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¿Por qué la construcción del trasvase Tajo-Segura aceleró la despoblación de los municipios ribereños?

Desde la puesta en funcionamiento del trasvase Tajo-Segura en 1981 la caída en picado de la población de los municipios ribereños de los embalses de Entrepeñas y Buendía es un hecho constatable con datos objetivos. Si estos embalses de la cabecera del Tajo, ubicados entre las provincias de Cuenca y Guadalajara, contribuyeron anteriormente a generar el desarrollo socioeconómico de estos municipios, el acueducto dio al traste con todo ello. Así lo analiza un estudio del Grupo de Investigación del Tajo de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) elaborado por Beatriz Larraz, Nuria Hernández-Mora y Enrique San Martín.

La comunicación de este estudio se ha llevado a cabo en el último Congreso Ibérico sobre Gestión del Agua organizado -este año online- por la Fundación Nueva Cultura del Agua, y en el mismo además de vincular la gestión de los embalses con la despoblación rural, se realiza un análisis comparativo de estas infraestructuras castellanomanchegas con la llevada a cabo en el embalse de San Juan de Madrid. 

El estudio refiere que en una primera fase estas zonas de Cuenca y Guadalajara vivían de un sector primario tradicional con una productividad baja. La construcción de los embalses permitió una posibilidad alternativa de desarrollo económico, sustituyendo la actividad agraria tradicional por actividades turísticas vinculadas a los embalses. Los recursos naturales y patrimoniales de la zona y la proximidad de Madrid dotaron a la zona de un “enorme potencial” justo cuando el turismo empezaba a despegar.

Así, durante las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado se construyeron urbanizaciones de segunda residencia, instalaciones hoteleras, de restauración y ocio, o puertos deportivos, entre otros. “El cambio de modelo pareció funcionar y el ‘Mar de Castilla’ y sus playas se convirtieron en un lugar habitual de veraneo de muchos madrileños”, añade.

La llegada del trasvase

¿Qué pasó después? Llegó la aprobación, construcción y entrada en funcionamiento en 1981 del trasvase Tajo-Segura, que “truncaría de manera determinante” este proceso de desarrollo. La conjunción de un fuerte descenso de las aportaciones de agua a Entrepeñas y Buendía (50%) desde principios de los 80 y, sobre todo, de una gestión del trasvase “que ha priorizado las necesidades del sureste español frente a las locales”, ha provocado “su declive poblacional y socioeconómico”.

“Este caso podría ser un ejemplo paradigmático de la desatención que sufren las zonas rurales por parte de los poderes públicos, de forma que, incluso teniendo recursos para su desarrollo, se ven abocadas a la desaparición”, advierte. Es más, destaca que el análisis de los datos poblacionales muestra una realidad “poco prometedora”: estos municipios han visto cómo su población ha descendido a menos de la mitad desde los años 50. Se observa un alto porcentaje de personas mayores y un pequeño porcentaje de jóvenes en la zona, una elevada proporción de población económicamente dependiente y una baja densidad de población.

Constata por tanto que a partir de la entrada en funcionamiento del trasvase los municipios ribereños pierden población a mayor ritmo que los municipios comparables de las provincias a las que pertenecen. El estudio del Grupo de Investigación del Tajo deja claro que si las necesidades de los pueblos ribereños se ignoran, como ha sucedido hasta ahora, seguirán “sufriendo únicamente los impactos de su presencia en sus territorios”. 

Para los investigadores, la evolución poblacional de los municipios ribereños de Entrepeñas y Buendía llama especialmente la atención si se compara con la de los pueblos que rodean al embalse de San Juan, con características similares pero cuyo embalse se gestiona con otras prioridades. Explican que la población aquí se duplicó desde la década de los 50, en gran medida por el desarrollo turístico, poniendo de manifiesto el potencial de los embalses para favorecer el desarrollo socioeconómico de los pueblos de alrededor.

“La gestión del embalse de San Juan, facilitando el desarrollo de estos usos recreativos proporciona un importante punto de contraste con la gestión de los embalses de la cabecera del Tajo, con una superficie potencialmente embalsada 17 veces superior a la de San Juan, pero donde los usos recreativos y las oportunidades de desarrollo asociadas a los mismos son sistemáticamente ignoradas por las reglas de explotación del trasvase”, agregan.

Para concluir, señalan que el ejemplo del embalse de San Juan pone de manifiesto que sería posible potenciar el desarrollo socioeconómico vinculado al uso sostenible del potencial recreativo de los embalses. “Es necesario promover modelos de gestión de las infraestructuras que permitan a las poblaciones ribereñas articular modelos de desarrollo territorial basados en los valores paisajísticos, medioambientales y culturales de sus territorios”.