ENTREVISTA
Inma Rubiales, la prolífica autora de solo 23 años: “Si no me hubiera aburrido tanto, nunca habría sido escritora”

El perfil de Inma Rubiales en la web oficial de Planeta dice de ella que es una joven autora extremeña (de Almendralejo) que nació en marzo de 2002. Su pasión por la literatura surgió cuando solo era una niña y, después de pasar años leyendo las historias de otros, decidió que ya era hora de crear las suyas.
En 2019, cuando solo tenía 17 años, su primera novela dio el salto al papel tras su éxito en la plataforma Wattpad. Sus últimas novelas, ‘Hasta que nos quedemos sin estrellas’ (2022), ‘El arte de ser nosotros’ (2023) y ‘Todos los lugares que mantuvimos en secreto (2024)’, la han catapultado hasta ser reconocida como el nuevo fenómeno del romance juvenil. Acaba de publicar 'Nuestro lugar en el mundo’, un spin off de ‘Todos los lugares que mantuvimos en secreto’, donde los protagonistas son otros dos personajes, pero se lee de forma totalmente independiente.
Sus ganas de desarrollar su imaginación en el mundo de la publicidad la llevaron a Sevilla hace cinco años, para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas. Ahora, a punto de terminar la carrera, vive en el barrio de Triana, desde donde prepara sus nuevos proyectos, justo tras llenar un teatro de Madrid con cientos de jóvenes haciendo colas de horas para tener su firma en el nuevo libro.
A los ocho años escribió sus primeros párrafos literarios, tan buenos que sus padres le dijeron que no debía copiar nada de nadie, sino hacer sus propios textos. Ellos no sabían entonces que su hija no daba clases de música en el conservatorio al que la habían apuntado, sino que usaba el cuaderno de pentagramas para escribir relatos. Aún no ha dado 25 vueltas al sol y tienen claro que hay algo que siempre hará en su vida: escribir.
En algunas entrevistas ha comentado que su pasión por la literatura nació fruto del aburrimiento.
De hecho, escribí un artículo que se titulaba ‘Aburrirse es divertidísimo’. Pero es que es verdad. Creo que ahora, con todo el tema de las redes sociales y tal, igual nos aburrimos muy poco. Recuerdo, cuando no tenía móvil, que me tumbaba en la cama en las tardes de verano hasta que se hacía lo bastante tarde como para poder salir con mis amigos y, como no tenía nada que hacer, me ponía a mirar el techo y eso daba pie a la imaginación.
Fue a raíz de eso que empecé a escribir, saltándome las clases del conservatorio, porque no me gustaban. Mis padres me apuntaron porque yo era una niña muy introvertida y querían ayudarme a hacer amigos, pero me saltaba las clases, iba a la biblioteca y me ponía a leer. Y una vez que me leí todos los libros que había allí, para combatir el aburrimiento, empecé a escribir mi primer libro en el cuaderno de pentagramas que no usaba porque no iba a clases. Cuando lo terminé, me acerqué a la mesa de la bibliotecaria. Se lo puse así encima de la mesa y le dije que me gustaría que la gente lo leyera. Años después, mis libros sí que están en esa biblioteca. Así que tuve suerte de aburrirme, porque si no me hubiera aburrido tanto y no hubiera tenido espacio para la imaginación, igual habría estado todo el rato escroleando en TikTok y nunca habría sido escritora.
¿Y no conserva ese cuaderno de pentagramas?
No, y me da mucha pena, pero tengo un blog. Allí subí otra novela, que se llamaba ‘Un caso misterioso’ y sigue ahí colgada en internet. Es súper gracioso mirarlo ahora y ver las cosas que escribía cuando tenía ocho años.
¿Y en qué momento sus padres tiran la toalla y saben que su hija no va a estudiar música?
Bueno, ellos no sabían que yo estaba faltando a las clases. Se enteraron cuando lo empecé a contar en las entrevistas. Años después, cuando publiqué con Planeta, empecé a contarlo. De lo que sí se dieron cuenta enseguida fue de que me gustaba mucho, mucho, escribir.

