Lucero era un lince con una misión: conquistar Albacete y convertir la provincia en un nuevo territorio de expansión para la especie protegida. Pero la historia de esfuerzo del lince, que comenzó en Castilla-La Mancha en 2015, ha acabado en un “desgraciado accidente” ya que el ejemplar fue encontrado ahogado en una balsa de riesgo el pasado 6 de febrero. El cuerpo de los Agentes Medioambientales realizaba un seguimiento muy cercano del animal, pues la intención era que se aparease con Quastellana, la única hembra territorial asentada en la provincia albaceteña.
El lince fue soltado de forma experimental en Albacete en noviembre del año pasado, después de pasar un tiempo en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre El Chaparrillo. Era manco, pues perdió una de sus cuatro patas en un accidente. Tras su recuperación, el personal experto veterinario decidió que la suelta era una opción más viable que la educación ambiental. Además, Lucero había demostrado ser de gran ayuda para la cría de camadas en libertad, ya que había sido el progenitor de un total de 21 cachorros, en ocho camadas diferentes desde su primera suelta en 2015 hasta su accidente en 2019.
Los Agentes Medioambientales quieren ser “optimistas” y esperan que, efectivamente, los dos linces se hayan encontrado y apareado, pero también recalcan que el tema debe tratarse con cautela. Aunque también con optimismo. Miguel Fajardo, coordinador del cuerpo en la provincia, explica que es la primera vez que los agentes se hacen cargo de un seguimiento de este tipo y que el animal estaba en una zona “muy controlada”. “Venía de cautividad en una zona pequeña, de unos 2.000 metros cuadrados, hasta que cogió fuerza y veíamos que poco a poco iba explorando nuevos territorios”, afirma.
Fue entre enero y febrero de este año que el animal se movía ya de forma asidua en la provincia, haciendo cada vez más kilómetros. El cuerpo vigilaba su comportamiento a través de GPS y por radiofrecuencia, para poder minimizar las amenazas a las que se enfrentase el ejemplar, en especial las carreteras. “Recordemos que los atropellos son la primera causa de muerte de los linces”, explica Fajardo, y Lucero, en particular, se movía por una carretera comarcal donde el peligro “era muy alto”.
“Era preocupante, porque el lince no tenía una movilidad de respuesta rápida; hacía muchos kilómetros pero al trote”, afirma. Fue gracias a este seguimiento que el cadáver del lince se encontró rápidamente. “El ahogamiento se produjo en un embalse como hay cientos, ya que la zona es agrícola y hay varias balsas de riego, que se forran con plástico para que el agua esté más limpia. Están cerradas también de forma perimetral con una malla para que no entren animales ni personas”, explica Fajardo.
Pero el cierre, en este caso, tenía agujeros que probablemente se debiesen a la presencia de conejos. Los propietarios de la balsa ya han tomado medidas correctoras para que los animales que caigan en el agua, puedan salir de ella. “Un agente detectó una señal muy débil, y entonces ya se alertó de la situación”. Tras la necropsia del animal, se estableció que fue un “accidente desgraciado” sin muestras de golpes o peleas, ni tampoco de hambre: tenía 500 gramos de conejo en el estómago.