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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Mayo no se acaba nunca

Imagen de archivo cedida por el Museo de la Prefectura de la Policía parisina sobre los disturbios de mayo del 1968. EFE/ Museo de la Prefectura de la Policía parisina

Javier Merino

Conmemorar mayo del 68 es un acto casi obligado para quienes se sienten especialmente vinculados con la educación de los jóvenes, con la mejora de la sociedad en que vivimos, con la huella que van dejando los movimientos sociales, los momentos de efervescencia social que sacuden sociedades enteras, con la historia de las generaciones que nos precedieron, con Francia y la fascinante cultura del país vecino... En el IES Alberto Pico confluyen todas las circunstancias y alguna más. Mayo del 68 es más que una efeméride para nosotros.

No obstante, mayo del 68 no fue solo París, aunque París fue mucho. Fue también Memphis, Praga, México DF, Berlín, Madrid, Villabona… Mayo duró todo el año, posiblemente mucho más de un año, porque dejó una huella indeleble aunque nada fácil de descifrar.

50 años después, conmemorar mayo del 68 no es un acto gratuito. Sorprende la vigencia de algunos de los planteamientos de aquella primavera que detuvo el mundo. No solo fue la señal de partida de unas demandas que se irían extendiendo hasta el día de hoy, en que siguen siendo igual de necesarias pero algo más urgentes que entonces, sino también el punto final de un viejo mundo que allí empezó a perecer. Mayo nos sigue enseñando que soñar un mundo mejor no entra dentro de los patrones de la sociedad de consumo, y está más al alcance de los jóvenes que del escepticismo que inevitablemente crece con el paso de los años; mayo nos recuerda que no podemos dejar el mundo en manos de unos pocos poderosos, no porque sean peores que los demás, sino porque el dinero y el poder envilecen a quien puede hacer uso de ellos sin control; mayo nos recuerda que el segundo sexo se ha hartado del lugar que ocupa, y que la humanidad no soporta más siglos de opresión y ninguneo de más de la mitad del conjunto; mayo nos recuerda que solo tenemos un planeta y el tiempo de destruir el que habitamos se acaba; desde mayo sabemos que ser padre, profesor o autoridad no es garantía de buen hacer, que los jóvenes no quieren ver, oír y callar, esperando hacerse mayores para reproducir relaciones de dominación que rechazan; desde mayo somos conscientes de que la igualdad de los seres humanos está por encima de los títulos, la edad o la condición, pero también de que si todas las personas son respetables no podemos decir lo mismo de las ideas o las acciones: las hay repugnantes y deben ser combatidas. Mayo recogió los aires que venían del otro lado del Atlántico, que preferían el amor a la guerra, y que defendían que la discriminación racial debía acabar para siempre, igual que la mayoría de los franceses habían decidido unos años antes en relación con la población argelina.

Mayo dejó un legado todavía inacabado, pero vital para trazar la hoja de ruta de lo que quedaba del siglo XX y los principios del XXI. Pero, como toda obra humana, dejó también excrecencias que aún hoy pugnamos por eliminar definitivamente. Como no podía ser de otra manera, los que quisieron cambiar el mundo consiguieron cambiar la agenda, lo que es mucho, pero no pudieron impedir que el mundo les cambiara a ellos; cuando los melenudos se cortaron el pelo y poblaron gabinetes ministeriales y consejos de administración cambiaron la playa por el asfalto y decidieron que la única utopía posible era aplicarse a sí mismos el 'Enriqueceos' de Guizot. En mayo descubrieron que el estalinismo era mucho peor que un crimen: era el error que había cegado la vía de la emancipación de la humanidad por mucho tiempo; pero muchos lo sustituyeron por la mitificación de otro sátrapa aún más oriental, en pos de una revolución cultural que no sabían tenía muy poco de revolución, nada de cultural, y todo de sanguinaria imposición del poder. En mayo coagularon muchos de los sueños devenidos en monstruos al comprobar la aparente futilidad de la movilización de estudiantes y obreros unidos en las calles; la tentación del derrocamiento del poder por las armas no nació allí, pero encontró respaldo en el convencimiento de que el poder no se deja derrotar por la razón de la pasión de los muchos, y encuentra recursos para reconvertir la rabia de la calles en millones de votos conservadores. El atajo de la lucha armada atrajo a demasiados jóvenes de las promociones siguientes, que también querían un mundo nuevo, lo querían ya, y lo único que encontraron fueron cadáveres propios y ajenos. De mayo también vino, bien lo saben los conservadores hasta hoy, esa igualación falsa, que pretende, en aras de una posmodernidad desviada, que da igual saber que no saber, estudiar que no hacerlo, opinar sobre bases firmes o hacerlo sin ningún fundamento. La deconstrucción de los relatos acabados, omnicomprensivos y cerrados dio paso a la imposibilidad de construcciones perfectas, a las miradas múltiples y parciales, a análisis tan sesgados que a veces se convierten en caricaturas aptas para ingenuos interesados. 

En este mayo del 18 vamos a recordar a los checos aplastados por los tanques rusos, a los estudiantes mexicanos asesinados porque querían democracia, a Martin Luther King, a Enrique Ruano, a José Antonio Pardines, a todos los que murieron por intentar un mundo mejor, o que simplemente se cruzaron en el camino de asesinos sin escrúpulos. Desde nuestra esquina de la ciudad no se ve la playa, pero sabemos que está detrás de los bloques de cemento. Tampoco se ve la utopía en el día a día de las rutinas grises, pero después de tantos mayos hemos aprendido que si no la buscamos la vida tiene menos sentido.

NOTA: El artículo está firmado de manera conjunta por:

Gemma Hernández Verde, jefa de estudios del IES Alberto Pico.

Jacinto M. Arce Sotres, director del IES Alberto Pico.

Javier Merino Pacheco, profesor de Geografía e Historia del IES Alberto Pico.

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