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Por qué se agrava la dermatitis atópica en otoño y qué hacer para evitarlo

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El otoño suele coincidir con un aumento de la sensación de frío y una bajada de la humedad, dos factores que provocan un agravamiento de la dermatitis atópica, una de las patologías más frecuentes en las consultas de dermatología. Con una prevalencia por encima del 20% en niños y del 1.3% en adultos, el 85% de los pacientes la desarrollan por primera vez antes de los cinco años.

Dermatitis atópica, más que picor en la piel

En las personas con dermatitis atópica, por razones complejas, su sistema inmunológico se vuelve desordenado e hiperactivo, lo que provoca una inflamación que daña la barrera cutánea. Se trata de una enfermedad multifactorial ya que, entre las principales causas, está la predisposición genética, una alteración de la función de la barrera de la piel, un desequilibrio inmunológico y factores como estrés, infecciones, irritación o sequedad ambiental.

Además de los evidentes efectos en la piel como enrojecimiento, hinchazón y lesiones, esta enfermedad crónica incurable puede tener un efecto debilitador a causa de síntomas como picor persistente, piel agrietada, gruesa y supurante.

Estas erupciones pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, lo que hace que la piel sea vulnerable a las infecciones.

Cómo afecta el frío a la dermatitis atópica

Aunque los brotes de dermatitis atópica pueden tener varios desencadenantes –infecciones virales, vacunas, periodos de estrés o exposición al cloro– se ha demostrado también que las condiciones climatológicas tienen un efecto sobre la piel, sobre todo la temperatura y la humedad.

De acuerdo con la Guía para pacientes con dermatitis atópica de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), la temperatura, la humedad y la radiación son factores externos que afectan a los síntomas de la dermatitis atópica. Las bajas temperaturas “aumentan la irritabilidad de la piel y la baja humedad acelera la pérdida transepidérmica de agua y condiciona una mayor activación del sistema inmune”. El frío lo que hace es reducir la producción de grasa protectora de la piel y, por tanto, aumenta la deshidratación. 

Esto ocurre porque una persona con dermatitis atópica difícil de controlar tiene una piel especialmente sensible, por lo que todo lo que hay en su entorno, como la humedad o la temperatura, le afecta más. La barrera cutánea, al estar dañada, pierde capacidad para retener la humedad, lo que deja zonas secas, agrietadas y con picor.

En un clima frío, el contenido de agua de la capa exterior de la piel, la epidermis, responde al nivel de humedad que la rodea. Por tanto, la piel se vuelve más seca. Esto les pasa a todas las personas, pero las que tienen dermatitis atópica padecen efectos mayores.

El calor también daña la piel de las personas atópicas, lo que explicaría que el curso de la dermatitis atópica tenga variaciones estacionales, “exacerbándose con el frío intenso o con el calor excesivo”.

Cómo podemos afrontar la dermatitis atópica en otoño

Para muchas personas, cuando la dermatitis atópica es leve, evitar los desencadenantes en el entorno puede ayudar a reducir los brotes y mantener los síntomas bajo control. Podemos contrarrestar algunos efectos de estas agresiones en la piel con medidas como:

  • Mantener una temperatura agradable en el interior de las casas: si fuera hace frío, lo más normal es aumentar la temperatura interior y subir la calefacción, algo que hace que el ambiente sea aún más seco. Los dermatólogos sugieren una temperatura de unos 18ºC.
  • Aumentar la humedad del hogar: si tenemos radiadores de calefacción podemos poner un recipiente con agua cerca para ayudar a compensar los efectos de sequedad en la piel. También podemos usar humidificadores ambientales para mantener el ambiente con mayor humedad relativa en nuestro hogar cuando tengamos puesta la calefacción. 
  • Mantener una rutina regular de limpieza e hidratación: el objetivo es proteger y fortalecer la barrera cutánea. El uso continuado de hidratantes cutáneos, especialmente importantes en los climas fríos, alivia la sequedad cutánea y retrasa la aparición de brotes y, en los casos más leves, evita el uso de corticoides o inmunomoduladores, según la Asociación Española de Pediatría. El objetivo es recuperar la función de la barrera alterada y reducir la pérdida transepidérmica de agua, así como cubrir las pequeñas fisuras de la piel y evitar la descamación. Los baños frecuentes con agua caliente, aunque apetezcan, no son aconsejables. Es mejor una ducha no más larga de 10 minutos con el agua a menos de 33ºC y secar la piel con pequeños golpecitos, intentando no rascar.
  • Usar ropa con tejidos de algodón o lino: estamos en una estación del año en la que empezamos a ponernos capas de ropa extra para protegernos del frío, como jerséis o abrigos. Si están hechos de materiales que irritan la piel, pueden provocar picor y empeorar los síntomas. Por tanto, cualquier capa que esté en contacto con la piel debe ser 100% de algodón o lino, sobre todo la ropa de dormir, la interior, las camisetas de manga larga y los calcetines. La lana y los tejidos sintéticos, en cambio, incrementan la temperatura corporal y acentúan el picor, según la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria.

Si estas acciones no son suficientes, el médico puede prescribir el uso de antiinflamatorios tópicos como corticoides e inhibidores de la calcineurina. Los corticoides ayudan a controlar la inflamación, el enrojecimiento, la hinchazón, el dolor y la picazón y a curar los eccemas. Su uso debe disminuir cuando la piel está curada, no antes, ya que si los dejamos de usar antes de que sane lo que se hace en realidad es prolongar el eccema.