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Castrovido, el embalse maldito de Burgos que acumula 20 años de retraso y cuyo llenado es inviable por una fuga

Surgió como un proyecto para regular las crecidas del río Arlanza en su parte alta, a unos 19 kilómetro de donde nace, en Fuente Sanza. El embalse de Castrovido, situado a una orilla de la CL–117 entre Palacios de la Sierra y Castrillo de la Reina, en Burgos, estaba llamado a frenar las inundaciones que afectaban más allá de Salas de los Infantes y servir de reserva para los usos agrícolas. 20 años después del inicio del proyecto –aunque las primeras máquinas empezaron a trabajar en 2004– no hay una fecha clara para que esté disponible para al 100%. Y el problema recién encontrado, pese a los años del proyecto, es que en su llenado se ha descubierto que pierde agua por un sumidero no detectado y y que afecta a su capacidad.

Según explican desde la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) la detección de la fuga se ha producido en el llenado de la presa, inciado el año pasado: “Durante la fase de puesta en carga, dentro de los trabajos de inspección realizados durante la primera fase de llenado, sin que se tuviera constancia del mismo previamente, se detectó la existencia de un sumidero, situado aguas arriba de la presa y en una zona aún no cubierta por las aguas”.

Este problema se suma a que el año hidrológico 2021-2022, que termina el último día de septiembre, está siendo extremadamente seco. En un principio, el llenado estaba previsto para que se realizase durante dos años, comenzando en junio de 2021. Con el estiaje la cuenca del Duero, la reserva hídrica se encuentra al 30% de su capacidad, 14,3 puntos menos que hace un año. Todo ello, como apuntan desde la CHD, hace que la presa de Castrovido no reciba las aportaciones necesarias y no vaya al ritmo previsto. Otro nuevo retraso.

Ese sumidero inesperado –y no detectado en dos décadas de proyecto– tiene paralizada la segunda fase de carga de la presa, la que se considera como embalse principal, con la mayor capacidad de almacenamiento. La primera etapa se alcanzó en diciembre de 2021 y supone solo el 11% de la capacidad total de agua que es capaz de albergar, con un volumen cercano a los cuatro hectómetro cúbicos. Desde mediados de año que se detectó, Castrovido espera un nuevo parche a los problemas que van surgiendo durante su construcción.

Este tipo fuga de agua en los embalses puede ser habitual, según fuentes consultadas por este periódico, y se debe a que en ocasiones los estudios no contemplan bien el peso que ejerce la propia agua, por lo cual pueden aparecer estas fisuras. También, han explicado, que, dependiendo de la composición del suelo, este líquido tiende a buscar una escapatoria natural de ahí que existan estas cavidades. Lo que no se entiende es que se haya detectado ahora y no en una fase más temprana.

El procedimiento de detección de este tipo de sumidero, según han detallado el Ministerio de Transición Ecológica, se ha realizado durante la inspección de las las zonas del vaso del embalse que quedarán sumergidas “con el fin de verificar un adecuado comportamiento del conjunto”. Previamente al siguiente escalón de llenado, y fruto de esa revisión del vaso del embalse realizada con mayor profundidad, se detectó la existencia de un sumidero en el cauce del arroyo Vaquerizas (afluente del río Arlanza por su margen derecha, que lleva agua de forma intermitente), en una zona que quedará inundada por el embalse de Castrovido una vez se termine de llenar.

La gran superficie que ocupa el vaso del embalse de Castrovido y las reducidas dimensiones que tiene este sumidero hacen que su detección no se haya producido en fases tempranas y sea ahora, con la inspección en detalle de las zonas del vaso del embalse que quedarán sumergidas en cada etapa de llenado parcial, cuando se haya descubierto su existencia y se vaya a proceder a su sellado.