De hecho, mis padres al principio pensaban que copiaba mis relatos porque decían que era imposible que una niña de siete años, que su hija, que no había recibido formación, escribiera esas cosas. Recuerdo la primera vez que leí un relato mío. Mi padre me dijo, “Imma, esto está muy bien, pero tú sabes que está mal copiar, ¿verdad?”, y le tuve que prometer que no había copiado. Al final consiguieron lo que pretendían, que era que encontrara mi pasión, solo que no lo consiguieron de la manera que ellos querían.
Entre otras dedicatorias, tiene una mención en el libro a su padre, el que “te obliga a subir el volumen”.
Soy una persona a la que le cuesta mucho molestar. No me gusta nada llamar la atención, o que la gente haga muchas cosas por mí. Y eso muchas veces hace que a la hora de quejarme no lo haga. Mi padre es una persona mucho más peleona y me dice que si algo no me gusta lo tengo que decir. Así que está todo el rato animándome a ocupar espacio y a subir el volumen, como dice la dedicatoria.
Su especialidad es la literatura juvenil, pero entre líneas del libro se entiende que una pareja de 70 años se podría ver identificada con la historia que cuenta.
Pues me alegro mucho. Creo que se me cataloga como juvenil porque es principalmente el público que luego viene a las firmas y que lee la novela. Aunque es verdad que, como siempre digo, es juvenil pero de la segunda etapa, porque no es para chicas de 13 años, me parece que es demasiado madura la novela para ellas. Es más a partir de más de 15 y hasta la edad que sea, aunque tampoco creo que para que la literatura se tenga una edad concreta. Hay cosas que, evidentemente, no puede leer la gente más jovencita, pero ya a partir de los 15 años creo que cualquier persona puede disfrutar mi libro, independientemente de la edad que tenga.
A los jóvenes se les achaca que solo piensan en tener el móvil a mano, pero ha llenado un teatro con más de 400 adolescentes cuya pasión es la lectura
Sí que leen, y además leen de una manera apasionada. Traen los libros a las firmas llenos de posits, marcando lo que más le gusta, y hacen cola durante horas en la puerta. Empezaba la presentación a las seis y a las diez de la mañana empezó la cola, y estaba lloviendo. Iban todas con paraguas y les daba igual.
O sea, es como un fenómeno el que hay con la literatura juvenil, algo increíble. Por eso me da mucha pena que digan que los jóvenes no leen, porque leen y leen de esta manera tan mágica. Siempre se ha despreciado a la gente joven y es algo que a mí me da mucha pena también. Supongo que es la razón por la que me preguntan en muchas entrevistas por qué trato temas profundos en mis novelas y por qué trato temas complejos. ¿Cómo no los voy a tratar?
Resulta que, para sorpresa de mucha gente, al parecer no nos interesan solamente cosas superficiales, sino que también nos importan cosas trascendentes. Los jóvenes queremos escribir y leer libros y consumir ficción donde se hable de cosas como la salud mental o el duelo, o cosas que al final estamos viviendo nuestro día a día. Buscamos tener una representación y poder verlo en la ficción.
Tiene 23 años, ¿se ve escribiendo dentro de otros 23?
Yo creo que voy a escribir toda la vida. No sé cómo seré o qué escribiré dentro de 23 años. Creo que también me parece muy emocionante pensar que no tengo ni idea de cómo va a ser mi vida. Hay gente a la que eso le da vértigo, pero a mí me parece chulo decir que dentro de 30 años puede que esté escribiendo un libro sobre Egipto y estar viviendo allí, yo qué sé.
Creo que me quedan muchas cosas por vivir, muchas cosas por experimentar, muchas cosas por escribir, porque evidentemente mis inquietudes, mis, temas, los temas que quiero tratar, van cambiando conmigo. Y también sé que mis lectoras van creciendo conmigo. Así que sí, seguiré escribiendo. ¿El qué? No lo sé.
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