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Agua de mar en piscinas y bañeras sin tapón: el turismo ensaya medidas sin restricciones claras por la sequía

Pau Rodríguez

3 de febrero de 2024 22:22 h

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La emergencia por la sequía afecta ya a seis millones de catalanes y algunos sectores económicos se preparan para reducir todavía más sus consumos de agua: un 80% los agricultores, un 50% los ganaderos, un 25% la industria. Pero, ¿y el turismo? El gasto de hoteles y cámpings no figura en el decreto ni en el Plan de Sequía. Y la Generalitat ha optado por dejar en manos de los ayuntamientos su supervisión. 

Las empresas turísticas catalanas, especialmente en Barcelona y la Costa Brava –donde rige la emergencia–, defienden que ya han adoptado medidas de ahorro por su cuenta, desde rellenar piscinas con agua de mar hasta cambiar bañeras por duchas. Y no renuncian para nada a una Semana Santa y a una temporada estival a pleno rendimiento. De hecho, su temor es que las noticias de la emergencia por la sequía acaben por ahuyentar a los visitantes.

A diferencia de otros sectores, el turístico no cuenta con restricciones específicas porque la Agencia Catalana del Agua (ACA) no separa sus consumos del resto de la red doméstica. El director del ente público, Samuel Reyes, se comprometió a elaborar un estudio sobre el gasto real de estos establecimientos, pero todavía no lo ha presentado. Según un informe de 2016 de la empresa pública Barcelona Regional, un turista consume desde 147 a 545 litros, en función de si el hotel es de una o cinco estrellas. De media, un vecino de la ciudad consume 100 litros al día. Pero el Gremio de Hoteleros de Barcelona respondió que desde entonces habían reducido esos volúmenes a 110 y 242 litros, respectivamente.

La falta de datos por parte de la Administración hace que cada Ayuntamiento pueda decidir si corta más o menos el grifo al sector turístico para cumplir con los máximos fijados para todo el municipio, que en emergencia son de 200 litros por persona y día. Un tope que superan más del 40% de las localidades y entre las cuales se cuentan no pocas del litoral.

Roses, en la provincia de Girona, es una de ellas. Lo que hizo su consistorio fue pedir a los grandes alojamientos turísticos que les presentaran un plan de ahorro. Pero sin obligaciones ni topes máximos, según cuenta el edil de Medio Ambiente Lluís Espada. “Por ahora todos están cumpliendo y han tomado conciencia”, asegura. Entre las medidas más llamativas que han adoptado están quitar los tapones de las bañeras para que no las puedan llenar. 

Las restricciones que sí deben cumplir estos negocios son las que afectan al resto de la ciudadanía, y entre las que destaca sobre todo la prohibición de llenar piscinas y de regar jardines. Pero también el cierre de fuentes ornamentales y el veto a las actividades lúdicas con agua, como las fiestas de la espuma. 

El Gremio de Hoteles de Barcelona recuerda que en su caso han instalado sistemas de reciclaje de aguas grises o grifos automáticos para ahorrar. También animan a los establecimientos a colgar carteles para concienciar a los clientes. Pero de nuevo se trata de iniciativas de cada negocio. 

Desde el Grupo Costa Brava Centre, que da cobijo a unas 350 empresas del sector, defienden que han hecho los deberes y se quejan de falta de criterio por parte de la Generalitat. “Cuando lleguen los turistas, ¿quién lo controlará? ¿Será el mismo establecimiento o la Administración? Aquí estamos a la expectativa”, afirmaba la gerente del grupo, Judit Lloberol. “Quizás con los alojamientos es más sencillo, porque tienen un registro de viajeros, pero con la restauración esto no ocurre”, añadía en una entrevista en ACN. 

Piscinas con agua de mar

Las patronales del sector han mantenido reuniones periódicas con la Generalitat. Esta misma semana la Federación Catalana de Cámpings se reunió con el conseller de Acción Climática, David Mascort, y con la directora general de Turisme de la Generalitat, Marta Domènech, y entre otras demandas les propusieron llenar sus piscinas con agua de mar. 

“Haremos lo que haga falta y podemos asegurar que las piscinas estarán llenas en verano”, asegura el presidente de la federación, Miquel Gotanegra. Otros como el Gremi de Hoteles lo consideran inviable y temen que un verano sin piscinas acabe ahuyentando a los turistas hacia otras destinaciones. 

De lo que no hay duda, sin embargo, es que el agua de mar se ha convertido en la única alternativa de aquellos que no quieren renunciar a rellenar su piscina. Lo saben bien en Aquamarina Costa Brava, una de las pocas empresas que se dedican a comercializar agua marina especialmente para la industria alimentaria y farmacéutica. 

“Es un boom. El teléfono no para de sonar, sobre todo de camping, hoteles, particulares y empresas de instalación de piscinas”, explica su directora comercial, Àngel Ruiz. Aquamarina tiene permisos para captar agua mediante un barco en la zona de las Islas Medas, para luego tratarla para el consumo humano. Pero con la actual demanda de piscinas, que requieren un volumen muy superior, han reorientado su negocio y recogen el agua directamente con camiones cisterna desde distintos puertos. 

Ruiz explica también que se les acercan muchos particulares sin saber que para llenar su piscina con agua de mar deben adaptar su instalación, puesto que la concentración de sal es muy superior (entre 36 y 38 gramos por litro) que en las llamadas piscinas de agua salada. “En otros países, como Francia o Italia, son pioneros en este aspecto, porque así dejamos de explotar agua dulce que realmente podemos necesitar para beber o regar”, argumenta Ruiz. 

“Los empresarios saben perfectamente que sin piscina no hay hotel”, asegura Frederic Guich, concejal de Turismo de Lloret de Mar. Este edil reconoce que muchos alojamientos han adoptado sus propias medidas, aunque sea porque supone para ellos un ahorro de dinero. Pero también lamenta que ni los hoteleros ni los vecinos son conscientes de la gravedad de la situación, y que su consistorio no tiene las herramientas suficientes para supervisar las más de 30.000 plazas hoteleras de su municipio. 

Quejas de las entidades sociales

Algunas entidades sociales tienen desde hace tiempo al sector turístico en el punto de mira, sobre todo porque se desconocen sus consumos reales de agua. “La Generalitat no se mete a supervisarlo y lo deja en manos de los ayuntamientos porque no quiere, porque hay demasiados intereses”, denuncia Dante Maschio, de Aigua és Vida. 

Este activista se muestra crítico, aunque tampoco de forma tajante, con las subvenciones de 12,5 millones que la Generalitat ha destinado al sector para que haga reformas y mejore la eficiencia de la gestión del agua. “¿Era una prioridad? Si sirve para reducir los consumos, adelante, pero se podría haber pagado con el beneficio privado de los grandes actores”, alega. 

Maschio mira a largo plazo y se pregunta si tiene sentido seguir apostando por el crecimiento de la actividad económica turística en Catalunya o si la actual sequía extrema debería servir para replantearlo. El plan catalán de gestión del agua 2022-2027 prevé un incremento del gasto de este sector de entre el 4% y el 24% para 2039. “¿De verdad nos planteamos ese escenario?”, cuestiona.