Juan García-Gallardo Frings (Burgos, 1991) llegó a la política a lo grande en enero de 2022. Vox lo anunció como su candidato autonómico ante las elecciones anticipadas de Castilla y León, que el presidente Alfonso Fernández Mañueco convocó para febrero tras romper con Ciudadanos y abrir un nuevo ciclo electoral en España.
Tras la sorpresa inicial por su nombramiento, que nadie en Vox Castilla y León conocía de antemano, García-Gallardo perdió por el camino electoral el apellido materno y borró los tuits machistas, homófobos y racistas que había dejado escritos en su perfil en la entonces red social Twitter, la primera polémica de tantas que han dejado sus más de 800 días como vicepresidente de Castilla y León.
Aquellas elecciones de febrero de 2022 Vox obtuvo un resultado espectacular, y consiguió convertirse en esencial para conformar un nuevo gobierno. Al PP de Mañueco no le salió bien la jugada de desembarazarse de Ciudadanos y otorgó un poder inédito a la extrema derecha en el parlamento de Castilla y León. Vox exigió presidir las Cortes y una vicepresidencia del Gobierno, además de las áreas de cultura, empleo e industria y agricultura y el PP aceptó para dar por vez primera entrada a la extrema derecha en un gobierno autonómico. Y prometiendo reducir el gasto político en plena campaña electoral el nuevo gobierno de coalición, como el anterior, incrementó el número de altos cargos y su consiguiente coste para las arcas públicas.
García-Gallardo se convirtió en abril de 2022 en vicepresidente del Gobierno de coalición de PP y Vox en Castilla y León. Sus funciones, prácticamente nada; apenas realizar sustituciones, representación si Mañueco no iba y coordinación con otras entidades. La secundaria y principal, generar polémicas allá por donde pasaba. Su primera comparecencia pública en las Cortes de Castilla y León fue un ensayo general de su trayectoria: reproches, insultos y “un nivel barriobajero”.
Y en la que ha sido su última comparecencia en las Cortes de Castilla y León como vicepresidente, la semana pasada para hacer balance de mitad de mandato, García-Gallardo acusó a los medios de comunicación de “demonizarle”. En la misma, el vicepresidente repasó los ‘logros’ de las consejerías de Vox ya que el trabajo de su cargo no da para demasiado, pues apenas tiene las competencias concretas de asociaciones, fundaciones y colegios profesionales, y la de reducir la carga burocrática.
Lo que no hizo García-Gallardo en su repaso de mandato fue recordar sus polémicas: cuando se negó a definir el franquismo como dictadura; cuando llamó “señoritos” a los productores de cine en los Goya; cuando insultó de forma reiterada a varios cargos del PSOE; cuando realizó cánticos racistas y presenció hostigamientos a una periodista; cuando el PSOE le acusó de hacer gestos de una felación a una procuradora socialista; por sus comentarios hacia una parlamentaria con discapacidad; cuando acusó a las mujeres de ser unas “desalmadas” para quedarse la custodia de los hijos; cuando insultó a su predecesor Francisco Igea en sede parlamentaria; cuando mostró su transfobia al aprobarse la ley Trans o cuando vinculó la falta de mano de obra con supuestas ‘paguitas’. Y son solo algunos ejemplos de una 'gestión' que ha destacado más por sus controversias que por sus logros, y con momentos políticos surrealistas para la historia como ir a la concentración motera Pingüinos en coche oficial y sacar un casco de moto para la foto.
Pero además de sus polémicas personales, la gestión de Vox en el Gobierno autonómico bajo su dirección también ha sido controvertida. García-Gallardo intentó colar un protocolo antiaborto para el que no tenían competencias y que provocó uno de sus mayores roces con el PP, que sí gestionaba la sanidad. Tuvo que intervenir el propio presidente Mañueco y desautorizar a su vicepresidente y su lesiva propuesta para los derechos de las mujeres.
García-Gallardo y Vox sí han logrado imponer al PP la protección de la pirámide fascista de los italianos en Burgos o la propuesta de una ley de ‘concordia’ para cambiar el relato de la memoria histórica, ahora afín a postulados ultraderechistas. Además, el Partido Popular ha dejado a Vox reventar el Diálogo Social con sindicatos y patronal, incluyendo reducir hasta su mínima expresión al servicio de mediación laboral.
Entre los fiascos están el nuevo logotipo de turismo de Castilla y León, que García-Gallardo presentó como un hito, y que se acabó retirando por ser un pastiche con esbozos de banco de imágenes que no se podían usar para eso y generar una polémica por su deficitario diseño. Otra idea fiasco fue la del concierto para recaudar fondos tras los trágicos incendios de Zamora en la sierra de la Culebra, que tuvieron que acabar anulando por la polémica del formato tras cancelar varios grupos su participación.
La experiencia parlamentaria de García-Gallardo ha estado llena de duras palabras ante la menor crítica. Si inicialmente el PP le pedía contención y achacaban a su inexperiencia política tanta polémica, finalmente se resignaron a protagonizar titulares que ponían en el foco a Castilla y León, aunque más allá de algún reproche público y privado le han dejado hacer a su antojo.
En los últimos tiempos García-Gallardo se ha visto cuestionado internamente en Vox por sus frecuentes polémicas. Su exdirectora de comunicación, Montserrat Lluis, es ahora uno de los pesos pesados en la Ejecutiva de Santiago Abascal, y su salida de Castilla y León no fue de lo más amistosa generando una rivalidad interna con Carlos Pollán, presidente de las Cortes de Castilla y León, por el favoritismo de la dirección de Vox.
García-Gallardo ha acentuado su perfil racista en la red social X con mensajes islamofóbicos y antiinmigración siguiendo la estela del partido en los últimos meses. Y ahora ha dejado el cargo de vicepresidente de la Junta de Castilla y León 813 días después porque Castilla y León acogerá a 21 menores migrantes procedentes de Canarias. A Vox esto le parece motivo suficiente para romper con el Partido Popular.