Intrahistoria de la transición en el PSOE andaluz: la renuncia de Espadas reunifica al partido en torno a Montero
La renuncia de Juan Espadas a la reelección como secretario general del PSOE de Andalucía y la candidatura de María Jesús Montero para relevarle al frente de la federación más numerosa del partido son dos caras de la misma moneda que ha logrado, de momento, evitar el desgarro interno de unas primarias socialistas en el momento más frágil de su historia reciente.
Apenas unos minutos después de que Espadas hiciera pública su renuncia en la sede del partido, en Sevilla, el mismo día que se abría el plazo de inscripción de las precandidaturas para elegir al líder del PSOE-A, los oficialistas y los críticos se apuntaban la autoría de esa renuncia. Los primeros aseguran que él mismo ha pilotado “una transición pactada” directamente con Pedro Sánchez -“sin intermediarios”.; y los segundos mantienen que “le han echado”.
Sea como sea, en un santiamén el PSOE andaluz al completo se ha guardado los cuchillos y ha reaparecido alineado con la hoja de ruta anunciada por Espadas y unido en torno a la figura de la vicepresidenta del Gobierno, ministra de Hacienda y número dos del PSOE federal, que este miércoles presentará oficialmente su candidatura ante la militancia socialista de su agrupación, en Sevilla. “Y ese era el primer objetivo”, concluyen fuentes próximas al secretario general.
“Sólo tres personas lo sabían”
La intrahistoria que ha cambiado el estado anímico del PSOE andaluz de sopetón y que desemboca en la renuncia de Juan Espadas se ha gestionado con enorme secretismo durante las fiestas navideñas. El líder regional confirmó por enésima vez su firme intención de presentarse a la reelección el pasado 19 de diciembre, un día antes de presidir en Jaén el comité director que aprobó el calendario de las primarias y la convocatoria del congreso regional del 22 y 23 de febrero en Armilla (Granada).
Pero siete días después, pasadas ya la Nochebuena y la Navidad, habló con un puñado de dirigentes leales para confesarles que había traladado al presidente Pedro Sánchez su “propuesta” de renunciar a liderar el PSOE andaluz si Montero ocupaba su lugar y aceptaba ser la candidata socialista en las elecciones de 2026.
La confirmación definitiva de la vicepresidenta del Gobierno para aceptar un regreso a la política andaluza que, a priori, había rechazado públicamente se produce el domingo 5 de enero, víspera de los Reyes Magos. “Sólo tres personas lo sabían y participaron en esta operación de transición pactada”, confirman fuentes del entorno de Espadas, que excluyen de esta negociación al secretario de Organización del partido, Santos Cerdán.
La conversación entre el exalcalde de Sevilla y el presidente del Gobierno sobre la “solución Montero” se produce mientras una parte del sector crítico, con el beneplácito de Cerdán, ha empezado a mover el nombre del diputado jiennense Juan Francisco Serrano como la mejor alternativa a Espadas para renovar el proyecto en Andalucía.
Serrano, de 34 de años, ha sido alcalde de Bédmar (un pueblo de 2.000 habitantes) y es la mano derecha de Cerdán en la fontanería de Ferraz. El secretario general del PSOE de Jaén, Francisco Reyes, avala por sorpresa su nombre durante una reunión de su ejecutiva, previa a la comida navideña, el pasado 23 de diciembre. “En caso de que Montero no dé el paso”, le dice a los suyos, secundado por su hombre de confianza, Jacinto Viedma, a la sazón, secretario de Organización de los socialistas andaluces.
En el PSOE de Sevilla, la otra agrupación que conserva la Diputación provincial, avisan de que si Serrano da el paso sin consenso y la ejecutiva de Jaén toma partido por él, “lo lógico es que ellos apoyen a Espadas”. Muchos dirigentes empiezan a torcer el gesto ante la posibilidad de que el nuevo líder socialista para Andalucía “venga impuesto desde Madrid”. En otras provincias andaluzas airean el nombre de sus propios “diputados jóvenes”, dicen, “tan capaces o más que Serrano de jugar ese papel”.
