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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

A quien lea

Obediencia de único sentido

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“Llàstima de país amb líders mentiders,

amb fanàtics botxins que dominen les trones,

que ignoren els seus savis o els volen fer callar.

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Llàstima de país que ha perdut les idees:

un poble de corders als seus pastors submissos

que sens recança el duen recte a l’escorxador“.

Jaume Pérez-Montaner. l’Alfàs del Pi (la Marina)

‘Que sempre torna’, Solatge (2009)

Toda virtud tiene su perversión. Los valencianos tienen ante sí la instalación en la cultura de la perplejidad en cuanto respecta a su futuro de acuerdo con los principios básicos de la democracia. Desde 1982 el País Valenciano ha estado gobernado 13 años por el PSOE de Joan Lerma, 21 años por el Partido Popular, con cuatro presidentes nacidos en Cartagena (Eduardo Zaplana, pendiente de sentencia), Motilla del Palancar (José Luís Olivas, acusado de irregularidades en Bancaixa), València (Francisco Camps,  15 años procesado y por fin exonerado) y Castelló, ( Alberto Fabra, el más anodino, cuando la corrupción política se generalizó en el olimpo de la política valenciana). Después vinieron los ocho años de la etapa revisionista– presidencia de Ximo Puig– de la coalición PSOE-Compromís con el apoyo de Podemos, de signo centro-izquierda.

Cambio

Excepción pluripartidista que se cerró en las elecciones autonómicas en mayo de 2023, al no obtener el respaldo suficiente de los votantes en los comicios que perdió la progresía para dar entrada al Consell de PP y Vox presidido por el alicantino Carlos Mazón. El exdirector del Consell Valencià de la Joventut y efímero director general de Comercio con Eduardo Zaplana, se caracteriza por la hiperactividad omnipresente. Diez años director gerente de la Cámara de Comercio de Alicante (1909-1919) a la que dejó arruinada y desahuciada de su sede en el mítico Hotel Palace de la Explanada. Su liderazgo filo murciano ya acusa en las encuestas el cansancio que provoca en el electorado la aceleración desmesurada sin resultados en los campos que la sociedad valenciana estima imprescindibles e irrenunciables: financiación injusta, competitividad y productividad de las empresas y del modelo económico valenciano, déficit crónico de viviendas, ni asomo de política de promoción industrial, fracaso del comercio exterior y de sus actoras natas las cinco Cámaras de Comercio de plena competencia autonómica, abandono del sector agroalimentario desde las consellerias de Lluís Font de Mora (1983-1993) y José Luis Coll Comín (1994-1995), ambos por el PSOE o la excesiva concentración inversora sectorial en el turismo que convierte al País Valenciano con un horizonte laboral de camareros. Unos no hacen porque su anti autonomismo de facto no se lo permite. Los otros, mal adaptados a la dura oposición, han incrementado su crisis: el PSOE desajustado en los embates entre la ministra Diana Morant y el eterno aspirante, Carlos Fernández Bielsa. Compromís en plena catarsis de principios y dignidad. Podemos, descolocado. Los instrumentos de política territorial (estratégica, geo-económica, comarcal o municipal) se han de utilizar por todos, adeptos y escépticos, de acuerdo con los compromisos adquiridos. No vale pugnar para gobernar desde las reglas del juego del Estado de las autonomías, cuando se las combate o se alardea de querer acabar con ellas.

Inestabilidad

La política valenciana ofrece escasas expectativas de recomposición hacia la estabilidad. La política en el ámbito español, trufada de múltiples tensiones permanece supeditada a la resolución negociada del contencioso catalán. Cuya necesidad de pacto social acucia particularmente a Catalunya, en el contexto español y ante el desafío que tiene planteado la política europea comunitaria entre la ultraderecha envalentonada por su empoderamiento en las urnas y las restantes fuerzas políticas convencidas de más y mejor Europa. El primer round en Francia con la presidencia húngara del euroescéptico Víctor Orban y el siguiente en las presidenciales estadounidenses de noviembre, amenazadas por el huracán Trump o el declive de la democracia en el mundo. Detrás de la confusión y la perplejidad que abruma a las capas moderadas de la sociedad está el fracaso de los partidos políticos en su papel catalizador de los intereses del territorio y de sus pobladores. En su compromiso ineludible de intermediación de las demandas e inquietudes entre los altos poderes del Estado y sus partidarios: militantes y votantes. Protagonistas desamparados cuando constatan la desafección corporativa del estamento político de los partidos políticos, desviados hacia sus prioridades privadas o de escalada en su fijación por el poder. Los cubículos políticos absortos en su sed de mando olvidan que el centro está en las clases medias.

