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Un Guernica anticentralista y una urna funeraria con los derechos humanos: ARCO 2021 se vacuna contra el coronavirus

Una obra de Simeón Saiz Ruiz, que ha pintado al óleo sobre lino una fotografía de Chema Barroso durante el primer fin de semana de desconfinamiento en Madrid

José Antonio Luna

7 de julio de 2021 22:52 h

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ARCO 2021 celebra su 40ª edición de una forma inusual: con menos galerías (130 frente a las 209 de 2020), el aforo reducido hasta la mitad, más espacio en los pasillos y en el mes de julio, cuando lo normal habría sido en febrero. La pandemia sigue presente en el ambiente, pero no tanto en las obras colgadas en las paredes: apenas existen creaciones que aludan de forma explícita al COVID-19. Parece más, en realidad, como si la feria de arte contemporáneo ya estuviera vacunada contra el coronavirus y buscara mirar hacia otro lado tras un año que afectó al mundo en general y a la cultura en particular.

De hecho, la edición de 2020 fue celebrada a las puertas de la pandemia con toda normalidad pese a que el invitado especial de ese año era Italia, en ese momento uno de los países de Europa con mayor número de contagios. “La pasada edición de ARCO fue terminar y meternos en casa. Salimos de la feria y a la semana siguiente este pabellón se convirtió en un hospital, y eso fue un choque grande”, rememora Paloma González, cofundadora de F2 Galería, al ser preguntada por elDiario.es. 

Tras González se encuentra una obra de Simeón Saiz Ruiz, que ha pintado al óleo sobre lino una fotografía de Chema Barroso tomada durante el primer fin de semana de desconfinamiento en Madrid. “No es tanto un reflejo de una pandemia, sino de cómo una fotografía de un periódico puede inspirar a un artista y demostrar sus habilidades como pintor. Más que alusiones a la pandemia es a la liberación. No sé si es para tanto, pero hay gente que ha dicho que se sintió como si volviera a nacer”, detalla la galerista.

Otras veces esas sugerencias de los meses pandémicos son menos evidentes y, más que hablar del coronavirus, lo hacen de temas inspirados por introspección del propio artista como consecuencia de este periodo. Es el caso de Rebecca Ackroyd en la galería Peres Projects, que explora la sensualidad y el deseo femenino a través de obras abstractas. “Todas las piezas de Rebecca hablan de los sueños. Eso es algo que hemos hecho mucho durante el COVID: darle vueltas a cosas que, como en este caso, pueden ser fantasías oníricas y sexuales”, destacan los coleccionistas.

A su lado, en la misma galería, está otro cuadro que justo representa una escena recurrente durante los meses de aislamiento domiciliario: una mujer tumbada en una esterilla mientras mira la televisión y hace yoga. Su autor es Manuel Solano, un artista que en 2013 perdió la visión por complicaciones relacionadas con el VIH. Desde entonces, continúa pintando usando como referencia aquellas escenas cotidianas que se quedan grabadas en su memoria. 

Pero, más allá de algunas tímidas insinuaciones al coronavirus como las señaladas, el ánimo generalizado de los coleccionistas es el de reponerse tras el duro golpe. De hecho, en algunas de las principales galerías, como pueden ser las de Marlborough, Juana de Aizpuru o ADN, es habitual ver un trajín de numerosas personas caminando de un lugar a otro que invitaría a pensar en otros años de no ser por la mascarilla obligatoria de los asistentes. 

El Guernica perdido y la pérdida del arte ‘polémico’

Este año tampoco existe una obra que cause revuelo por su naturaleza política, como sucedió con el 'ninot' de Santiago Sierra y Eugenio Merino en 2019, la obra Presos políticos censurada en 2018 o la figura de Francisco Franco metido dentro de un refrigerador. El autor de esta última, Eugenio Merino, vuelve a estar presente en la galería ADN, pero esta vez con una pieza donde se puede leer la Declaración Universal de las Naciones Unidas y, a su lado, una urna cineraria con el logo de la UE “en recuerdo de los derechos humanos”. 

Preguntados por esa ausencia de arte “político”, responsables de la ya mencionada obra sobre los presos catalanes declaran que “nunca hemos dejado de exponer algo por evadir una polémica”. “Tenemos expediente”, añaden entre risas. Este año, simplemente, no ha surgido una creación con ese cariz. 

Lo que sí se puede ver, ocupando gran parte del ala izquierda del pabellón 7 de la feria, es un Guernica que, aunque no es el de Picasso, logra despertar la curiosidad de quienes circulan a su alrededor. Se trata de un lienzo creado por Agustín Ibarrola, autor que se unió junto a varios grupos de intelectuales y artistas de Euskadi para reclamar que el cuadro del pintor malagueño fuera expuesto en la misma ciudad donde se produjo el bombardeo de 1937. 

“En esta hora en que la manipulación derechista y centralista acerca del Gernika hace que todo artista sienta más presente que nunca la amenaza sobre el destino de sus obras, quiero sumarme y honrar el centenario de Picasso en Gernika con esta exposición que trata de reflejar el sentido de tal manipulación utilizando las mismas imágenes del Gernika”, dijo Ibarrola, en una exposición presentada en Bilbao en 1981, como crítica a que el cuadro de Picasso fuera exhibido entonces en el Casón del Buen Retiro. 

“Agustín hace ese cuadro en un momento muy concreto de nuestra historia: tras salir de la dictadura. Está la lucha social, la imagen de la Guardia Civil, la crítica al centralismo de Madrid… Sin embargo, cuando el Guernica se instaló en esa urna blindada del Casón del Buen Retiro, la causa de Agustín pierde todo su sentido y guarda su cuadro hasta hace 3 semanas que lo trajimos aquí”, detalla José de la Mano, responsable de la galería que dispone el cuadro de Ibarrola.

Aunque Maribel López, directora de ARCO, dijo que “la esencia de la feria es la misma” y que solo “cambia la escala”, lo cierto es que esta edición es un poco el reflejo de la situación que se vive también en otros campos: de una aparente conmoción pospandémica que, aunque no sea nombrada, no ha dejado indiferente a nadie.

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