siempre que sea exageración, sobreactuación y, si llega el caso, pura y simple mentira: si antes el PP abominaba del sanchismo y de Pedro Sánchez, proclamaba la meta irrenunciable de su derogación, le acusaba de ilegítimo, traidor a los muertos por ETA, mentiroso compulsivo y felón, ahora, como por arte de magia, se afirma que el PSOE es un partido con sentido de estado y constitucional, al que se reclama su apoyo para que los mismos que decían todo aquello puedan gobernar en solitario.