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Enganchados a las apps de reparto a domicilio: “He pedido comida a menos de 250 metros de casa por estar de bajón”

Raúl Novoa

11 de septiembre de 2023 23:01 h

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“¿De verdad es una mejora tener un ejército de esbirros deambulando por la ciudad satisfaciendo los deseos impulsivos de esta sociedad enferma?”. La crítica sobre esta nueva forma de consumo que ha llenado nuestras calzadas de ciclistas con una mochila gigante a cuestas corresponde al corto dirigido por Pau Rodilla, Hola, ¡buenas noches!, que expone la realidad de estos repartidores de comida a domicilio.

Antes de la pandemia por COVID-19 y de que se aprobase la Ley Rider en agosto de 2021, creada para garantizar la laboralización de los trabajadores de estas plataformas digitales, pedir comida a través de apps de delivery podía plantear con más facilidad un dilema o una reflexión sobre su uso. Dos años después y a pesar de que parte de los trabajadores de algunas de estas empresas como Glovo o Uber Eats siguen ejerciendo como falsos autónomos, los datos de diferentes estudios muestran que su consumo ha ido en aumento.

La frecuencia con la que un usuario pide este servicio crece. Según datos de The NPC Group, en España se producen ya más de 400 millones de envíos a domicilio al año, lo que supone un crecimiento del 80% respecto a los niveles prepandemia. Aunque, según Marta Munner, responsable del estudio anual Los momentos del consumo dentro y fuera del hogar, de Aecoc Shopperviewer, una plataforma que estudia tendencias de consumo, el crecimiento se ha ido estabilizando tras el tiempo inmediatamente posterior a la pandemia, cuando se produjo un “boom”.

Dicho estudio señala que al menos siete de cada diez residentes en España piden comida para consumir en su casa, que cerca de un 48% de los encuestados piden al menos una vez al mes en apps de delivery y que un 22% lo hace, como mínimo, una vez a la semana.

Ahorrar tiempo, darse un capricho o comodidad: por qué pedimos

“Lo normalizamos por ahorrar tiempo, por la dejadez y la comodidad de 'no me levanto del sofá y que trabaje otro por mí'”. Así de franca se muestra Carla Martínez, enfermera veterinaria de 29 años al ser preguntada por este periódico sobre su consumo de este tipo de servicios, del que hace uso “algún fin de semana al mes” condicionada en su caso por su dieta vegetariana, de la que “no hay tanta oferta”. Una reflexión sobre los motivos que llevan a consumir delivery parecida a la que presentan los encuestados para el informe de Aecoc, que reconocen que se trata de una opción de consumo rápido y fácil o que es para ellos una forma de darse un capricho. “Es un consumo diferente al de un bar, al que se suele ir más por la socialización”, explica Marta Munner a elDiario.es. 

Un 48% de los residentes en España piden al menos una vez al mes en 'apps' de 'delivery' y un 22% lo hace, como mínimo, una vez a la semana, según datos de Aecoc Shopperviewer

Muchas veces, factores como la jornada laboral o el cansancio de la rutina hacen que prefiramos pedir a domicilio que cocinar nosotros mismos. “Salgo cansado de trabajar y no me apetece cocinar”, confiesa Daniel Martínez, booker de modelos, quien cuenta a este periódico que, cuando tiene más dinero, pide una o dos veces por semana a través de estos servicios. Álvaro Rodríguez, ingeniero que dice consumir cuatro o cinco veces al mes comida a domicilio, incide en la idea de que la gente hace un uso de estas plataformas debido “a la inmediatez y facilidad con la que pueden evitarse hacer un esfuerzo en cocinar y cuidarse”.

“Trabajo con tiempos muy justos y muchas veces me soluciona no tener que preparar la comida”, asume Cecilia V., trabajadora de marketing que reconoce hacer uso de aplicaciones de delivery “al menos dos o tres veces por mes” y que considera que este “es puntual”. Por su parte, Álvaro Mondragón, dinamizador de espacios juveniles, manifiesta que algún “abuso” que ha hecho de estas aplicaciones ha sido el de “pedir comida a menos de 250 metros de mi casa por estar de bajón”.

