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Ni barato ni cutre, el cine fantástico español se reivindica como “feroz y transgresor”

'La noche de Walpurgis', uno de los títulos esenciales del terror fílmico español de los años setenta

Ignasi Franch

22 de junio de 2024 22:43 h

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¿Qué es el cine fantástico español? ¿Donde están sus límites y sus barreras? Para el programador y ensayista Ángel Sala, que dirige el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges desde el año 2001, no hay que limitarse solamente a las cosechas del denominado fantaterror español de la década de los setenta y sus alrededores (representado por el prolífico realizador Jesús Franco o el actor y director Paul Naschy, entre otros), y a la eclosión de la cultura freak contemporánea encarnada en Jaume Balagueró, Álex de la Iglesia o Paco Plaza. En opinión de Sala, hay mucha más tela que cortar y muchas más películas que analizar. 

Sala trae bajo el brazo el ensayo Profanando el sueño de los muertos (Hermenaute) en una nueva versión ampliadísima y reformulada respecto a la primera publicación, a cargo de la editorial Scifiworld, hace una década. El empeño adquiere dimensiones casi monumentales: alrededor de 500 páginas muy moderadamente ilustradas. El repaso, personalísimo, está marcado por el inclusivo criterio de selección que ha empleado su autor, que sigue la senda del crítico José María Latorre: este afirmaba que el cine fantástico no solo tenía que ver con criaturas y argumentos irreales, sino con “la puesta en escena, la manera de utilizar y reconvertir los materiales filmados”. 

Esta concepción del fantástico abre unas cuantas puertas y derriba unos cuantos cercados. Entra en él las historias con algo de fábula, o de sueño y pesadilla, las narraciones donde el presente y el pasado se relacionan de manera más porosa. O sencillamente, las historias violentas escenificadas con un sentido del tenebrismo o del expresionismo que las aleja de lo real. El terror religioso de REC o las historias de fantasmas de Los otros conviven, por ejemplo, con una obra política de la Transición como Camada negra. “Yo la veo como una película de terror sobre una secta fascista que educa a chavales para que se conviertan en asesinos. Además, la firma un director como Manuel Gutiérrez Aragón, cuyo cine no era estrictamente realista”, argumenta Sala.

El autor de Just imagine. 50 títulos esenciales del cine de ciencia ficción defiende una cultura fantástica española que no comienza con los hombres lobos de Naschy o las vampiresas de Jesús Franco, ni siquiera con obras más tempranas como La torre de los siete jorobados. “Para mí lo fantástico en España está muy determinado por El Quijote, por el teatro de Calderón de la Barca, por la narrativa de Enrique Jardiel Poncela, por las pinturas de Goya y por el cine de Luis Buñuel”, afirma. Sala añade algunos pilares quizá menos conocidos a estos fundamentos del cine fantástico español: Lejos de los árboles, de Jacinto Esteva, y Fuego en Castilla, de José Val del Omar.

Simpatía por la excentricidad

La visión de Sala también es personal por su manera de comentar las películas. Su voz es reconocible. Parece especialmente proclive a destacar las rarezas, las autorías peculiares, los versos sueltos. Hace un trabajo de mapeado de su historia del fantástico organizado en tres grandes etapas, con diversas subsecciones internas, pero el protagonismo no recae en ese trabajo de cartografía, en la delimitación de movimientos y tendencias, sino en todas y cada una de las películas concretas. 

Algunas obras están comentadas más largamente (clásicos como la intriga neogótica La residencia, o la inusual Arrebato), y otras reciben unas pocas líneas, pero cada título tiene su momento de gloria. “Yo quería que el protagonismo fuese para las películas. Ha sido difícil poder ver mucha de ellas, que afortunadamente están siendo recuperadas por editoras videográficas, filmotecas, festivales, plataformas… Pretendo despertar curiosidad alrededor de títulos como La corona negra, de Luis Saslavsky, o La dama del alba, de Francisco Rovira Beleta, que son magistrales y que no son conocidos, que solo aparecían en monografías bastante académicas o especializadas”, explica.

