El confinamiento obligado por la pandemia de COVID-19 ha sido, para todos, una etapa muy difícil de sobrellevar. Por fortuna, contamos con una herramienta de la que, en situaciones similares del pasado, la gente carecía: internet. A través de la web, la mayor parte de la población ha podido estar en contacto con sus seres queridos, acceder a cientos de horas de entretenimiento, realizar trámites y gestiones, y muchos también pudieron continuar con su vida laboral y hasta tener relaciones sexuales. Sin duda, internet ha sido una muy buena ayuda, en muchos casos, para superar este momento.
Pero también es sabido que, así como ofrece muchas ventajas, internet tiene presenta riesgos. El mundo en apariencia infinito que se abre al otro lado de la pantalla puede resultar adictivo. Por eso, ha habido campañas para tener cuidado con los “excesos” en internet, como por ejemplo el Decálogo para un confinamiento digital saludable en familia, editado por la organización Pantallas Amigas, en colaboración con Twitter y la Fundación Mapfre. El decálogo incluía consejos como desconectar de forma regular, compartir experiencias y no descuidar la salud física.
El miedo a perderse cosas y sus perjuicios
Uno de los riesgos más conocidos del uso excesivo de internet es el surgimiento del “miedo a perderse algo” o “a dejarlo pasar”. Se trata de una especie de ansiedad que sufren muchos usuarios y que los lleva a estar siempre atentos a lo que sucede en la virtualidad, sobre todo en las redes sociales. Por consiguiente, experimentan también angustia al desconectarse: les resulta incómoda y agotadora la sensación de quedarse fuera, de perderse lo que hacen, saben o tienen los demás.
Este miedo es llamado en inglés fear of missing out y más conocido por su acrónimo: el síndrome FOMO. Sus consecuencias van desde el estrés, la ansiedad y el miedo hasta el insomnio y otros trastornos del sueño, la tendencia a la procrastinación e incluso la depresión. El uso excesivo de internet -un riesgo que ha acechado de forma particular a las personas que viven solas y han debido atravesar el confinamiento de esa forma- puede conducir a esos problemas.
Desde hace un tiempo, en parte para combatir ese síndrome, mucha gente habla de lo que vendría a ser el reverso de la moneda. Proponen que, ante la sensación de perderse cosas que están sucediendo en internet, la respuesta ya no sea sentir “miedo”, sino todo lo contario: disfrutarlo. Gozar de la desconexión, como si fuese una suerte de “desintoxicación” de internet. Para denominarlo también hay una acrónimo. Como ya no hay temor ('fear') sino disfrute ('joy of missing out'), cambia la primera letra: de lo que se habla es de JOMO.
Disfrutar de los momentos fuera de internet
Se atribuye al emprendedor estadounidense Anil Dash haberse referido al concepto de 'joy of missing out' por primera vez, en un artículo publicado en su blog en 2012. Luego lo popularizó la escritora Christina Crook, al titular así una charla TED y un libro, el cual llevaba como subtítulo la frase 'Finding Balance in a Wired World', algo que podría traducirse como “encontrar el equilibrio en un mundo conectado”. Un equilibrio que incluya las cantidades adecuadas de vida virtual y vida real.
En 2018, dos psicólogas que trabajan para Google publicaron una investigación académica cuyas conclusiones realzan la importancia del JOMO y de la “libertad de desconectarse”. El trabajo, centrado en los teléfonos móviles, señalaba que el exceso de notificaciones crean una constante sensación de obligación y un no deseado estrés. “
Tenemos la responsabilidad de brindar a las personas una forma de recuperar su tiempo y no sentirse atados a sus dispositivos“, explicó una de las investigadoras en el blog oficial de Google. ”Deberíamos dar no solo más control o una relación mejor equilibrada con la tecnología, sino la 'alegría de perderse cosas' o JOMO“. La Asociación Estadounidense del Corazón publicó un artículo en el que destaca los efectos negativos del FOMO y los positivos del JOMO.
Entre los primeros, al estrés y la ansiedad añade sensaciones como la soledad, la envidia y la vanidad y la pérdida de tiempo que representa. Entre los beneficios de perderse cosas, enumera: disfrutar más de cada momento, dejar de compararse con los demás, lograr una comunicación y por lo tanto una relación más profunda con las personas con las que estamos, e incluso aburrirse un poco, algo que puede ser clave en el desarrollo de la imaginación y la creatividad y que es muy difícil de obtener bajo un constante bombardeo de estímulos y distracciones.
La 'nueva normalidad', momento de desconexión
¿Será la nueva normalidad un momento de JOMO, de “desintoxicarse” un poco de internet después de meses de tanta conexión digital? Probablemente sí. “Después de la tormenta llega la calma”, grafica la psicóloga Aurora López, directora del centro Más Vida Psicólogos. En este caso “la tormenta sería la cantidad de conexiones digitales que hemos establecido en la época de confinamiento: videollamadas con familiares, amigos, laborales, de estudios, varias al día, mensajes de WhatApp, vídeos, redes sociales, etc.
Era una forma de apoyarnos -añade-, de estar cerca, de entretenernos, de tener libertad. Una forma de sobrellevar el aislamiento social y físico al que hemos sido sometidos“. ”Ahora, con la desescalada y la 'nueva normalidad', llega la calma“, continúa López. ”Cada persona debe volver a sus rutinas diarias, empezamos a relacionarnos y el móvil ya no es una prioridad, al menos no con la intensidad con que se usaba antes. De hecho, muchas personas comentan en consulta el agobio que les supone tener que mantener esa conexión como la ejercían en el confinamiento“.
¿Cómo lograr esa “desintoxicación” digital? Hay algunas medidas sencillas que resultan de gran ayuda, al menos como un paso inicial. Abandonar las videollamadas “sin motivo”, propone Aurora López. Es decir, limitarlas a cuestiones laborales o de estudios, o para hablar con personas que vivan lejos, pero evitarlas, en la medida de lo posible, con personas con quienes ya será posible encontrarse. Incluso las llamadas telefónicas deberían tratar de encauzarse “como un medio para organizarse y quedar para vernos, y no como una charla porque sí”.
Otra medida importante puede ser la búsqueda de no sentirse compelido a responder de manera inmediata los mensajes de WhatsApp ni estar pendiente de las notificaciones de las redes sociales. Puede no ser tan sencillo, pues se sabe desde hace tiempo que tales mensajes generan en el cerebro un chute de dopamina, un neurotransmisor vinculado con los mecanismos neurológicos de placer y recompensa. Pero el intento, los beneficios del JOMO y de poder, poco a poco, volver a disfrutar de la vida fuera de casa, sin duda merece la pena.