Actualmente, como ha defendido la CHD, hay un proyecto redactado que se encuentra en fase de tramitación. Dicha intervención todavía no se ha materializado sobre el terreno y lo que sí se está haciendo son trabajos para el desbroce de la vegetación del vaso del embalse. Las plantas han crecido, como era de esperar, tras ser eliminadas durante la fase de construcción y ahora se dispone a limpiar esta zona para mejorar las condiciones posibles para el llenado. Desde el Ministerio ha defendido que “en la actualidad se están evaluando los datos y los documentos técnicos elaborados al respecto”, con el objetivo de definir “el tratamiento más adecuado para el sellado de dicho sumidero, cuyo diseño tomará forma mediante la redacción del correspondiente proyecto de ejecución definitivo, que dará pie a la contratación, de forma inmediata, de las actuaciones requeridas”.

Una historia llena de polémica

El embalse de Castrovido ya supuso un conflicto desde antes de empezar a ponerse las primeras piedras. Los pueblos afectados, con Palacios de la Sierra a la cabeza, se mostraron siempre contrarios desde antes de la aprobación de los primeros planos. En 1996 el pueblo estaba en armas contra el proyecto y así se lo demostraron en la Vuelta a Burgos, también a Miguel Induráin, mediante pancartas contrarias a la obra. Organizados en la plataforma 'Salvemos el Arlanza' y con el alcalde de Palacios de aquel momento, Félix Llorente, protestaron en Burgos y llegaron a plantarse en el Ministerio del Medio Ambiente de entonces para hacer llegar sus reivindicaciones que apenas fueron tomadas en cuenta.

Para el exregidor, en declaraciones recogidas por el diario El País en 1997, el embalse iba a suponer una afección económica y medioambiental a toda la comarca ya que, al menos en el proyecto inicial, la cola del embalse iba anegar 100 hectáreas de la vega del municipio, dedicado a la ganadería y la explotación de sus bosques, de donde se extraían 100.000 metros cúbicos de madera al año. De ejecutarse la presa, afirmaba Llorente, se modificará el clima seco que dominaba en el valle.

También se mostraron contrarias diversas organizaciones ecologistas, como Ecologistas en Acción y se publicaron artículos científicos que dejaban en evidencia el proyecto. En la publicación Nueva Cultura del Agua, en el informe: Conflicto de la presa de Castrovido: la defensa de uno de los últimos ríos vivos burgaleses, sus autores apuntaban: “La cabecera del Arlanza es el único tramo fluvial de cierto valor que queda en la provincia de Burgos, y uno de los pocos de la España interior que aún conserva buena parte de su primitivo valor natural”.

En sus conclusiones, este informe recoge que el motivo de su construcción es que la obra se entiende en clave de lógica política. “Las legítimas aspiraciones que nacieron en la cuenca baja del Arlanza a comienzos de siglo han sido hasta hoy una importante baza que todos los partidos políticos han jugado para ganar votos en esas poblaciones”. Otro motivo, como denuncian, “serían las presiones de los lobbies de constructoras e hidroeléctricas por las cuantiosas ganancias que obtendrían con la ejecución de la presa”. El texto concluye reflexionando sobre la agonía del mundo rural “como resultado de unas políticas tradicionales que en general nunca se han preocupado de los pueblos” y apuntan que con la inversión de 40.000 millones de pesetas –240,4 millones de euros al cambio– que se iba a hacer, en la comarca del Arlanza se podría haber realizado “una enorme cantidad de iniciativas” para generar en ella “ilusión de desarrollo, servicios, calidad de vida o, simplemente, una dulce agonía”.