Los riders aún reclaman mejoras laborales

Las luchas del colectivo de repartidores fueron sonadas desde que llegó este tipo de servicios a España en 2015. Tras seis años de huelgas, movilizaciones, 18.000 falsos autónomos y 50 condenas judiciales se aprobó la Ley Rider en agosto de 2021. Su principal reclamo era ser considerados como asalariados y mejorar las condiciones laborales para no depender tanto del algoritmo de selección de trabajo de estas aplicaciones. 

Barcelona, Cádiz, Algeciras o Palma de Mallorca son algunos de los lugares donde ha habido huelgas contra Glovo en España este pasado mes de julio. Su movilización, señalan los riders, responde a que la empresa fundada en Barcelona –ahora controlada por el grupo alemán Delivery Hero– sigue trabajando con repartidores autónomos pese a que la Ley Rider se lo impide. Además de ser contratados como asalariados, los trabajadores demandan tarifas fijas más altas y un plus por kilometraje.

“No solo Glovo, también Uber Eats trabaja con falsos autónomos pese a que la ley se lo impide”, destaca Núria Soto, del colectivo de Riders x Derechos, fundado en Barcelona y organizado a nivel estatal tras las luchas iniciadas con las plataformas. “¿El problema era una falta de una ley o que no cumplen unos mínimos? La ley, cuando salen 50 sentencias del Supremo, evidencia que las cosas están muy claras”, cuestiona en relación al hecho de que la Justicia ya ha dado la razón a los trabajadores en múltiples ocasiones.

“Hay impunidad ante la falta de derechos laborales. Se individualizan problemas como las bajas médicas, los riders siguen bajo el control del algoritmo… Muchos son migrantes y no tienen otra salida laboral”, detalla Soto, ahora trabajadora de Mensaka, una cooperativa de entrega de comida a domicilio. “Ya ha muerto gente repartiendo. Inspección laboral y las instituciones tienen que hacer que se cumplan sus leyes”, reclama.

Ahora el Parlamento Europeo ha aprobado una Ley Rider europea tachada de “descafeinada”. Este diario ha consultado al Ministerio de Trabajo para corroborar dichas afirmaciones, pero no ha obtenido respuesta. No obstante, Joaquín Pérez Rey, secretario de Estado de Empleo y número dos del Ministerio, ha dicho en una entrevista con el diario El País que han advertido a las empresas que cumplan con la ley y “sean conscientes de que si no lo hacen, ya no es un problema solo de sanciones económicas, sino también un problema de sanciones penales”.

Las imágenes de repartidores capeando el temporal con la mochila encima para entregar pedidos que dejó recientemente la DANA en Madrid han reabierto el debate no solo sobre la responsabilidad y la necesidad de una rápida reacción por parte de estas empresas en dichas circunstancias, sino también sobre la sensibilidad de quien realiza el pedido a sabiendas del peligro.

Es importante incidir al consumidor para que tenga conciencia social. No creo que haya menos conciencia, sino que hay una técnica de consumo que ha penetrado más en la sociedad

Notificaciones para incitar al consumo

Al preguntar a los consumidores si tienen algún tipo de conflicto ético o moral a la hora de consumir productos de estas plataformas en circunstancias normales, coinciden: no demasiado. “No creo que sea mi culpa la precarización de las empresas hacia los trabajadores, tendrían que ser ellas o la ley quien ponga freno a la precarización. No creo que el consumidor tenga que dejar de pedir”, opina Álvaro Mondragón. “Al final también primas tus necesidades del momento”, incide Cecilia V., pero recuerda que “muchas veces deshumanizan el trabajo, al no ver lo que hay detrás de él”. “Aunque sé que están precarizados, no dedico demasiado tiempo a pensar en sus condiciones”, reconoce Daniel Martínez. Carla Martínez dice “pedir menos si las condiciones climáticas son adversas”, aunque, en este sentido, Rodríguez defiende que “el repartidor puede rechazar el trabajo en ese caso si quiere”.

