El reto de encontrar más familias de acogida: “Es difícil, pero te hace querer de una manera que no sabías que podías”
Hace cuatro años, Gemma y Enric se encontraron en una sala frente a un sobre cerrado que iba a cambiar sus vidas. Esta pareja de Lleida había decidido que quería convertirse en familia de acogida y, después de casi un año de cursos de formación y esperando a que sonara el teléfono, finalmente les llamaron. Se reunieron con una técnica de la Generalitat que les explicó que tenían una “propuesta”, pero sólo les dijeron que se trataba un niño menor de seis años. Y en base a eso tuvieron que decidir si se lo llevaban a casa o no.
Dijeron que sí y, solo entonces, pudieron abrir el sobre. “Allí había dos fotos y algo más de información”, recuerda Gemma. Tenía 18 meses y venía, como todas las criaturas tuteladas por el sistema, de una familia desestructurada. Ahora hace cuatro años que el pequeño vive con esta pareja y con las dos hijas biológicas de él.
“Es una montaña rusa. Hay momentos fantásticos y otros no tanto. No te voy a engañar, no es fácil porque traen una mochila muy grande”, asegura Enric. A pesar de ser tan pequeños, ya tienen secuelas. “Lo notas en los niveles de frustración, en las reacciones inesperadas... Piensa que, muchas veces, todo empieza con embarazos que no han sido al uso”, asegura Toni. Él también es familia de acogida. En su caso, de una niña que llegó a su vida cuando tenía 7 años. Ahora tiene 23 y sigue en su casa.
Ellos son un ejemplo de los 780 hogares que se ofrecen a acoger a criaturas en Catalunya, pero son muchos menos de los que el sistema necesita. La Generalitat calcula que se requieren 1.400 para conseguir su objetivo: que no haya ningún menor de seis años viviendo en un centro residencial.
Actualmente hay 1.256 niños de esta edad tutelados, pero solo 280 de ellos viven en un hogar de acogida. Los casi 1.000 restantes están en centros residenciales. Una situación que, para la consellera de Derechos Sociales, Mònica Martínez, es “insostenible”.
El reto es compartido por casi todas las comunidades autónomas (solo Cantabria y Aragón lo han conseguido), pero no es fácil. Sobre todo porque el número de criaturas tuteladas por la Generalitat prácticamente se ha doblado en la última década, mientras que las familias de acogida se han estancado en torno a las 750.
Por eso, la Generalitat ha impulsado un plan para aumentar el número de hogares de acogida. Después de meses debatiendo con las familias, han diseñado una estrategia para hacer difusión y sensibilización, pero también para resolver los problemas de estos voluntarios. “Hemos querido preguntarnos por qué no hay más”, apunta la consellera, que ha concretado que el Govern destinará 2,3 millones de euros a este cometido.
Contratación de personal para simplificar trámites
Una de las primeras acciones será la contratación de 25 personas que ayudarán a agilizar trámites y gestiones, que es una de las cuestiones que más preocupa a las familias. Un ejemplo es el informe previo de valoración que, por ley, se debe realizar en un plazo máximo de seis meses, pero se puede llegar a alargar durante más de un año y medio.
Esto afecta, sobre todo, a las familias que se proponen voluntarias para acogidas de urgencia y que tienen a las criaturas durante estos seis meses en los que se evalúa su situación para decidir si pueden volver con sus familias biológicas o deben quedarse en el sistema de tutela. “Este plazo se alarga siempre, con todo lo que ello comporta”, explica Imma, madre de acogida y, además, presidenta de la Asociación de Familias de Acogida de Barcelona (AFABAR).
Ella se encontró en esta situación. Acogió a una niña de casi dos años y los plazos se alargaron tanto que se acabó quedando con ella. Ahora está a punto de cumplir 10 años y, desde la DGAIA, le acaban de confirmar que la situación de su familia biológica no es óptima y le han pedido que se haga cargo de ella hasta que cumpla la mayoría de edad.
“Es algo que tenemos que solucionar ya. Sobre todo porque hay familias que no pueden quedarse con la criatura, pero ya han estado tanto tiempo con ella que se genera un vínculo. Y romperlo puede ser muy perjudicial”, apunta la consellera. Imma se muestra totalmente de acuerdo y añade que las criaturas tuteladas “tienen el gusanito del abandono para siempre. Algo dentro de ellos les recuerda que sus padres les dejaron y eso les genera traumas de por vida”.
