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ENTREVISTA
Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Valdecilla

Jesús Artal: “Las listas de espera en Psicología están en cinco o seis meses y eso es insoportable”

Jesús Artal, jefe de Psiquiatría del Hospital Valdecilla (Archivo).

Irene Sainz Oria

Santander —

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“Transversalidad, cooperación y humanización”. Jesús Artal Simón, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (HUMV) de Santander, repite estos conceptos como un mantra mientras describe la “complicada” situación en la que se encuentra el área después de los estragos de la pandemia. Los problemas en salud mental aumentan a un ritmo exponencial mientras los recursos llegan con cuentagotas. El tiempo de las listas de espera aumenta y, a corto plazo, las 'peonadas' aparecen como la única solución, en su opinión, para atender a la ciudadanía. Y, a pesar de todo, su departamento ha conseguido poner sobre la mesa varios programas y un puñado de iniciativas transgresoras que parecen indicar el camino a seguir.  

El Servicio de Psiquiatría va a poner en marcha en el Hospital Valdecilla varios proyectos innovadores de cara a 2024. ¿Cuál es el objetivo de estas iniciativas?

Estamos en una época, a raíz de la pandemia, en la que se han disparado todas las cifras de demanda y de gravedad. Además, hay problemas para contratar profesionales porque España y el resto de países han comenzado a reforzar equipos. En este contexto tan complicado nosotros venimos apostando por apoyar los tratamientos psicológicos clásicos y necesarios con lo que podríamos llamar programas de humanización. El concepto de humanización es tan amplio como queramos e incluso es un poco absurdo, es casi un pleonasmo, porque la medicina y la psiquiatría deberían estar ya humanizadas. Lo que está claro es que solo con los recursos sanitarios no vamos a salir del hoyo, hace falta que colabore toda la sociedad, coordinarse con otros departamentos, con Educación, Servicios Sociales, Cultura o Industria. Y tirar de la sociedad, de las asociaciones, incluso de las empresas y las fundaciones, porque si lo dejamos todo al sistema sanitario… Si no ha explotado ya, está a punto de explotar.

¿Qué secuelas de la pandemia arrastra el sistema?

La sociedad en general todavía no está recuperada. Atención Primaria, que es una puerta fundamental para Salud Mental, y nosotros, los profesionales, tampoco. Respecto a los pacientes, antes de la pandemia, venía habiendo un aumento de las patologías en la población infantojuvenil y en salud mental las facturas no se pagan al contado, se pagan a 30, 60 y 90. La sociedad está pasando por una crisis que la pandemia puso de manifiesto. La gente joven ha pasado por transformaciones culturales, aislamiento, refugio en los móviles o cambios en la forma de relacionarse en una época de su vida donde el otro, el igual, es fundamental… y todavía están intentando centrarse. Por otra parte, hubo pacientes con patologías graves que dejaron de venir a las consultas por miedo y esa patología que no se atendió se ha agravado.    

¿Qué medidas son necesarias para hacer frente a esta problemática? 

Ahora convendría reforzar los equipos, claro.  Nosotros hemos tenido muchos problemas para encontrar, por ejemplo, psiquiatras infantiles. La especialidad es muy reciente, hay pocos profesionales y se han creado plazas por todas partes, no muchas tampoco, pero suficientes para dar trabajo a todos los profesionales del área y además dejar huecos. Antes había una lista de gente que hacía sustituciones pero ahora están en puestos casi fijos, lo que sería una interinidad, y no les interesa cubrir una baja. Hace casi un año un compañero se puso bastante enfermo. No ha sido posible cubrir esa plaza hasta que se jubiló y lo hemos hecho como hemos podido, con psiquiatras que no tienen la especialidad en infantil pero sí formación en el área. No obstante, lo lógico es que la ocupe un especialista. Hemos tenido esos problemas y muchos más porque cada vez se están pidiendo más reducciones de jornada y más permisos sin sueldo. El colectivo sanitario ha sufrido mucho y hay que reconocerlo.

¿Cuáles serían las necesidades del Servicio de Psiquiatría en concreto?

Mira, ya que estamos casi en Reyes yo voy a escribir la carta. Para afrontar los próximos años y cubrir no solo infantil, que es una prioridad, sino también psicogeriatría, que es muy importante, es necesario proponer una ampliación de plantilla en psiquiatría y psicología clínica. El programa de atención a las personas mayores en residencias o el de atención al suicidio los estamos realizando sin nuevos recursos. Como mínimo necesitaríamos cinco profesionales y con eso podríamos bajar la lista de espera pero eso no nos va a llegar el año que viene porque ahora mismo tenemos todas las vacantes cubiertas con un índice muy bajo de temporalidad. Primero, hay que aprobar la ampliación de plantilla y luego hay que buscar a los profesionales: Santander es una ciudad atractiva para una cierta edad y Valdecilla tiene prestigio, pero las plazas que se oferten tienen que serlo también y como mínimo hay que ofrecer estabilidad.   