Entre finales del siglo XX y principios del XXI, la presa de Castrovido finalmente ha ido tomando forma pese a las protestas. El proyecto de crear un embalse en el tramo alto del Arlanza no era nuevo y databa de principios del pasado siglo, durante la dictadura de Primo de Rivera. Entonces el objeto de la construcción era el mismo que da la CHD: conseguir acabar con los desbordamientos del Arlanza, algo que según la propia entidad ya se ha empezado a notar, aunque no esté operativa al 100% la presa. El germen de la presa ponía al pequeño municipio de Retuerta, aguas abajo de la actual localización, como ubicación, pero su planteamiento se fue alargando en el tiempo dada la oposición de los vecinos de la zona y el cambio en las políticas hídricas. De forma unánime, sin tener en cuenta a los lugareños de la Sierra de la Demanda, ni a ecologistas, ni expertos, el lugar indicado fue el paraje conocido como 'Los Vados'; donde antes pastaban todo tipo de ganado ahora el agua iba anegar la zona.

El proyecto fue muy lento desde el principio y tardó en materializarse. Primero, más allá de los cambios de ubicación iniciales, entre los 80 y 90 comienza a idearse y no es hasta el año 2000 cuando el Ministerio de Medio Ambiente lo aprueba. Se tarda otros cuatro años más para poner la primera piedra y se da una estimación de prologarse las obras hasta 2007. Tres años de construcción que se han dilatado hasta finales de 2020, cuando se dio por finalizada y comenzaban las tareas para empezar a preparar el llenado.

Esa idea de presa de Castrovido amasada por tantas manos durante tanto tiempo se encaminaba a hacerse real. Con numerosas modificaciones, el plan inicial poco o nada tenía que ver con el actual debido a los constantes cambios: al principio contaba con 75 millones de presupuesto para ser luego ampliados hasta los 100 millones. Quizás una de las modificaciones más significativas se dio en 2010, cuando el Gobierno autorizó la modificación del contrato de ejecución para cambiar de redefinir la cimentación de la presa en aras de aumentar la seguridad. Esta actuación supuso aumentar en más de 95 millones de euros el coste de construcción. El constante aumento de presupuesto, hasta los más de 250 millones dan una muestra de todas las alteraciones sufridas.

La construcción de esta presa tiene como finalidad principal la regulación del río Arlanza, afluente del Pisuerga, mediante la generación de un embalse con capacidad de almacenamiento de 44 hectómetros cúbicos y una superficie de 214 hectáreas, equivalente a 212 campos de futbol de tamaño medio. Además, aunque no produce energía, se encuentra catalogada por la CHD como presas con posibilidad de utilización con fines hidroeléctricos, una posibilidad que sí estaba en proyectos eliminados.

Cuatro empleados fallecidos y dos heridos de gravedad

Durante la construcción de la presa, en el año 2011, se produjo un trágico suceso. Tres hombres y una mujer fallecían al ser aplastados por una tolva de hormigón que pasaba por encima de ellos. Además, otras dos personas resultaron heridas de gravedad. En 2019, el Juzgado de lo Penal 3 de Burgos absolvía a los dos acusados por el accidente laboral, el magistrado entendía que el paso de la cuba de hormigón por encima de los trabajadores era la única forma de construir una presa. El fallo estimaba que el siniestro se produjo por la rotura de la estructura. La empresa responsable de la construcción paralizó las obras tras el accidente hasta que en 2013 se autorizó su reanudación y tuvo que pagar. Por su parte, la Inspección de Trabajo multó a la compañía adjudicataria con 163.956 euros al entender que incurrió en una infracción muy grave al haber medidas de prevención deficientes.

Tras volver a los trabajos se pusieron varias fechas para la finalización de la obra. En marzo de 2012 quedaban “por lo menos dos años o incluso tres años”, según el presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero en ese momento, José Valín. A finales de 2018, para la presidenta de la CHD, Cristina Danés, la obra estaba al 98% y solo faltaba rematar. La anterior responsable de la institución fijaba a finales de año y comienzo de 2019 el inicio del llenado. El proceso no pudo comenzar hasta junio de 2021 para concluir en diciembre de 2021. Todavía queda saber cuándo se tardará en ver por fin a pleno rendimiento un embalse que como comentaban con sarcasmo y tristeza muchos ancianos de la comarca de Pinares “mis ojos no lo van a ver acabado”.