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Miedo, agresiones sexuales y peor salud mental: particularidades del sinhogarismo femenino

El sinhogarismo femenino tiene unas características propias que lo hacen difícil de estudiar

Andrea Pérez

“No eres una persona en la calle, eres una mujer en la calle”. Esta afirmación sintetiza las conclusiones a las que ha llegado Núria Guasch después de trabajar durante seis años en un centro abierto sólo para mujeres que han estado en situación de calle. Los informes que hay publicados y las vivencias de muchos trabajadores sociales evidencian una situación de vulnerabilidad relacionada con las agresiones sexuales y los roles de género aprendidos que resulta determinante para la experiencia de la mujer a la calle. “La calle es un reflejo negativo de la pauta de concepción de un lugar del mundo en términos de relación de género”, asegura Pedro José Cabrera, sociólogo experto en exclusión residencial y personas sin hogar.

Según los datos obtenidos en el recuento que realizó la Red de Atención a Personas Sin Hogar de Barcelona (XAPSLL) durante la noche del 18 de mayo de este año, hay casi un millar de personas durmiendo en las calles de Barcelona, de las cuales cerca de un 12% son mujeres. Por otro lado el porcentaje de mujeres contactadas por el Servicio de Inserción Social de la misma entidad “ha fluctuado entre el 9 y el 11% del total de las sin hogar atendidas” mientras que la proporción femenina en los equipamientos residenciales de la XAPSLL “nunca ha superado el 30% de las personas usuarias”.

La realidad tras las cifras de sinhogarismo femenino

Según argumenta la Fundació Arrels, que acompaña a las personas sin hogar en el camino hacia la autonomía, uno de los motivos por los cuales la incidencia de la calle es menor en las mujeres es el hecho que “acostumbran a tener más recursos que el hombre para pedir ayuda a familiares y amigos”. Esta mayor red de contactos que puede evitar que la persona acabe durmiendo en la calle, tiene que ver con el hecho que las mujeres, según explica Albert Sales, responsable del estudio de la XAPSLL, tienen atribuida la función de cuidar la familia debido a su rol de género. Un rol que las identifica, según explica Guasch, como personas “cuidadoras y también cuidadas” que, en consecuencia, tienen menos vergüenza a la hora de pedir ayuda. En cambio, “el hombre restringe la relación a los encuentros físicos”, explica Sales, y se limita a cuidar el espacio laboral. Cuando este falla, el hombre pierde la red de relaciones.

David Vázquez, educador social en un centro de acogida para personas sin hogar, destaca dos factores principales para explicar que las cifras de mujeres en situación de calle no hayan superado el 12% durante los últimos años. Por un lado, Vázquez considera que ante una misma situación de crisis, la mujer tiene más herramientas para solventarla: “Está demostrado que la mujer tiene más recursos, habilidades y resistencias ante las adversidades. [...] En general son más fuertes”. Otra razón que el educador social emplea para explicar este fenómeno es que cuando hay una separación o ruptura familiar, es la mujer quien acostumbra a asumir la tutela de los hijos: “No hay ninguna norma ni ley escrita que lo diga, pero es así”. Vázquez explica que son muchos los hombres que atienen en su centro de acogida que “por razones diversas han abandonado el domicilio familiar y en la gran mayoría de casos que conocemos, los hijos quedan en el domicilio con la madre”.

No obstante, el informe de la XAPSLL también apunta que “no es cierto que el sinhogarismo y la exclusión residencial afecten en mayor medida a hombres que a mujeres” porque en las categorías de exclusión residencial más ocultas, de las cuales no se tiene información, “son en las que encontraríamos un mayor número de representación femenina, en especial de mujeres migrantes”. Por otro lado, considerando los datos que recoge el informe sobre las diferentes categorías de exclusión residencial, la proporción femenina aumenta a medida que el recuento se aleja de la calle.

Cabrera explica que las mujeres, debido a las capacidades que han desarrollado como consecuencia de su rol de género, producto de unas pautas “patriarcales y machistas”, tienen más facilidad para incorporarse a otros domicilios o espacios y trabajar a cambio de un techo. Así, las mujeres que se encuentran en situación de exclusión social suelen estar “en las grietas del sistema de alojamiento”, explica Cabrera. El sociólogo concluye que, paradójicamente, unos datos que parecen beneficiar al sexo femenino, “son la expresión de un proceso de invisibilización. [...] De un sufrimiento oculto que no se puede contabilizar”.

