Ley de la concordia o recordar a Franco con amor

Ya están aquí, si es que alguna vez se fueron. Su territorio no ha cambiado, aunque se empeñen en afirmar que ya no habitan la casa miserable del franquismo. Y tanto que la habitan. Nunca la abandonaron. No sé si el PP es un partido franquista. Yo creo que sí, pero me lo callo porque luego llegan los especialistas en el lenguaje de la historia y me echan a los perros para que se alimenten con mis pobres despojos una buena temporada. El caso es que entero o a medias ese partido siempre anduvo flirteando con la memoria de la dictadura. Nunca la negaron, al menos nunca la negaron del todo. Casi toda la boca a favor y un poquito de boca no del todo en contra. Pero en contra, en contra de verdad: nunca.

En los tiempos gobernantes de Rodríguez Zapatero fue aprobada la Ley de Memoria Histórica. Su título institucional es más largo, pero se la conoce popularmente con ese nombre. Era una ley que algo bueno tenía (antes no había nada), pero no se pasaba en altas pretensiones memorialistas y de justicia democrática. Era una ley que ofrecía demasiadas complacencias a la derecha para que el PP la apoyara. Pero no. Como era de esperar, el PP no la apoyó y cuando llegó al gobierno en 2011 no la derogó, pero la fue dejando en nada, como si no existiera. El obligado presupuesto a que obligaba su articulado lo zanjó a las bravas el propio Mariano Rajoy: ni un euro para su desarrollo. Según Rajoy y su partido (y ahora Ciudadanos) cuando hablamos de memoria democrática hablamos de revancha, de reabrir heridas, de romper la convivencia entre los buenos españoles, que para esos dos partidos sólo son los españoles que piensan como ellos. Hace unas semanas, Pedro Sánchez y su gobierno aprobaron y decidieron presentar en el Congreso, bajo la forma urgente del decreto ley, una revisión ampliada de aquella Ley de Memoria que aliviara algunas de las lagunas importantes que licuaban en exceso la normativa anterior. Esa revisión, con la decisión incluida de sacar al dictador de su tumba faraónica en el Valle de los Caídos, ha devuelto al PP -ahora en la oposición y con la misma virulencia de siempre- a su vieja y eterna condición de habitante de la Casa del Padre.

Y como homenaje a ese Padre, ya ha anunciado Pablo Casado una nueva ley de memoria que se llamará Ley de la Concordia. Nada de revanchas como quiere la izquierda a la hora de contar el pasado. Nada de reabrir heridas que sangran en las carnes de todos los buenos españoles. Nada de que haya en las cunetas más de cien mil víctimas del terrorismo franquista. La historia que cuenta la izquierda es mentira y lo que quiere esa izquierda es volver a la guerra civil. Por eso lo que le hace falta a España es una ley que la junte toda en una sola pieza. Una España sin verdugos ni víctimas. Una España en que las cunetas llenas de huesos republicanos se cubran con el cemento del olvido y se conviertan, como con un maquillaje de Chanel, en autopistas por donde circulen los autos a mil por hora sin mirar a todas horas por el retrovisor. Así pues, prietas las filas del PP en ese grumo de franquismo sin maquillar que es la anunciada Ley de la Concordia.

No sé cómo no nos convencemos de que el PP nunca va a negar la dictadura. No sé, de verdad, por qué nos cuesta tanto convencernos de esa vieja y turbia identidad que le llega a ese partido en el paquete de su herencia familiar. No sé cuándo nos vamos a convencer de que al PP le resulta no difícil sino imposible renunciar a la sangre política e ideológica de sus antepasados. La Ley de la Concordia que anuncia a bombo y platillo Pablo Casado es una vez más el abrazo del presente democrático con un pasado dictatorial que debería avergonzarnos.

Nunca deshabitó el PP la Casa del Padre. Siempre vivió en ella. Hoy mismo sigue viviendo en ese lúgubre caserón de los horrores que es como una siniestra mancha de suciedad en los tiempos democráticos. Ya lo dijo hace unos años, en un mitin, el propio Pablo Casado: “Yo estoy convencido de que la inmensa mayoría de jóvenes son del Partido Popular y aún no lo saben. Si es que en pleno siglo XXI no puede estar de moda ser de izquierdas, ¡pero si son unos carcas! Están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién, con la Memoria Histórica…”.

Las fosas de no sé quién, dice el actual líder del PP. Pero claro, si digo que el PP es un partido franquista…