¿Qué tiempos manejan en la actualidad en las listas de espera?

Durante muchos años en salud mental nos hemos movido en plazos razonables, en psicología clínica, dos meses; en psiquiatría dos o tres semanas, a veces menos… No era lo ideal pero íbamos tirando. Ahora, en psicología, estamos en cinco o seis meses y eso es lo que duele, es insoportable. En infantojuvenil hay más de un centenar de pacientes sin fecha todavía y estamos citando para mayo.

Llevamos años intentando coordinarnos con Atención Primaria para que puedan tratar los casos más leves sin derivarlos pero no es fácil

Y a corto plazo, ¿cuál es la estrategia?

Trabajar más. Y no porque trabajemos poco, pero es que si no ofrecemos programas de tarde no sé cómo se va a controlar esto. Estamos en disposición, ahora a la vuelta de Navidad, de que nos autoricen a hacer las famosas 'peonadas' -aunque no me gusta mucho el término- que no se han hecho nunca antes en salud mental. Es la solución más rápida. Por otra parte, siempre se ha dicho que trabajar de otra manera con Atención Primaria puede ser la clave, pero es difícil. Llevamos años intentando coordinarnos para que puedan tratar casos menos graves sin derivar, pero faltan profesionales. Hay que seguir dotando plazas de psicología y ver qué papel van a jugar estos profesionales para tratar los casos más comunes de ansiedad, depresión leve y moderada, trastornos de angustia o trastornos obsesivos más débiles sin salir de atención primaria, con el médico de familia y nuestro apoyo a través de videoconferencias, por ejemplo. Hablábamos antes de la transversalidad pero también hay un problema de coordinación, una habilidad que parece que no está en nuestros genes.

¿Hay además un problema de falta de inversión por parte del Gobierno en Cantabria?

En España en general hay menos psiquiatras, psicólogos y enfermeras o enfermeros que en el resto de Europa. A nivel nacional hay comunidades mejor situadas como Cataluña, Navarra, País Vasco o Asturias. Y Cantabria está ahí peleando a la altura de Castilla-La Mancha o Castilla y León. Aún así, el servicio de psiquiatría de Valdecilla está siendo reconocido. Desde que yo llegué al servicio hace casi diez años la inversión ha crecido mucho, hay más psiquiatras –cuatro o cinco más– y psicólogos clínicos –hemos pasado de menos de 20 a 25–. No es el crecimiento deseado, alguien puede decir que es insuficiente, pero es importante.  

Entre las propuestas de mejora de la atención a través de nuevas tecnologías que ya estaban en marcha encontramos la aplicación móvil de acompañamiento a pacientes con conductas suicidas. ¿Qué resultado ha tenido desde que está en funcionamiento?

El programa CARS (Programa de Alta Resolución para el Manejo de la Conducta Suicida y Prevención del Suicidio), que consiste en una atención inmediata e intensiva tanto humana como tecnológica, a través de esta aplicación móvil de seguimiento con una Inteligencia Artificial, funciona muy bien. Desde 2016 ha habido tres suicidios, la gente ha vuelto a ingresar la mitad de las veces y ha venido menos a urgencias porque si atiendes a la gente rápido y bien, consigues buenos resultados. La mala noticia es que se han incrementado los suicidios en Cantabria.

Nosotros no tenemos que poner en marcha el plan de prevención del suicidio. Nosotros tenemos que participar

Las cifras van en aumento año tras año: 46 en 2020; 50 en 2021; 61 el año pasado... ¿Qué está fallando?

El programa funciona, pero está dirigido a un grupo de personas muy concreto: las que ya han hecho un intento y han venido a Urgencias por ese motivo o por su gravedad. Lo que estamos viendo es que durante la pandemia, y después, la mayoría de los suicidios son de personas que no han iniciado el recorrido médico, que no han entrado en el sistema. Y no tenemos un plan real de prevención del suicidio en Cantabria, a nivel nacional está sobre el papel y algunas comunidades han desarrollado líneas. Nos falta prevención y nos falta educación. Estamos viendo impotentes este aumento. Tenemos un Plan de Salud Mental que dice que hay que ponerse a ello, pues venga, pero ¿quién tiene que ponerlo en marcha? Nosotros, no. Nosotros tenemos que participar.

¿Quién debe tomar la iniciativa entonces?

Tiene que venir de varias consejerías: se tienen que sentar Sanidad, Educación, Servicios Sociales y también la policía, por ejemplo. Estoy seguro de que se hará pero no sé por qué cuesta tanto.

¿El problema está en la necesidad de poner de acuerdo a las distintas administraciones?