Los críticos con el líder del PSOE andaluz asumen que el número dos del secretario de Organización cuenta con el visto bueno de Ferraz, dada su cercanía a Cerdán. Pero los leales a Espadas se rebelan: “Es un experimento”; “No aporta valor añadido, no ha empatado con nadie”; “Es un desconocido”.
El relevo generacional pendiente
La vía Serrano era la fórmula ideada para propiciar el relevo generacional en el PSOE andaluz, un cambio de ciclo pendiente en una federación incapaz de encontrar su sitio en la oposición tras 37 años ininterrumpidos en el gobierno. Pero nació con pies de barro, porque el partido estaba empantanado en cuitas internas.
El relevo generacional del socialismo andaluz, la renovación del proyecto, el discurso y las caras era un deseo claro y manifiesto de Ferraz, verbalizado por Cerdán y también por la propia Montero. Pero durante los últimos seis meses, el sector crítico con Espadas ha sido incapaz de aunar un proyecto alternativo más allá del cuestionamiento de las formas y el fondo del secretario general. Ni ha emergido una generación de políticos jóvenes con ansias de reinventarse el PSOE andaluz, desde la dirección regional a las provinciales.
El ruido que generó la candidatura fantasma de Juan Francisco Serrano sirvió para evidenciar una situación indisimulada: las primarias, de celebrarse, iban a desatar una guerra caótica en el seno del PSOE andaluz, con réplicas imprevisibles en las ocho provincias, prestas a celebrar sus congresos en primavera. Incluso asomaba un posible choque entre Sevilla y Jaén, las dos provincias de más peso político que conservan los socialistas.
Esta es la reflexión que Espadas trasladó a Sánchez, al anunciarle que él no había logrado los objetivos electorales frente a Montero, que su figura despertaba recelos en una parte creciente del partido, que las primarias iban a escenificar una escisión “caótica” en las filas socialistas, y que sólo el nombre de Montero podía pacificar el partido y servir de motivación a todas sus corrientes para ganar en 2026.
El exalcalde de Sevilla ha explicado este martes, ante una nube de periodistas, que se aparta para “apoyar a una opción ganadora”. No ha mencionado a Montero, pero sí lo hizo en su conversación con Sánchez, “el único que puede convencerla, el único que puede pedirle que vuelva a la política andaluza”, después de que ella haya manifestado en público y en privado que prefería permanecer en Madrid.
“El PSOE ha elegido a la candidata con más peso político, institucional y orgánico que tiene en este momento en su apuesta por Andalucía. Para ganar hay que elegir a la mejor. El mensaje que se ha querido dar es que vamos a por todas para recuperar el gobierno andaluz y derrotar la mayoría absoluta de Juan Manuel Moreno”, aseguran fuentes de la actual dirección regional.
Fuentes socialistas del sector crítico admiten que “Montero no era el Plan A”, porque no representa la renovación y el salto generacional que vienen pregonando desde el verano de 2024, cuando plantearon a las claras su disconformidad con la ejecutiva de Espadas y “su forma de entender la política”. “Pero tampoco es el Plan B”, apuntan, convencidos de que la ministra arrastrará consigo “un torbellino de emociones, lo que necesita el estado anímico del partido para ganar a Moreno en año y medio”.
La vicepresidenta del Gobierno, ministra y vicesecretaria general del PSOE sigue siendo un nombre ligado estrechamente a la etapa de gobierno de Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz. Con los tres ha sido consejera. En la segunda mitad de la década de los noventa fue subdirectora médica del hospital más grande de Andalucía -el Virgen del Rocío, en Sevilla- y en 2002 entró en la Junta como viceconsejera de Salud en el Ejecutivo de Chaves. Luego fue titular de esta cartera y consejera de Hacienda, antes de que Sánchez se la reclamara a Díaz para su Gobierno.
Montero se lanza al ruedo de la batalla andaluza por tres razones: porque Sánchez no aspira a empatar con Moreno en la comunidad más poblada de España, actual bastión del PP y pieza clave en la gobernabilidad del país; porque Espadas había perdido la confianza de Ferraz y parte del PSOE-A y su perfil carece de la pulsión emocional que necesita ahora el partido; y tres, porque los críticos en Andalucía han sido incapaces de montar una alternativa sólida en el último medio año de disquisiciones internas, abocándose a unas primarias a cara de perro que habrían dañado aún más a los socialistas a poco más de un año de las autonómicas.
