La portada de mañana
Acceder
El PSOE aplaca la revuelta madrileña contra Lobato y echará el resto en primarias
A Olivier le ha cambiado la vida una terapia contra el cáncer de su propio hospital
Opinión - Piloto suicida. Por Antón Losada

“De niño nunca quise ser astronauta, quizá no soñaba a lo grande”

En los años 60 de la carrera espacial, la política estadounidense era un polvorín. Las calles clamaban contra el dispendio del Gobierno y Gil Scott Heron cantaba que a su hermana Nell le mordían las ratas “mientras el blanquito está en la Luna”.

Los programas Mercury, Gemini y Apolo, todos destinados a posarse sobre el satélite terrestre, costaron 130.000 millones de dólares y la vida de siete astronautas que fueron lanzados al espacio en naves un poco mas sofisticadas que una cafetera de juguete. Su misión era llegar a la Luna antes que los rusos y la de los políticos venderlo como “el gran paso para la humanidad” que luce bien en campaña y en una pieza de merchandising.

Damien Chazelle, sin embargo, no ha querido olvidarse de los detalles incómodos en First Man, el biopic sobre Neil Armstrong que compite en el festival de San Sebastián. Quizá por eso el protagonista no clava la bandera estadounidense sobre la superficie antes de regresar a la Tierra, un final que Trump no piensa perdonar.

“Hasta donde yo sé, las críticas vienen de personas que aún no la han visto. Estoy deseando que se estrene y saquen las conclusiones por ellos mismos”, dice un esquivo Ryan Gosling, embajador de la cinta en España junto a su compañera de reparto Claire Foy. El tema lleva coleando desde que el canadiense dijo en Venecia que la misión lunar sobrepasa “fronteras y banderas” y su declaración llegó a oídos de la Casa Blanca, donde el presidente y varios senadores republicanos iniciaron un fuego abierto en contra de la película.

Ante esto, la actriz británica, conocida por su papel de la reina de Inglaterra en The Crown, ríe poniendo los ojos en blanco: “Les aseguro a los que la critican que hay muchas, pero muchas otras banderas estadounidenses en la película”. Foy interpreta a Janet, la paciente esposa de Neil Armstrong, a quien da vida Gosling.

Ambos comparten protagonismo con la propia misión Apolo, ya que el director de La La Land ha querido humanizar a aquel hombre que se coló en las televisiones de todo el planeta un julio de 1969. “Es importante ver a la persona detrás del mito, no solo en esta película. Hay cientos de historias de personas con vidas desinteresadas que sirven a una causa mayor, y esas historias sí que son relevantes”, piensa el actor.

Es la segunda vez que Gosling coincide con Chazelle después del musical que sacudió los prejuicios del mundo hace dos inviernos. Por aquellas ya quedó clara la maestría del director detrás de la cámara y la confianza extrema en su colega, que tan pronto hace gala de su perfil taciturno como baila un claqué encima de un banco. Ahora le ha regalado el papel de un auténtico “héroe americano” con la complicada tarea de acercarlo al estrato mundanal.

“Conocemos la parte pública de aquellas misiones y todo lo que salió por la tele, pero no la parte humana. Para mí fue una sorpresa descubrir el sacrificio que supuso para ellos”, concede el actor. Poca gente conoce que Neil y Janet Armstrong perdieron a su hija a causa de un tumor unos meses antes de involucrarse en la carrera espacial. “Su valentía y la dignidad que demostraron al sobrellevar esa enorme pérdida me parece motivo suficiente para rendirles homenaje”, afirma.

Durante una época, aquellos hombres que estaban “haciendo posible lo imposible” eran la estampa de la esperanza y el modelo a seguir de toda una generación. Sin embargo, Gosling asegura que los tiempos han cambiado y que él nunca tenido el clásico deseo infantil de conquistar el espacio a lomos de una nave espacial.

“De niño nunca quise ser astronauta, quizá no soñaba a lo grande. Además, recuerdo que solo tenía seis años cuando ocurrió el accidente del Challenger. Así que, si lo pienso en retrospectiva, los viajes espaciales me daban una sensación de tragedia”, admite.

De hecho, First Man pivota en gran medida sobre el sentimiento de pérdida, tanto previo como posterior a las pruebas de alunizaje. La muerte de la hija de Armstrong y las de sus compañeros astronautas fueron minando poco a poco al ingeniero, pero nunca tanto como para alejarle de la misión Apolo. Quizá por eso su viaje al espacio fue una vía de escape del duelo que vivía en la tierra. Y para los demás, ¿mereció la pena el esfuerzo?

“La película explora los costes económicos y humanos, y deja a la audiencia decidir si cree que mereció la pena o no la carrera espacial. Habrá tantas respuestas distintas como personas. Habría que preguntar a las familias de los astronautas fallecidos en el proceso si mereció la pena, es a ellos a quienes corresponde responder”, sugiere.

Aunque ahora estemos acostumbrados a películas grandilocuentes sobre el espacio, la tecnología punta no siempre fue tal y hubo un tiempo en el que era más fácil arder dentro de la cabina de mandos que perderse por la galaxia como Sandra Bullock. La virtud de First Man es que contagia la asfixia y la claustrofobia como si el espectador estuviese sentado al lado de quienes confiaron en una misión, en ocasiones suicida, y diseñada a contrarreloj.

“Ha sido una de las experiencias más claustrofóbicas, viscerales y surrealistas de mi vida. Al principio ni siquiera iba a haber planos del espacio, aunque finalmente Damien decidió incluir unos pocos. Quería que los espectadores se sintieran como si estuviesen flotando en la atmósfera y fueran enviados a la Luna”, explica Gosling sobre su preparación.

“[Chazelle] no hizo nada con croma verde, solo con pantallas de led para tener todo listo en cámara. Nosotros estábamos en esas cápsulas entre seis y ocho horas al día, respirando oxígeno a través de nuestras máscaras y escuchando las grabaciones reales de las misiones originales”, desvela el intérprete.

El resultado, que se puede ver en pantalla el próximo 11 de octubre, convence con unas misiones lunares brillantes por su tosquedad a la vez que ofrece el contexto de esos “grandes hombres” detrás de los cuales “siempre hay una gran mujer”. Con la salvedad de que ellas nunca estaban detrás, sino abajo, en la Tierra, y delante de una casa, una familia y la supervivencia de un hogar.