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Estreno de Cine

Demi Moore se venga de Hollywood y la presión sobre los cuerpos con un festín de sangre en ‘La sustancia’

Demi Moore en 'The substance'

Javier Zurro

11 de octubre de 2024 22:19 h

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Demi Moore fue una de las grandes estrellas de Hollywood en los años 90. Abrió la década con un clásico romántico y popular como Ghost (1990), se reivindicó como actriz en Algunos hombres buenos (1992), provocó con Una proposición indecente (1993), Acoso (1994) o Striptease (1996) y se puso al frente de una película de acción cuando solo las protagonizaban hombres en La teniente O’Neill (1997). De repente, en los años 2000, Demi Moore prácticamente desapareció del estrellato Siguió trabajando, pero lejos de los papeles con los que había forjado su figura en la industria del cine. ¿Qué había pasado?

No hay una respuesta oficial, pero en 2002 Demi Moore cumplió 40 años, la cifra a partir de la que una actriz dejaba de ser ‘útil’ para Hollywood. Una generación de actrices vivieron en sus cuerpos la presión de la industria, que las desechaba a partir de una edad y que para sobrevivir recurrieron a operaciones que, encima, se convertían en motivo de cuchicheo y en noticias en las revistas del corazón. 

Para ellos solo valías si estabas joven y lozana. Y por eso muchas merecían que alguien las rescatara con un papel a la altura. Ha pasado hace poco con Babygirl, donde Nicole Kidman se ríe de esas presiones estéticas, pero lo ha logrado sobre todo la cineasta francesa Coralie Fargeat, que le ha regalado a Demi Moore eso que en Hollywood llaman un ‘comeback’. Un regreso que dejó a todos con la boca abierta desde que se pudo ver en el Festival de Cannes. Esa vuelta por todo lo alto se llama La sustancia, y ya se puede ver en salas de cine. 

En el certamen francés sorprendió porque nunca se había visto tanta sangre en una película a concurso, pero sobre todo porque el filme es una venganza en forma de body horror a todos esos señoros que han jodido la vida de tantas y tantas mujeres de la industria haciéndolas sentir que no valían porque su físico ya no era el de una jovencita o por el simple hecho de envejecer. Moore podría haberse interpretado a sí misma, y el espectador así lo siente aunque interprete a Elisabeth Sparkle, una actriz que sobrevive como monitora de aeróbic y que ante el inminente despido por su edad recurre a un tratamiento experimental con el que recupera una versión más joven y guapa de sí misma. Esto provoca un festín gore y sangriento, pero sobre todo divertidísimo y una crítica mordaz a Hollywood. 

Fargeat deja claro que esta historia es importante para ella, porque es un tema que le afecta desde siempre. “Comencé a escribir la película cuando pasé de los 40 y comencé a tener estos pensamientos fuertes y violentos de que mi vida iba a terminar, que ya no le iba a interesar a nadie. No iba a ser útil para nadie, nadie me miraría ni querría trabajar conmigo. Era muy violento porque lo sentía de forma real. En ese momento di un paso atrás y dije, necesito hacer algo con esto, porque este sentimiento es muy violento y muy abrumador”, explica sobre el inicio de La sustancia.

El núcleo de la sociedad sigue igual. La cultura, la industria, la economía, el mundo farmacéutico… todo está enormemente desequilibrado y está masivamente dominado por los hombres

Coralie Fargeat Cineasta

Cuando escribió el guion pensó en símbolos que representaban lo que quería contar. Siempre tuvo claro que la protagonista sería una actriz, porque “es el símbolo más grande del hecho de tener que lidiar con la mirada externa y de cómo las palabras y las miradas de otras personas hacen que una siente si vale o no”. “Empecé a pensar en cuál sería el mejor símbolo, la actriz de Hollywood más icónica, la que se nos presentó como una especie de modelo para que creyéramos que si éramos hermosas íbamos a ser felices y ser amadas. Ese que tenemos en nuestro sueño colectivo de forma inconsciente. Una mujer que haya sido valorada por su apariencia, pero que tuviera que lidiar con la presión de estar en el foco. Y Demi Moore era el icono perfecto”, cuenta la directora. 

La define como una actriz que “corrió muchos riesgos con sus decisiones” y que “en su vida personal pasó por muchas cosas”. “Creo que el guion conectó con ella. Pasamos mucho tiempo hablando, porque quería explicarle hasta dónde llegaría la película, lo extrema que iba a ser, lo difícil que iba a ser filmarla, porque había muchas prótesis y mucho desnudo. Iba a ser un rodaje largo, en Francia y sin un gran presupuesto. Así que quería que ella fuera consciente de todo lo que iba a suponer para que estuviera segura si estaba dispuesta a correr el riesgo que requería la película”, confiesa. 

Aunque La sustancia se haya convertido en una de las películas del año, Coralie Fargeat sabe que es una excepción, y que todavía “no hay suficiente espacio, no se discute lo suficiente y no hay cambios respecto a todo lo que trata la película”. “La sociedad no se mueve rápidamente en esos temas, va todo muy lento. Me sorprende ver que todavía estamos prácticamente en el mismo lugar que hace mucho, y por eso he querido hacer algo violento y disruptivo con las herramientas que tengo, que son las herramientas del cine. Quería contar de forma visceral cómo me siento, cómo nos hemos acostumbrado a todo esto porque básicamente no tenemos elección. Si queremos tener un lugar en la sociedad, todavía tenemos que ceder en muchas, muchas cosas”, critica.

Por eso pide una “revolución” que no llega, porque tiene la sensación de que “tan pronto algo empieza, pronto se apaga”. “El núcleo de la sociedad sigue igual. La cultura, la industria, la economía, el mundo farmacéutico… todo está enormemente desequilibrado y está masivamente dominado por los hombres. De esto también trata la película. No soy sutil en la forma en la que muestro las cosas porque creo que la sociedad no es para nada sutil sobre esos problemas. Todavía es difícil ser feminista porque recibes muchas críticas. Te dicen que ya es suficiente, que no te pases. Luego lees las cifras de mujeres que son violadas, asesinadas y golpeadas por sus maridos y piensas, ¿cómo que no me pase?”, subraya.

Su película responde también a su forma de sentirse, con sus “ganas de explotar como un monstruo y salpicar todo con sangre por todas partes”. Por eso hace suyas las palabras de Emma Thompson, que destacó en una entrevista que “nunca hemos hecho una revolución violenta”, sino que las mujeres han ido tomando el espacio que le ha ido dejando en la sociedad, pero que sin embargo todavía hay “mucho miedo para que las mujeres realmente ocupen su lugar en el mundo y reestructurar todos esos hábitos que están ahí desde hace más de 2000 años”. La sustancia es una pequeña revolución para ensanchar ese espacio en forma de bomba gore y feminista.

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