Los porqués de una mayor vulnerabilidad

“Una constante entre las personas que han pasado por etapas de calle es el miedo. Y el miedo es mucho más intenso en el caso de las mujeres”, afirma Sales. Según los datos públicos de la Fundació Arrels, la mitad de las personas sin hogar han sufrido algún tipo de agresión. Sin embargo, si bien todas las personas están expuestas a la violencia física y los robos, las agresiones de tipo sexual en mujeres son una constante. Así, además de la inseguridad aprendida, estas mujeres sufren episodios continuados de acoso, ofertas y chantajes sexuales. Vázquez apunta que ha conocido de forma directa casos de mujeres en situación de calle que han sido agredidas sexualmente. De hecho, explica que según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 40% de las mujeres sin hogar han sufrido agresiones, el 61% han sufrido robos y el 24% han sido víctimas de agresiones sexuales. Guasch, por su parte, comparte que la violencia sexual está muy presente en las mujeres atendidas en los centros de acogida, y que es también una de las causas fundamentales del miedo y la dependencia que desarrollan respecto de los hombres cuando se encuentran en situación de calle.

La situación de inseguridad que sufren las mujeres que duermen en la calle parece tener un paralelismo con Inglaterra. Según informaba The Guardian, “la vulnerabilidad de las mujeres sin hogar ha sido subrayada por informes que alertan de limosnas a cambio de sexo hacia estas personas”. De hecho, un veintiocho por ciento de las mujeres explicaban haber mantenido relaciones sexuales no deseadas sólo “para tener un techo donde dormir”, según explica el medio. Guasch cuenta que en Barcelona también ha conocido muchos casos de prostitución encubierta y, sobre todo, de acoso sexual que en algunos casos puede acabar con violación.

A una tendencia superior a sufrir agresiones de tipo sexual se añade un agravante: el sinhogarismo femenino tiene unos datos de salud mental más alarmantes que el masculino. Mientras que en Inglaterra se han realizados estudios que hablan de una edad media de mortalidad muy inferior a la masculina (los 43 años) debido a una mayor tendencia a sufrir enfermedades mentales y adicciones, entre otras patologías, en Catalunya también se ha evidenciado, según explica Sales, que en la vertiente de salud mental las mujeres están en una situación de más gravedad.

El motivo más claro es que, tal como explica María Virginia Matulic, diplomada en Trabajo Social, en su artículo Nuevos perfiles de personas sin hogar a la ciudad de Barcelona, uno de los factores clave que interviene en los procesos de desvinculación de las personas sin hogar es la carencia de redes sociales. Así, se entiende que las mujeres “tienen que romper los vínculos con más intensidad” para acabar en la calle. En la misma línea, Vázquez cree que, mientras que “los hombres se rinden antes”, las mujeres acostumbran a agotar todos los recursos antes de quedarse sin techo, esto hace que cuando llegan a una situación de calle lo hagan en peores condiciones mentales: “Por esta razón decimos que es más difícil que una mujer llegue a la calle que no un hombre, pero cuando llega le cuesta mucho más salirse porque su problemática es más grave”, explica Vázquez.

Por otro lado, si en Inglaterra una de cada tres mujeres afirmaba encontrarse en situación de calle debida a episodios de violencia machista física, Cabrera afirma que en España hay casos parecidos, y que muchas de las mujeres que se encuentran en situación de exclusión residencial han sufrido violencia machista y, además, un trastorno mental, hecho que las deja al margen de las instituciones sociales que pueden ayudarlas. En este sentido, Vázquez explica que “el perfil más habitual atendido en los centros de la red de atención a personas sin hogar suelen ser mujeres solas, sin cargas familiares, que no tienen acceso a recursos para familias monoparentales con hijos o centros para víctimas de violencia”.

Según explica Guasch mediante los datos que recogieron en el centro donde trabajaba, las mujeres sufren muchos más trastornos mentales que los hombres en situación de calle y, además, quedan en una situación de mucha más dependencia, incapacitadas para realizar trabajos cotidianos “sin supervisión”, argumenta. Por otro lado, las mujeres que han sido madres quedan mucho más afectadas, a parecer de Guasch, por la pérdida de los hijos, que no sus compañeros masculinos. Esto implica que la recuperación de las mujeres que han estado en esta situación sea más complicada, porque no se trata de algo transitorio.

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