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“En acordarme de Zaragoza y pintura me quemo vivo”. Estas palabras las escribía Goya a su amigo Martín Zapater en una carta al recordar cómo en 1781 el Cabildo Metropolitano de Zaragoza había despreciado su trabajo en la magnífica 'Regina Martirum', hoy la cúpula más famosa de la basílica del Pilar. Goya marchó a Madrid cuestionado en su ciudad y destinado a triunfar fuera.
No corren buenos tiempos para la cultura en la capital del cierzo. En 2024, como fichas de un dominó, han ido cayendo emblemas de la cultura colaborativa, la innovación en arte y tecnología, la multiculturalidad o pequeños proyectos, que recibían el apoyo del Ayuntamiento y que denuncian recortes de hasta un 40% en las ayudas. En la última semana hemos conocido que también echará el cierre el Centro Musical de Las Armas, edificio público de gestión privada, y que el Teatro del Mercado privatizará su gestión. Todo esto sucede en el mismo año en que en la ciudad proliferan los grandes eventos que huelen a flor de un día.
La cultura no son matemáticas. No se puede trazar una línea entre lo que vale y lo que sobra según el número de espectadores. Tampoco entre lo comercial o lo minoritario y, desde luego, nunca entre lo que es o no de mi gusto. El tejido cultural es lo que diferencia unas ciudades de otras, unas sociedades de otras. Como el que posee un jardín -ya que parece que la cosa va de vegetación-, hay que saber cuidar todas las plantas, favorecer la diversidad, porque unas se nutren de otras, porque el amor por unas te va llevando a apreciar otras, y porque es con un jardín diverso, cuidado y rico cuando se aprecia el enorme potencial de la naturaleza en todo su esplendor.
Con cada iniciativa cultural que muere, cada espacio para la innovación que cae, cada refugio de creadores que languidece por falta de apoyos, se marchita un poco la ciudad. Si en cada época hubiésemos entregado la cultura al mainstream no habríamos avanzado ni un paso. En Aragón no podríamos sacar pecho de innovadores en sus campos artísticos como Segundo de Chomón o Buñuel, ni podríamos inventarnos fiestas de colorín sobre ese pintor tan quemado en su día con la ciudad que lo vio crecer.
Pocas experiencias hay más gratificantes que sentirse conmovido por una obra de teatro de la que apenas conocías el título o asistir a un concierto en una pequeña sala con un grupo desconocido y saber que es un privilegio porque esa banda, hoy a un palmo de ti, algún día llenará estadios. Disfrutar de la cultura es descubrir, cuidar de la cultura es mimar las iniciativas pequeñas, las que innovan, las que empujan el arte hacia lo nuevo, hacia el futuro. Ojalá a la Muy Noble, Muy Heroica, Muy leal, Siempre Heroica, Muy Benéfica e Inmortal sea algún día, además de acogedora con los de fuera, benefactora con los de casa y que ninguno acabe como Goya, con sueños de pirómano.
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