“Es importante incidir al consumidor para que tenga conciencia social. No creo que haya menos conciencia, sino que hay una técnica de consumo que ha penetrado más en la sociedad”, opina Núria Soto al respecto, y compara la estrategia de estas aplicaciones con las de Amazon. “No soy quien para decirle a nadie dónde debe comprar. Está claro que los sitios más lícitos suelen ser también sitios más caros”, recuerda. “La hipocresía e incoherencia son innatas al capitalismo, lo importante es ser conscientes y ayudar a que la situación mejore”.

 “Todos lo consumimos alguna vez por antojo o necesidad, pero creo que ya empieza a haber una adicción a este consumo”, opina Carla Martínez, usuaria ocasional de estos servicios. “Las notificaciones influyen en que consuma más de forma clarísima”, relata Mondragón sobre su propio hábito. Igual le ocurre a Cecilia V., que también reconoce haber comprado comida a domicilio tras una alarma con un descuento. La percepción de todos ellos está alineada con las conclusiones recogidas por un estudio conjunto realizado por la Universidad de Duke (Carolina del Norte, Estados Unidos) e investigadores del departamento de Psicología de la Universidad de Georgetown, que señala la capacidad de estas alertas para robar nuestra atención y disponernos a atenderlas.

Según confirma otro estudio de Kantar, empresa de consultoría y datos, las promociones y sus notificaciones aumentan el consumo de delivery. Un 34% de los consumidores declaran que las ofertas son vitales para acabar pidiendo comida a casa. Destacan ofertas como las del descuento en el tique, reducción de los gastos de envío, los 2x1 y ofertas de comida que incluyen bebidas o guarniciones.

Las promociones y sus notificaciones aumentan el consumo de 'delivery'. Un 34% de los consumidores declaran que las ofertas son vitales para acabar pidiendo comida a casa, señalan desde Kantar

La mayoría de la oferta es ultraprocesada y altamente adictiva

Otra de las vías por las que opera la adicción a esta forma de consumo es el tipo de comida ofertada. Como señala el estudio de Kantar ya citado, el 47% de los comensales pide comida occidental, principalmente pizza o hamburguesas. En España piden este tipo de comida el 61% de los encuestados. 

Según otro estudio publicado en la revista científica Nutrients, realizado entre adolescentes por la Universidad de Castilla-La Mancha y por el grupo Nutrimental, el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados se asocia con una salud mental deficiente. Su investigador principal, Arthur Eumann Mesas, lo explica así: “Cuando eliges un alimento estás dejando de escoger otro. Al elegir el ultraprocesado, este aporta las 'grasas malas' y dejamos de consumir alimentos más saludables que son importantes para el funcionamiento de nuestros cerebros por sus micronutrientes”. Esto activa los neurotransmisores y activa los mecanismos de baja concentración. “Es un proceso que se relaciona con la microbiota del intestino”, detalla el científico por teléfono a este periódico.

Atendiendo a la investigación y a la literatura científica, entre un 20 y un 60% de la ingesta calórica en las dietas del mundo proviene de alimentos ultraprocesados, dependiendo de la edad y del país. En otro análisis de Arthur Eumann se alerta de que el cerebro asocia el consumo de alimentos ultraprocesados con el consumo de bebidas alcohólicas, el tabaquismo y el consumo de drogas ilegales en adolescentes. “Cuando se busca energía, el cuerpo va a buscarla a este tipo de alimentos, que tienen una elevada carga calórica pero de satisfacción temporal ya que son sabores únicos e intensos. El cerebro establece unas conexiones neuronales de recompensa”, explica.

“Esto no quiere decir que no podamos comernos una hamburguesa un día, pero debemos limitar la frecuencia de estos alimentos”, incide, y señala que una vez a la semana “es demasiado”. De todos modos, “los ritmos capitalistas facilitan su consumo, ya que son alimentos de fácil conservación y fácil preparación”, detalla.

“En el reparto a domicilio no solo hay comida ultraprocesada, pero las conexiones neuronales establecidas van a hacer que la prefiramos a la más saludable”, asegura Eumann. “Las grandes cadenas tienen una publicidad invasiva. Solo hay que ver cuánta gente hay en la puerta de McDonald’s. Estas apps favorecen a las grandes multinacionales, que les pagan por salir como opciones recomendadas, dañando así el comercio local”, añade por su parte Núria Soto, de Riders x Derechos.