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Agresión sexual de libro

Este pasado lunes, 21 de agosto, me llamaron por la mañana temprano de Al Rojo Vivo para intervenir acerca de las consultas de los diversos portadores de los diferentes partidos presentes en el Congreso de los Diputados con el Rey, de acuerdo con lo previsto en el artículo 99 de la Constitución, como paso previo a la designación del candidato a la investidura a través de la presidenta del Congreso. Como suele ser frecuente en el programa, quienes somos convocados a participar tardamos algún tiempo en entrar y mientras tanto estamos escuchando lo que se va diciendo sobre el tema que toque en ese momento. Ayer estaban hablando los periodistas presentes en el programa de la actuación del presidente de la Federación Española de Fútbol en el acto de entrega de la medalla de oro a las futbolistas que acababan de proclamarse campeonas del mundo.

Estaba de acuerdo con prácticamente lo que se estaba diciendo y de manera muy especial con Carlos Cué, que subrayó la condición de autoridad pública del presidente de la Federación y de la posición de superioridad en que dicha condición de autoridad lo situaba en relación con la jugadora a la que, sin encomendarse a dios ni al diablo, le sujetó la cabeza con ambas manos y le estampó un beso en la boca.

Me chocó sin embargo, profundamente, que a ninguno de los periodistas se le viniera a la cabeza que el acto del presidente de la Federación Española de Fútbol podía haber sido un acto constitutivo de delito. Un beso en la boca a una mujer sin su consentimiento no es un “abuso”, sino una “agresión sexual” y es, en consecuencia, un acto presuntamente constitutivo de delito.

Justamente por eso, cuando me dieron entrada, solicité que se me permitiera dar mi opinión sobre el tema, aunque no había sido llamado para ello. Y dije exactamente eso: que el presidente de la Federación Española de Fútbol, independientemente de que fuera consciente o no de ello, había cometido, en mi opinión, un acto presuntamente delictivo. Y que lo había cometido desde una posición de autoridad y en un acto público que estaba siendo televisado en directo a prácticamente todo el mundo.

Dada la condición de persona que se encuentra en una posición subordinada respecto de su agresor, no entiendo cómo no ha reaccionado ya el Ministerio Fiscal y ha denunciado al presidente de la Federación Española de Fútbol ante el órgano judicial competente. No se puede hacer recaer en la futbolista agredida sexualmente la responsabilidad de reaccionar contra su agresor ante los tribunales de justicia. En un caso como este, dada la condición de autoridad pública en el ámbito de su competencia, pero autoridad pública, dado que en ese acto era el representante del fútbol español ante todo el mundo y su conducta, en consecuencia, no le afectaba a él solo, sino que extendía una mancha sobre el deporte español en general y el fútbol en particular, justo en el momento en que se debería estar celebrando exclusivamente la hazaña deportiva protagonizada por las futbolistas de nuestra selección nacional, con todas estas circunstancias añadidas, pienso que se debería haber reaccionado ya por el Ministerio Fiscal y haber anunciado que pondría en marcha acciones de naturaleza penal para perseguir la conducta presuntamente delictiva del presidente de la Federación Española de Fútbol.

Casos como este son los que ponen de manifiesto la importancia de Ley Orgánica 10/2022, de garantía integral de la libertad sexual, que sitúa en el “consentimiento” el centro de la protección de la libertad de la mujer. Solo sí es sí. Sin consentimiento no hay simplemente abuso, sino que hay agresión. En mi opinión, es lo que ocurrió en Sídney en el acto de entrega de las medallas a las jugadoras de la selección nacional de fútbol. No se puede dejar pasar como si nada. Esas cosas no pasan y si pasan, son delito y como tal, debe ser tratado.

Pienso que, además, se debería solicitar la suspensión cautelar del presidente de la Federación Española de Fútbol. No debería permanecer ni un día más en esa posición.

Este pasado lunes, 21 de agosto, me llamaron por la mañana temprano de Al Rojo Vivo para intervenir acerca de las consultas de los diversos portadores de los diferentes partidos presentes en el Congreso de los Diputados con el Rey, de acuerdo con lo previsto en el artículo 99 de la Constitución, como paso previo a la designación del candidato a la investidura a través de la presidenta del Congreso. Como suele ser frecuente en el programa, quienes somos convocados a participar tardamos algún tiempo en entrar y mientras tanto estamos escuchando lo que se va diciendo sobre el tema que toque en ese momento. Ayer estaban hablando los periodistas presentes en el programa de la actuación del presidente de la Federación Española de Fútbol en el acto de entrega de la medalla de oro a las futbolistas que acababan de proclamarse campeonas del mundo.

Estaba de acuerdo con prácticamente lo que se estaba diciendo y de manera muy especial con Carlos Cué, que subrayó la condición de autoridad pública del presidente de la Federación y de la posición de superioridad en que dicha condición de autoridad lo situaba en relación con la jugadora a la que, sin encomendarse a dios ni al diablo, le sujetó la cabeza con ambas manos y le estampó un beso en la boca.