Más ayudas y visitas más flexibles
Otro de los puntos destacados del plan de la Generalitat radica en flexibilizar el régimen de visitas. Al tener que ser supervisadas por un técnico de la Generalitat, siempre se realizan en horario laboral, lo que complica la conciliación de los adultos y de las criaturas. “No es solo que yo, cada dos semanas, tenga que pedir permiso en el trabajo. Sino que la niña debe ausentarse del cole. Y eso hizo que un tema que se podría haber llevado con discreción acabara convirtiéndose en motivo de burlas y bullying”, se lamenta Imma.
Además, explican, las visitas no son experiencias fáciles para las criaturas. “Quieren ver a sus padres, es normal, pero a veces vuelven muy tocados”, añade. Y no es solo por la separación, sino que, en algunos casos, verles es revivir traumas. Tal como apuntan desde la conselleria, el 18% de esos niños han sido víctima de violencia física y un 8% ha sufrido las consecuencias de violencia machista en el hogar.
“Algunas madres aparecen con un ojo morado... Y muchas veces las visitas tienen que ser supervisadas por los Mossos”, explican Gemma y Enric, que pertenecen a la asociación de familias de Lleida (AFALL). Reconocen que no es una experiencia fácil, pero aseguran que vale la pena ayudar a criaturas en su situación. “Estos niños te hacen querer de una manera que no sabías que podías”, resume ella.
El sacrificio es grande, en lo emocional pero también en lo económico. En esta línea, otro de los puntos del plan es conseguir desgravaciones y ventajas fiscales. Los hogares cuentan con un complemento mensual que va desde los 500 euros hasta los 900, pero “no es un problema de dinero”, coinciden todas las entrevistadas.
Lo que piden y lo que la Generalitat está trabajando con el Ministerio de Derechos Sociales es que el cuidado de estas criaturas pueda servir para cotizar -en caso de que sea tan exigente que haga que alguno de los cuidadores deje de trabajar- y que cuenten con ventajas parecidas a las de las familias numerosas o monoparentales.
“Es increíble lo que cuesta hacer cualquier trámite. Si ya es difícil conseguir ayudas de normal, imagínate cuando las pides para alguien que legalmente no es tu hijo”, asegura Toni, que opina que los niños tutelados deberían tener una serie de apoyos, como becas, ya preasignados. “Si los necesitas, los reclamas y si no, no”.
El abismo tras la mayoría de edad
La hija de acogida de Toni tiene 23 años. Hace 16 que llegó a su vida y, aunque nunca llegó a adoptarla oficialmente y ya es mayor de edad, sigue viviendo en su casa. “Es una situación difícil y nadie te prepara para lo que pasa cuando cumplen 18 años”, se lamenta. Al ser mayores de edad ya no están tutelados y la administración deja de hacerse cargo de ellos. “Ya nadie les mira ni se preocupa”, asegura Toni.
Durante un periodo de tiempo, estos jóvenes cuentan con una asignación de 600 euros, pero no soluciona nada. Es más, puede empeorar las cosas. “Son chicos, en su mayoría, inestables. No necesitan dinero, sino acompañamiento en los estudios y en el trabajo. Están comidos por un trauma que hace que les cueste ser constantes”, apunta este padre de acogida, que recuerda que solo el 4% de las criaturas tuteladas llega a la universidad.
La evidencia científica constata que la separación de la familia biológica tiene unos efectos muy nocivos para el desarrollo físico y cognitivo de los niños y niñas. Unos efectos que se reducen bastante si, en lugar de vivir en un centro residencial, lo hacen con una familia. Por eso, la Generalitat persigue que no haya ningún niño viviendo en un centro residencial, sino en casas de acogida. Pero el objetivo último es que todos los pequeños puedan acabar volviendo con sus padres.
Aun así, según las cifras actuales, eso solo se consigue en un 10% de los casos. Del resto, la gran mayoría viven en centros residenciales, sin la estabilidad ni el calor de un hogar. De hecho, Catalunya es la comunidad con más niños en esta situación. Solo algunos, los que tienen más suerte, acaban viviendo con familias como las de Imma, Toni o Gemma y Enric.
“Acoger engancha”, dice Gemma, preguntada sobre qué les diría a familias que se estén pensando dar el paso. “Es duro, pero compensa saber que estás ayudando a una criatura que lo único que quiere es que le quieran”, concluye.
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