El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
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Lucha genética entre plantas
En 1890 comenzó una trepidante carrera para identificar mecanismos de defensa frente al jopo por parte de los mejoradores del girasol, y para eludir dichos mecanismos por parte del jopo. Más de un siglo después, la batalla está siendo más encarnizada que nunca
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
A través de miles de años de coevolución, las plantas y sus principales enemigos (insectos, hongos, bacterias, virus, etc.) llegaron a estados de equilibrio en el seno de una gran diversidad de ecosistemas naturales. La aparición de la agricultura rompió este equilibrio al extraer a las plantas y a sus enemigos de los ecosistemas naturales para llevarlos a un particular campo de batalla: el campo de cultivo. Aquí, la pérdida de biodiversidad, tanto a nivel de la composición biológica del nuevo ecosistema como en la diversidad genética de las variedades cultivadas, llevó a los cultivos a una situación de particular vulnerabilidad frente a otros organismos con los que antaño cohabitaba. Esto ha llevado históricamente a grandes desastres, quizás ninguno tan destructivo en el corto plazo como el causado por el hongo oomiceto Phytophthora infestans en cultivos de patata en Irlanda a partir de 1845, que causó tal hambruna que llevó a la muerte de alrededor de un millón de personas, y a la migración de un número equivalente. Solo gracias a la actuación del hombre, con acciones como la selección de variedades resistentes o la aplicación de tratamientos fitosanitarios, ha podido sobrevivir la agricultura intensiva hasta nuestros días.
Pero, ¿cómo selecciona el mejorador de plantas variedades resistentes a organismos dañinos para los cultivos? La respuesta requeriría excesivos detalles para este blog, pero podemos simplificarla refiriéndonos a la estrategia más común en la historia de la mejora genética: la identificación y utilización de plantas que, de forma natural, han desarrollado mecanismos de resistencia. No nos referimos necesariamente a las plantas cultivadas sino, principalmente, a sus ancestros silvestres, a partir de los cuales el hombre del neolítico desarrolló las formas cultivadas, y a sus parientes más o menos cercanos. Estas especies silvestres presentan generalmente mecanismos de resistencia que surgieron gracias a la coevolución de las plantas y sus enemigos naturales, a través de la cual llegaron a una entente para coexistir en equilibrio. Pero, ¿qué ocurre cuando la planta cultivada se enfrenta a un enemigo con el que no coevolucionó? ¿Y si, adicionalmente, ese enemigo es otra planta? La lucha, sin duda, se promete encarnizada, como les contamos a continuación.
En un lado del cuadrilátero imaginario tenemos al girasol (Helianthus annuus L.), una planta cultivada que se domesticó en el norte de América mucho antes de la llegada de los conquistadores europeos. Esta área geográfica sigue siendo el hábitat natural del ancestro silvestre del girasol cultivado, así como de cerca de 70 especies muy diversas del mismo género, anuales y perennes. Desde el otro lado del cuadrilátero, lo contempla impertérrito el rebautizado como jopo del girasol (Orobanche cumana Wallr.), una planta holoparásita que carece de clorofila y toma su alimento de una planta hospedadora, cuyas raíces parasita durante todo su ciclo vital. El jopo es originario del sureste de Europa y suroeste de Asia, de las regiones comprendidas entre el mar Negro y el mar Caspio, donde habita en perfecto equilibrio parasitando a algunas especies silvestres, principalmente del género Artemisia. El girasol y el jopo nunca habían cruzado sus caminos hasta que este maravilloso invento del hombre llamado agricultura los puso un día en contacto. Ninguno de los dos estaba preparado para el encuentro, no habían coevolucionado y, en principio, carecían de herramientas específicas de ataque o de defensa con las que luchar. Pero se encontraban en el cuadrilátero, sonó la campana, y… comenzó el combate.
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