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'Puñales por la espalda': las vergüenzas de la sociedad norteamericana convertidas en un Cluedo

El detective Benoit Blanc, interpretado or Daniel Craig, investiga un asesinato en 'Puñales por la espalda'

Francesc Miró

Hace un par de años, Jordan Peele se servía de los códigos del terror para configurar una sátira sobre las tensiones raciales existente de la recién inaugurada era Trump en Déjame salir. Este mismo 2019 repetía la jugada con NosotrosNosotros  y en ambas obras una simple casa no solo se significaba como emplazamiento material de la acción, sino como una institución política depositaria de desigualdades perpetuas.

También este 2019, el realizador surcoreano Bong Joon-ho ha firmado su mejor película para ratificar una tesis política que venía defendiendo en toda su obra. Ganando, de paso, el premio gordo de Cannes. Curiosamente, Parásitos también representa tensiones, esta vez entre clases sociales, sin salir de una mansión. Es, de hecho, una elegante estampa sobre la arquitectura de la desigualdad.

Ahora, esta conversación da la bienvenida a un nuevo interlocutor, el más hilarante. Rian Johnson convoca en Puñales por la espalda a los representantes de una casta social puramente norteamericana para hacerles debatir sobre política migratoria, racismo y clasismo. Y todo sin salir de una mansión de aire victoriano en la que se ha producido un asesinato. 

Un Cluedo moderno y mordaz

CluedoLa noche de su 85 aniversario, el famosísimo escritor de novelas de misterio Harlan Thrombey -interpretado por Christopher Plummer- aparece degollado en su habitación. Durante la jornada su familia al completo estaba en la casa, así que el culpable debe ser, necesariamente, uno de ellos.

Sin embargo, resulta ser que todos los sospechosos parecen tener una coartada sólida. Así que para discernir quién miente, si es que no lo hacen todos, entra en juego el reputado detective Benoit Blanc -al que da vida un sublime Daniel Craig-. Su investigación le llevará a destapar más de un trapo sucio: algo huele a podrido en la impoluta familia Thrombey.

Rian Johnson no es un realizador precisamente sutil, ni lo ha sido nunca. Tras subvertir el lenguaje del neo-noir en Brick, las normas de una película de atracos con Los hermanos Bloom, jugársela con la ciencia ficción en la irregular pero fascinante Looper, y con firmar la más herética de las entregas de la saga Star Wars, ahora prueba a jugar con el whodunit clásico. 

Puñales por la espalda se nos muestra desde el minuto uno como clara deudora de las historias protagonizadas por Hércules Poirot que escribiese Agatha Christie. Acepta la influencia de la escritora británica tanto como la de Conan Doyle, Daphne du Maurier o Anthony E. Pratt, inventor del popular juego de mesa Cluedo. Y hace chanza de ello. Enmendando la plana a realizadores tan conservadores en lo cinematográfico como Kenneth Branagh, que pronto estrenará Muerte en el Nilosecuela de un Asesinato en el Orient Express más bien olvidable.

Como en sus películas anteriores, en esta ocasión rendir tributo no está reñido con romper las sagradas escrituras. Rian Johnson se sabe inteligente pecador, de los que acude a misa para burlarse de la sotana del párroco sin por ello dejar de creer en Dios.

Y con Puñales por la espalda subvierte las normas del misterio clásico, obviando en cuanto puede las fórmulas narrativas clásicas y despejando algunas de las incógnitas más importantes en el primer acto del filme. Lo hace para aprovechar los recursos del subgénero en favor de su principal interés: ofrecer una comedia negra deslumbrante, que no es más que un fresco de una alta alcurnia muy americana y mucho americana.

El cadáver del sueño americano

La totalidad de la familia Thrombey cree firmemente en el sueño americano. De hecho, creen haber construido sus fortunas sobre los valores que de él se derivan: han tomado las riendas de su vida, se han atrevido a emprender y han fundado editoriales, compañías de cosméticos, asesorías y demás fanfarria empresarial. 

Pero cuando sobreviene la muerte del pater familias, se revela una gran verdad: todos construyeron su patrimonio sobre otro precedente. Todos dependían de la digna hacienda de quien sí trabajó, de ese escritor de novelas que hizo fortuna hilando misterios. Los hijos y los nietos de Harlan Thrombey nacieron con privilegios y han prosperado debido a ellos.

Puñales por la espalda no tiene miedo en quitarse la careta de thriller cómico para mostrarse como sátira social. Y de hecho es sumamente inteligente planteando debates de cariz político y social, pues los aborda a través de un humor que desarma reservas ideológicas.

En una escena brillante, dos miembros de la familia Thrombey discuten sobre la política migratoria de Trump. Uno de ellos, ferviente defensor del actual presidente de Estados Unidos, sostiene que si una persona migrante alcanza la tierra prometida para trabajar en algo digno y legal, él no tendría problemas en darle los papeles. Y pone como ejemplo a la enfermera que cuidaba al muerto: el personaje interpretado por Ana de Armas. Pero que en cambio, la triste realidad -como si de un vocero de Vox se tratase-, es que la mayoría de inmigrantes llegan a Estados Unidos a vivir de ayudas y delinquir. 

En torno a esta discusión y a este personaje, Rian Johnson construye un discurso que milita en el descontento carácter progresista, parodiando el cabreo conservador. Y se preocupa por cuestionar todos y cada uno de los discursos reaccionarios de su tiempo y de su país. Desmintiendo lugares comunes y ofreciendo una brillante diatriba que deja al descubierto el racismo y el clasismo inherente al sueño americano.

Así, Puñales por la espalda encierra en la mansión del Cluedo un misterio por resolver, al tiempo que encapsula un debate vivo en la sociedad norteamericana. A quien, por supuesto, gusta de retratar como contradictoria, embustera, hipócrita y por todo ello, divertidísima.

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