Se ha sido injusto con este cine. Se le puso en el saco del exploitation, del programa doble de barrio

Ángel Sala Escritor y director del festival de Sitges

Además de gozar con las propuestas anómalas, Sala parece disfrutar con las películas que hacen aflorar las zonas más oscuras de la sociedad. Los filmes que conectan con la España negra de Lorca o la del diario de sucesos El Caso, con el país de los caciques y sus poderes ciegos, de la represión múltiple que supuso la dictadura franquista. “Aunque no tengo ningún problema con lo español, creo que España está llena de cosas que no me gustan, pero que me parecen fascinantes”, declara el director del festival de Sitges. 

El autor dimensiona los componentes de crítica social, o de escenificación de choques culturales, que incluyen obras muy diferentes. Da importancia a la crítica a la religión que estaría implícita en las películas de zombis de Amando de Ossorio (La noche del terror ciego), y también la insistencia en violencias rurales más cercanas a lo real como las que aborda La caza, de Carlos Saura. Habla de la influencia de la tauromaquía y de otras violencias para configurar una especie de gótico español, con elementos diferenciados del american gothic que ha cultivado Hollywood y su periferia.

Ajustando cuentas por los muertos 

Algunas frases repartidas alrededor de Profanando el sueño de los muertos, en forma de dardos a la crítica especializada o a otras autorías cinematográficas, transmiten un sentimiento de agravio habitual en algunos miembros de la familia del fantástico español. “Yo creo que se ha sido injusto con este cine. Se le puso en el saco del exploitation, del programa doble de barrio”. Con todo, Sala contextualiza que el desprecio crítico alrededor de los géneros cinematográficos más populares, como el spaghetti western, no es inusual. También considera que “el cine alrededor de lo fantástico en España goza ahora de un reconocimiento diferente… que a menudo ha venido de fuera”.  

Sala cree que el cine fantástico español puede presumir de “una cantidad tremendamente envidiable de películas”. “El cine fantástico francés me interesa mucho, cuenta con grandes obras, pero no tiene tanta cantidad de filmes”, explica. Y afirma que se puede hacer un cierto trabajo de reivindicación que a la vez mantenga una cierta ecuanimidad: “No tenemos que volvernos locos y decir que El retorno del hombre lobo es una obra maestra indiscutible, pero era necesario decir las cosas buenas que tenían muchas de estas obras, lo que influyeron. Algunos ensayos eran directamente insultantes. Ha habido un exceso de antichovinismo con el cine fantástico español, no todo era barato y cutre”.

En cambio, Sala se muestra un tanto preocupado por el futuro. El cine fantástico español no es ajeno a las dinámicas de homogenización de las formas del audiovisual global, esa estandarización de las maneras de mirar y contar que tiene que ver con las tecnologías digitales y las plataformas de streaming, pero también con muchas más cosas. El programador considera que algunos de lo cineastas que cambiaron el fantástico estatal durante los años noventa y a principios del nuevo siglo no pasan por su mejor momento: “Consiguiendo aún obras muy aceptables y muy interesantes, de vez en cuando no tienen más remedio que plegarse al mercado con obras muy domesticadas”. 

“El cine fantástico español ha tendido a tener una cierta ferocidad, transgresión, ha sabido un poco a sangre y arena, como diría Blasco Ibáñez. Y ahora sabe a cine enlatado para plataformas en demasiados casos”, opina Sala. El autor de Profanando el sueño de los muertos no pierde de vista el pragmatismo y entiende que “la gente también tiene que trabajar y que es difícil competir con obras muy originales”. Cree que el fenómeno está extendido (“la mayoría de terrores estadounidenses que funcionan se parecen mucho a lo de siempre”, afirma), pero se muestra preocupado por una supuesta falta de relevos: “Hay muy pocas óperas primas de gente realmente joven, y la incorporación de las mujeres como directoras, que ha tenido lugar en otros países, no se está dando en España”.

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