“Revulsivo electoral”
Espadas ha presentado su renuncia como parte de una pieza del nuevo proyecto socialista andaluz que le va a suceder, una transición teóricamente negociada y pactada con Sánchez y la propia Montero. “Doy un paso al lado para apoyar a otro liderazgo que renueve este proyecto y lo pueda convertir en ganador en 2026. No me voy a ninguna parte”, ha dicho.
El exalcalde de Sevilla que hace tres años y medio arrebató a Susana Díaz la secretaría general del PSOE-A con el 55% del voto de la militancia -17 puntos de ventaja- ha sucumbido a la presión mediática de un sector crítico deslabazado que, aun sin proyecto ni candidato alternativo corpóreo, terminó contagiando a la dirección estatal de las dudas sobre su capacidad para laminar la rocosa mayoría absoluta de Moreno en Andalucía.
En el balance de su gestión, ha destacado dos logros: haber unido al partido y haberlo reconectado con la dirección federal, tras el cisma que supuso “el proyecto personal” de Susana Díaz contra Pedro Sánchez; y haber vuelto a enchufar al PSOE andaluz con los agentes sociales, los sindicatos y las asociaciones que le dieron la espalda por sus errores en la gestión de los servicios públicos durante los últimos años de su gobierno, principalmente en sanidad y educación.
Pero bajo su mandato, el PSOE andaluz ha cavado su mayor agujero electoral, ha perdido cuatro elecciones (autonómicas, municipales, generales y europeas) y visto cómo Moreno se adueñaba del discurso y el espacio político de centroizquierda que históricamente se ha asociado a los socialistas de esta comunidad. “El primer objetivo de frenar la pérdida de espacio electoral no lo he conseguido, no lo hemos conseguido”, ha admitido. También esta razón, si no la más importante, le ha empujado a apartarse para dejar el puesto a Montero. “Yo no soy Susana Díaz, no me iba a quedar a costa de todo”, le ha dicho a los suyos.
Montero tiene hasta el viernes a las dos de la tarde para inscribir su precandidatura a las primarias del PSOE andaluz. Tiene que hacerlo físicamente, en la sede del partido en Sevilla, pero puede hacerlo a través de alguna persona interpuesta de su confianza. Sólo el catedrático de Universidad y militante socialista Luis Ángel Hierro ha dado ese paso, repitiendo la hazaña que hizo en 2021 cuando se presentó en las primarias contra Espadas y Díaz.
Entre el 11 y el 18 de enero estará abierto el plazo para la recogida de avales entre los algo más de 40.000 militantes del censo del PSOE andaluz. Se necesitan, según la reforma de los estatutos aprobada en el último Congreso federal del partido en Sevilla, el 12% del censo, esto es, en torno a 4.500 firmas de afiliados para apoyar a un candidato. Hierro logró 1.400 en 2021 -cuando se exigía sólo un 6% del censo- y este martes ha puesto en duda que vaya a conseguir todos los que necesita esta vez.
Si sólo logra pasar el corte un candidato, será automáticamente designado secretario general del PSOE andaluz sin necesidad de que se celebren las primarias. Hierro ha fantaseado este martes con un hipotético duelo entre él y Montero, donde poder discutirle sus posiciones en materia fiscal y de financiación autonómica, justo las materias por las que el PP de Moreno ha empezado ya a atacarla.
La ministra de Hacienda, si finalmente da el paso, deberá compatibilizar el liderazgo del PSOE andaluz a un año y medio para las elecciones con una agenda complicadísima en Moncloa, en una legislatura inestable con un Gobierno en minoría y sin apoyos parlamentarios consolidados. La negociación con los partidos independentistas catalanes de la financiación singular para Cataluña, por un lado, y los Presupuestos Generales para 2025, por otro, van a poner a prueba su doble rol político, con un pie en Madrid y otro en Andalucía.
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