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¿Tiempo de descuento? Epitafio de una inacción voraz

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Todavía estamos a tiempo, porque seguimos empeorando la situación. Algo así dijo Antonio Turiel en el debate de ‘59 segundos’ en el que participó el pasado 14 de noviembre y al que arrojó, como siempre, luz a las dinámicas de cambio necesarias para la creación de una sociedad del bienestar, en este escenario de vida cada vez más inhóspito. Son la emergencia climática y otras problemáticas ambientales, los grandes retos que actualmente enfrentamos, pero hay uno todavía mayor: el de hacer llegar a las instituciones la voluntad necesaria para transformarlo todo. Una apuesta firme por el decrecimiento, ante el cual todavía estamos a tiempo de ceder voluntariamente, pues de lo contrario acabará siendo inevitable y forzoso.

Es el momento de abanderar políticas en las que ya no haya cabida para la especulación urbanística ni para el engorde de todas las multinacionales, más allá de las vinculadas al sector de la construcción e inmobiliario, que nos han arrastrado a esta deriva con la quema indiscriminada de combustibles fósiles. Precisamente, es la ausencia de estas políticas la que está contribuyendo a que la pelota del cambio climático se haga más y más grande. Si seguimos así, en la absoluta inacción, las científicas advierten que seguirá incrementando la temperatura global. Seguiremos sobrepasando los umbrales hasta alcanzar cambios sustanciales e irreversibles en el planeta del que formamos parte. Aumentaremos la ya elevada mortalidad por olas de calor y eventos meteorológicos extremos que estos días nos sacude y lamentamos profundamente.

Por lo que, para lo que sí que no hay tiempo es para más promesas y compromisos internacionales despojados de toda acción. Debemos exigir profesionalidad y rigor a quienes ocupan las esferas de poder para “ordenar” nuestros territorios y formas de vida. Debemos exigir planificaciones que no pongan en peligro nuestros pueblos. Debemos exigir un reparto justo y racional, teniendo en cuenta la naturaleza finita de los recursos. Debemos abandonar la sociedad del despilfarro e incorporar lo estrictamente necesario en nuestra cotidianidad. Y que no nos engañen, eso no es vivir peor. Porque, ¿qué es entonces lo que estamos haciendo?

¿Seguimos urbanizando, ejecutando los famosos Planes de Actuación Integrada (PAI), en zonas inundables o en zonas de suelo permeables, de huerta, sellándolas, para que cuando llegue el siguiente temporal el agua no alcance los dos metros, sino los tres en nuestras viviendas? ¿Seguimos perdiendo y comprándonos nuevos coches que no dejan de emitir gases efecto invernadero a la atmósfera y que además actúan de tapón y trampa mortal empeorando los perjuicios personales durante estos sucesos? ¿Seguimos encauzando ríos y barrancos que nos privan de la capacidad de reacción en las avenidas? ¿Seguimos creyéndonos el falso mito de que nuestro mayor enemigo no somos nosotros mismos sino que lo es la vegetación? ¿Seguimos culpando a las ecologistas, conservacionistas y científicas de la magnitud de la tragedia por defender y trabajar activamente en la renaturalización de barrancos y riberas para contar con un amortiguador natural, al mismo tiempo que utilizamos estos cauces de vertederos? ¿Seguimos echando balones fuera o pedimos responsabilidades a quienes, a pesar de conocer los riesgos, no han sido capaces de elaborar y ejecutar planes de prevención?

La desinformación y el negacionismo matan, sobre todo si desde las administraciones y los principales medios de comunicación se validan. Mientras tanto, a las que seguimos aquí, defendiendo la salud del territorio y de las personas, nos silencian e inmiscuyen en un estado de asepsia que dificulta más combatirlas. El foco mediático ahora recae sobre la DANA del pasado 29 de octubre. Más pronto que tarde se posará, con su repulsivo sensacionalismo y falaz sincericidio financiado en muchos casos por grandes lobbies fósiles, en otra catástrofe. Quizá sea otra DANA, quizá sea un súper MEDICAN, quizá una o muchas olas de calor o de frío sin precedentes en cuanto a la trascendencia de sus efectos. De oca en oca y quizás mañana muero porque me toca.

No creo que de verdad la gente quiera vivir en un estado de desasosiego, ansiedad y miseria crecientemente exponencial que lucra a quienes desde sus tronos teñidos de verde ven como un espectáculo las desgracias pasar. Es el momento de tomar decisiones colectivas y de escoger líderes capacitados. Sobran suicidas al mando. Todavía estamos a tiempo.