Sí. Nos apoyamos entre los compañeros más entusiastas, los que se quieren meter en guerras sin muchos recursos, pero es complicado. Y cuando hablas con ellos todos están dispuestos pero, como te digo, cuesta. La transversalidad es el gran reto. Ahora por ejemplo tenemos un convenio con Educación para desarrollar el programa asistencial aula terapéutica, orientado a niños y niñas que no están tan graves como para ser hospitalizados y que siguen acudiendo al colegio. Cuenta con la participación de un psicólogo clínico, una enfermera a tiempo parcial y un psiquiatra cuando es necesario para ofrecer apoyo clínico a los chicos y chicas.  

Los móviles proporcionan un alejamiento de la víctima que aumenta la crueldad

¿Qué impacto está teniendo en las patologías de los más jóvenes el uso o abuso de las nuevas tecnologías? 

Desde hace muchos años hay estudios que confirman que si no vemos a nuestra víctima somos más crueles. Los móviles proporcionan ese alejamiento. La tecnología mal utilizada aumenta esa crueldad y provoca lesiones emocionales en las víctimas. Ese trauma, en momentos críticos de su desarrollo, puede generar secuelas que desembocan incluso en patologías graves cuando hay una predisposición genética, por ejemplo a la esquizofrenia o trastorno bipolar. Lo estamos viendo y sí que estamos preocupados pero la clave es que nosotros estamos al final del camino. Tenemos que ir a la prevención y ahí está la labor de los gobiernos y el ámbito de la educación donde ahora se está planteando el debate sobre su prohibición o no en ámbitos escolares, por ejemplo.  

El programa Depresión Difícil de Tratar ha sido una de las últimas iniciativas del Servicio de Psiquiatría, ¿en qué consiste y qué primer balance hace del mismo? 

Sabemos que hay un porcentaje, entre el 20 y el 30 por ciento de pacientes, que a pesar de utilizar los tratamientos que tenemos y hacer programas de terapia no responden. Eso nos obliga a utilizar tratamientos más complejos y ahora hay novedades terapéuticas con medicamentos basados en estimulantes y alucinógenos. Nosotros utilizamos la esketamina, por ejemplo, con un uso compasivo, que se llama, y los resultados han sido muy buenos. El tiempo es fundamental en la depresión porque cuanto más se tarde en acertar con el tratamiento mayor es el riesgo de cronicidad, secuelas y conducta suicida. 

Desde hace años ha habido críticas sobre la excesiva medicalización de la salud mental, ¿la intención es eliminar esa idea de que con una pastilla se solucionan los problemas?

Nunca hemos pensado que con una pastilla se solucione todo. Llevo muchos años y sé dónde llegan y dónde no. En muchas ocasiones, quizá más de la cuenta y sobre todo con los ansiolíticos, usamos pastillas cuando deberíamos hacer otras cosas. No solo la psicoterapia, que también tiene sus limitaciones y que es carísima, porque lo que menos tiene el sistema sanitario en la actualidad es tiempo. La medicación no es suficiente pero es barata y la utilizamos mucho porque no hemos desarrollado otras estrategias que pasan por apoyarse en toda la sociedad, en las comunidades, en las empresas, en los familiares… Ese es el sentido que yo le doy a la humanización y en ese ámbito llevamos un tiempo poniendo en marcha varias iniciativas. 

Entre ellas el Coro HUMV…

Sí, a mis pacientes depresivos yo les animo a cantar. Lo más lanzado y para mí lo más novedoso es que les digo que vengan a cantar pero conmigo. Y ya sé que un médico no puede estar todo el día con sus pacientes, que tiene que cuidar su vida personal pero hay que involucrarse. Las iniciativas que estamos poniendo en marcha tienen que ver con nuestra historia y nuestras propias preferencias. A mí durante mucho tiempo me ha interesado el impacto de la música, del canto, en la salud. Hay mucha literatura y además he tenido la suerte además de encontrar personas en mi camino como Vicente Pelechano, director de la Banda Municipal de Santander y de la Orquesta Joven de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) o el tenor José Manuel Zapata que en los últimos tiempos se ha dedicado a difundir, a educar, a convencer a la gente de lo importante que es cantar.

… y la Orquesta Virtual.

Este fin de semana hay un concierto en el Palacio de Festivales en homenaje a Nino Bravo, dirigido por Vicente Lechano, y precisamente vamos a hacer la primera prueba con las cámaras 360. El proyecto consiste en escoger una serie de piezas para proporcionar una experiencia inmersiva a través de realidad virtual, donde el paciente se pueda acercar a las distintas secciones de la orquesta y tenga además acceso a una serie de píldoras informativas sobre cultura musical y también de tipo sanitario. El proyecto incluye además una partida para hacer una pequeña investigación sobre los efectos de esta iniciativa en los pacientes.   

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