No va más

Tres estudiosos –dos filósofos y un maestro de economistas– de la cosa política se han pronunciado acerca de las corrientes profundas, del oleaje a pie de costa y del torbellino con resultado incierto a partir de la consolidación de la extrema derecha más por despecho y reacción que por convencimiento. Tres piezas elocuentes de diferente calado que, empezando por el final, recoge el artículo de Andreu Mas-Colell titulado: ‘Ya están dentro’ en referencia a los herederos de Petain en Francia (Le Pen) y a los de Mussolini (Giorgia Meloni) en Italia con la expectativa de un eventual triunfo de Donald Trump, si Kamala Harris no lo impide, en E.E.U.U. que cerraría el círculo. La singularidad del Reino Unido se pronuncia mayoritariamente por el Labour con la coherencia británica de siempre. Colell acaba su razonamiento con una llamada a evitar la repetición de elecciones en Catalunya, a cualquier precio, para impedir el ruido atronador que pueden causar Vox- Aliança Catalana y el PP, que ya están dentro. En tiempos de caos e incertidumbre podrían hacerlo con mayor implantación y con más tentáculos. España no puede prescindir de Catalunya. La perspectiva catalana no es capaz de soportar más tiempo de indefinición y zozobra. Los catalanes, añorantes de la era Pujol, al igual que los británicos, necesitan estabilidad para emprender de nuevo el camino y elegirán a quien la ofrezca. Atención a Josep Sánchez-Llibre, presidente de la gran patronal catalana, Foment del Treball Nacional , junto a quien forma tándem con él, Antoni Cañete, presidente de PIMEC, emergente organización catalana de pequeñas y medianas empresas y alma de COMPIMES, su equivalente a nivel español. En el Reino Unido la alternativa laborista de Keit Starmer es un toque de atención en el cambio de tendencia post Brexit.

Prometer no basta

El siguiente texto es del profesor de Filosofía Daniel Innenarity que bajo el título, ‘Democracia de las recomendaciones’ para desmontar la politocracia con tintes endogámicos. Cuya crisis se motiva a partir de la ignorancia de cuanto piensan y quieren los ciudadanos. De nuevo pasan de las clases medias y de los pequeños empresarios. Lo suplen con los clichés mentales que propugna el partido, de arriba hacia abajo, en base a la falacia de que los electores futuros se suman a los pasados. Sin tener en cuenta que los votos se pierden y que las circunstancias sociológicas son cambiantes y siempre distintas a las anteriores. La conclusión es que no hay dos elecciones iguales ni lo que tenía éxito ha de ser bien acogido en adelante. En el País Valenciano –tal como nació y nunca debió renunciar a serlo– en el gobierno de Carlos Mazón arrecia la mar agitada de ambiciones hilvanadas. Experimenta el fracaso de su precipitada fórmula magistral: Partido Popular+Vox, en cóctel bien agitado y confuso. La primera crisis del ‘Consell de 2023’ sobrevenida por el temporal de la política española que ha reavivado el pleito de familia entre las facciones que constituyen la derecha desde que el franquista Manuel Fraga Iribarne fundó Alianza Popular : OTAN no, reticente a la Constitución del 78 (5 votos en contra, 3 abstenciones y 8 a favor). Las encuestas y los zarpazos del miedo llevan a Núñez Feijóo a recelar del antieuropeismo de Abascal y sus socios en el Europarlamento, del racismo mal disimulado en el tratamiento miserable de la inmigración, de la dependencia de la patronal de patronales CEOE del endeble Antonio Garamendi, cuando crece la razón de los pequeños empresarios (el 98%). Haría mal el PP en ignorar la necesidad de avances sociales para los desfavorecidos y la urgencia de encontrar la válvula de escape para la inaplazable encrucijada catalana. Tras recurrir el Estatut de 2005, el portazo de Rajoy en la Moncloa a las 40 reivindicaciones de Artur Mas y el estallido del procés en 2017 combatido por la fuerza policial.

Por la libertad

Los tres nudos gordianos que ha de desligar la política española para recuperar credibilidad interna y reconocimiento exterior pasan por la mejora del pluralismo. Su proyección territorial tiene sólo una lectura: la confederación política, fiscal y cultural para las distintas sensibilidades –históricas o no– hasta ahora maltratadas. La siguiente prueba a superar es la anticuada supremacía del Eje bipartidista PSOE-PP y sus secuelas en la insoportable jerarquización de las decisiones y el secuestro de las voluntades de los votantes desde unos comicios hasta los siguientes. La confianza y el apoyo de los electores no son cheques en blanco. La tercera cuestión pública a clarificar es la dimensión y el alcance de la misión de los medios de comunicación. Es un drama que languidezcan, porque la gacela cuando se siente inerme ante el riesgo acaba cayendo en las garras del depredador. En este caso de quienes no quieren una información libre y plural. Las palomas mensajeras han de volar sin amenazas ni coacciones. Los medios informativos no pueden depender de sus vínculos con partidos políticos, gobiernos y poderes fácticos (financieros, ideológicos, económicos ni eclesiásticos). De seguir por donde vamos, con la buena intención de quien asiste a las almas en peligro, se llega al final de la prensa y de los periodistas. Se tergiversa la labor de intermediación entre los poderes, los gobiernos y los ciudadanos, receptores de la información contrastada y comprobable. Son indispensables distintos puntos de vista que necesita la sociedad para blindarse ante el dirigismo de los grupos de presión, cegados por su ambición en sentido único.