Patricia Ortiz, la artista albaceteña del ‘stop-motion’ que lleva su talento a la Berlinale

La albaceteña Patricia Ortiz es una artesana del cine. Directora de arte, diseñadora de producción, decoradora y creadora de marionetas, su talento y experiencia en el campo del stop-motion la van a llevar a la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Berlín, la prestigiosa Berlinale, que este año se celebra, en su 75 aniversario, del 13 al 23 de febrero.

En la capital alemana se estrenará mundialmente, y dentro de la sección Generation Kplus, Tales from the Magic Garden, largometraje en el que la manchega, como directora de arte y diseñadora de producción, ha invertido años de trabajo, demostrando su maestría en el stop-motion. 

“La Berlinale es una de las grandes citas del cine a nivel mundial, así que formar parte de su programación es una oportunidad increíble, y este estreno es una gran ocasión para dar visibilidad no solo a la película, sino también al minucioso trabajo artesanal que implica el stop-motion”, explica, reconociendo que a nivel personal, “es una gran satisfacción, ya que durante seis años trabajé en el diseño de producción y dirección de arte y, desde mi estudio WoodenMood, fabricamos todas las marionetas para tres de las historias que componen el film, además de los decorados para una de ellas”. 

El stop-motion es una técnica de animación que se basa en la manipulación física de objetos o figuras para generar la ilusión de movimiento. En lugar de dibujar cada cuadro o utilizar gráficos por ordenador, esta técnica consiste en desplazar manualmente objetos reales —como figuras de arcilla, marionetas, juguetes o muñecos— dentro de pequeños escenarios, fotografiándolos en cada posición. Al reproducir estas imágenes en secuencia, los objetos cobran vida y se mueven con aparente fluidez.

Una suma de disciplinas que la condujo a este complejo género cinematográfico, “es una técnica que combina diseño, escultura, pintura, fotografía, iluminación y narración cinematográfica, y por todo ello se convirtió en el medio ideal para desarrollar mi carrera artística; es un proceso meticuloso que requiere paciencia y precisión, pero tiene un encanto inigualable”, afirma.

Tras las huellas de Kundera

Patricia Ortiz lleva más de dos décadas moviendo marionetas y creando esos pequeños platós, un trabajo que se refleja en esta cinta, auténtica artesanía cinematográfica. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en la República Checa, donde ha participado en reconocidas producciones; de hecho, su labor en Fimfárum III le valió una nominación a los Premios León Checo, equivalentes a los Goya en la República Checa. Y todo comenzó gracias a una beca Erasmus.

“Me fui a la República Checa con 21 años durante mis estudios de Bellas Artes. Elegí este país porque en aquel momento leía muchos libros de Milan Kundera, y me fascinaba cómo retrataba la atmósfera de Praga en sus historias. Además, siempre sentí una gran curiosidad por los países del otro lado del Telón de Acero, y todo ello fue, resumiendo mucho, lo que me llevó allí”. Y confiesa que nunca imaginó que aquel viaje marcaría el rumbo de su carrera y de su vida.

Sus referencias, por supuesto, arrancan en su etancia y formación en la República Checa. “Mi mayor influencia proviene de la escuela checa de animación, reconocida por su enfoque artesanal y su capacidad para fusionar lo poético con lo experimental. Sus historias suelen estar cargadas de simbolismo y una atmósfera sombría e inquietante. Dentro de ella, la figura que más ha marcado mi carrera ha sido Jan Balej, un director que se caracteriza por sus atmósferas oníricas y su sutil humor oscuro, que hace que sus historias tengan un carácter surrealista muy personal. Tuve la suerte de trabajar con él durante muchos años, no solo mano a mano en su estudio, sino también como su asistente en el departamento de animación de la Universidad AAAD de Praga”, señala.

Pero se refiere a otros grandes maestros checos que han influido en su trabajo, como JiÅ™í Trnka, por su poética cinematográfica en Ruka; Jan Švankmajer, con su particular surrealismo visual y su innovadora exploración de los materiales, y JiÅ™í Barta, con su universo oscuro y detallado en Klub odložených. “Todos han dejado una gran huella en mi forma de concebir la animación”, señala, indicando que más allá del stop-motion, admira a directores como Terry Gilliam, Michel Gondry y Guillermo del Toro, “quienes han sabido construir mundos visualmente fascinantes, donde la realidad y la fantasía se entrelazan de manera magistral”.

Apoyo para impulsar un cortometraje “resiliente”

Ahora, tras regresar a España y, en concreto, a Albacete, pretende seguir trabajando en el sector y contribuir al crecimiento del stop-motion en la industria nacional. Por eso, además de su trabajo en Tales from the Magic Garden, que no dejará a nadie indiferente, Patricia Ortiz está preparando su propio cortometraje, The Mo(u)urning, una historia también en stop-motion que aborda la pérdida y la resiliencia. “El proyecto ya ha recibido apoyo del Fondo Cinematográfico Checo (Státní Fond Kinematografie) y de Media Slate para su fase de desarrollo; lo inicié en 2022, y explora temas como la pérdida y la resiliencia desde un enfoque visualmente poético a través del stop-motion. Ahora estoy buscando productores en España para poder continuar con la siguiente fase de producción”. 

Además, sigue con su estudio WoodenMood, especializado en la fabricación de marionetas y decorados, con la intención de trasladarlo a España y seguir trabajando en la animación stop-motion a nivel internacional. Y es que tiene clara su misión: “Aportar mi experiencia al crecimiento del stop-motion en nuestro país”, afirma Patricia Ortiz, consciente de que es un reto complejo, ya que el desarrollo de esta industria en España sigue siendo limitado, salvo contadas excepciones. Pero sabe que es una carrera de fondo. “Después de 20 años trabajando en otro país, todavía me estoy familiarizando con la industria del stop-motion en España, que ha crecido en los últimos años, aunque todavía se enfrenta a muchos retos. A diferencia de países con una larga tradición en esta técnica, como República Checa o Francia, aquí sigue faltando apoyo y financiación, sin embargo, cada vez más estudios están logrando reconocimiento internacional, lo que demuestra el talento que hay en España”.

Desafíos del sector en España

En este sentido, afirma que uno de los principales desafíos es la falta de estudios especializados, “puesto que en otros países, el stop-motion cuenta con infraestructuras adaptadas y profesionales con amplia experiencia en la técnica, mientras que en España muchos proyectos deben ajustarse a estructuras diseñadas para otros tipos de animación, pero a pesar de todo, veo un gran potencial. En un momento donde la inteligencia artificial está en auge, hay un renovado interés a nivel global por la animación artesanal. El stop-motion tiene un valor artístico y narrativo único que lo diferencia dentro de la industria. Para crecer, el sector necesita más apoyo institucional y mejores modelos de financiación que reduzcan la dependencia de coproducciones extranjeras”.