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La isla de los pájaros

Fachada del edificio de usos múltiples isleño.

Juan Miguel Baquero

Érase una vez un lugar convertido en un edén para los pájaros. Tanto se hizo paraíso ornitológico aquella tierra, que los edificios mutaron en estampas callejeras. Las más variopintas construcciones servían como puros reclamos, lienzos para dibujar aves migratorias. Y no es una fábula. Existe, al sur de Sevilla, y a las mismas puertas de Doñana.

La marisma y el delta del Guadalquivir componen un mundo medio onírico, a mitad de camino entre el vergel, la tierra salvaje y el finis terrae andaluzfinis terrae. Miles de hectáreas colmadas de arrozal que reciben la mayor concentración de especies de aves del sur de Europa. Es 'la isla de los pájaros'.

Se trata del mismo espacio conquistado por el invasor y exótico Procambarus clarkii, ese crustáceo inmerso ahora en su propia crisis existencial, la del cangrejo rojo. El mismo bicho que el Tribunal Supremo prohíbe pescar y comercializar a denuncia de organizaciones ecologistas y sirve, a su vez, como sustento fundamental a la reserva faunística de la zona. Y como sostén económico de todo un pueblo, Isla Mayor, que sobrevive con una economía bipolar centrada en los frutos que da esa tierra: arroz y cangrejos.

En el entorno singular que retrató la película La Isla Mínima, un puñado de edificios públicos recibe al visitante vestidos al estilo 'pop art'. La idea partió de un proyecto denominado 'Isla de los Pájaros', elaborado por la consejería de Turismo de la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla con un coste de 230.000 euros e inaugurado en el año 2010. Desde entonces, las calles del pueblo acentúan la importancia de la ornitología para el municipio arrocero.

Estaba incluido en el Plan de Dinamización del río Guadalquivir con un doble objetivo: turístico, por un lado, y artístico y divulgativo, para convertir la localidad marismeña en una suerte de museo callejero. De ahí los colores llamativos con los que están pintados desde el Ayuntamiento isleño a depósitos de agua o el edificio de usos múltiples.

El diseño formó parte de un paquete de iniciativas para fomentar el atractivo turístico del entorno de Doñana. La obra principal fue el pantalán de Isla Mínima, en dique seco y al que no se ha sacado el beneficio esperado: el atraque de cruceros en mitad de la marisma sevillana. Otro de los puntales del proyecto fue la revitalización del Centro de Visitantes de la Dehesa de Abajo, situado en La Puebla del Río igual que el embarcadero.

La isla de los pájaros lo es en todos los sentidos. Incluso en la calle, el asfalto, los edificios, el pueblo. Al alcance del visitante está el privilegiado enclave marismeño que permite disfrutar de un auténtico paraíso ornitológico y también, por si fuera poco, el Guadalquivir histórico que se deshace en meandros y sinuosos brazos infinitos.

O la mayor reserva de arroz de España y segunda de Europa. Y un paisaje camaleónico que, atado al cereal, pasa de ser un páramo a estar anegado hasta el infinito o a ser un vergel verde y amarillo, luego, cuando explota el arrozal. Ahí, en mitad de ese tesoro natural, están las aves que conquistaron incluso las fachadas urbanas.

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