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Entrevista

Paloma Sánchez-Garnica, ganadora del Premio Planeta: “Las mujeres de mi generación revolucionamos todo para que las jóvenes puedan ser como son”

Paloma Sánchez-Garnica durante la presentación de 'Victoria', obra ganadora del Premio Planeta 2024

Clara Nuño

6 de noviembre de 2024 22:44 h

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Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) adora escribir. Siempre le ha gustado mucho y cuenta que le ha costado ganarse a sus lectores. Que ella ha ido de a poquitos, tenaz, construyendo su universo narrativo. Sánchez-Garnica comenzó su carrera pero la pasión por la historia y la literatura hizo que lo apostara todo al libro. Le salió bien. Sobre todo cuando La Sonata del silencio (2014) fue adaptada en una serie de televisión. Hoy es una autora best-seller en territorio nacional con un estilo definido y reconocido en obras de poso histórico en las que aborda los temas del exilio, el amor y la supervivencia.

La madrileña recibe a elDiario.es en la suite presidencial del hotel InterContinental, en el corazón de la capital y durante la promoción de Victoria, novela con la que ha ganado el Premio Planeta este año. Va de blanco y negro, el pelo oscuro suelto a la altura de la clavícula. Señala, mientras alcanza un vaso de agua, que esta es la misma habitación en la que se alojó el expresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en su última visita a España.

Viendo su trayectoria literaria, está claro que se mantiene fiel a su propio universo narrativo, Berlín y su contexto histórico tras la Segunda Guerra Mundial vuelven a ser el telón de fondo. ¿Qué es lo que le fascina de este universo?

Berlín tiene una novela en cada rincón. sobre todo en el siglo XX desde la Primera Guerra Mundial hasta la caída del muro. Creo que es una ciudad que se construye y se destruye, es ocupada, derruida… Tiene cientos de vivencias dignas de novela. Y, además, me fascina mucho el hecho de que en el período que yo quería abarcar se convirtió en la ciudad más peligrosa del mundo. La más conflictiva con más espías por metro cuadrado donde los dos poderes hegemónicos, la Unión Soviética y Estados Unidos, competían por la dominación de ese nuevo mundo que comenzaba a despertar.

Las novelas de amor, duelo y venganzas en la Segunda Guerra Mundial son un clásico, ¿alguna vez ha tenido miedo de que se agote la veda? ¿De que ya no interesen?

Escribo de las cosas que me fascinan, nunca pienso en si van a llegar o no al público. Si no me gusta se me cae, no puedo seguir. En esta novela lo que yo quería era entender ese mundo, ver lo que ocurría en el estado de Alabama con las leyes de Jane Crow que estaban en plena vigencia, etc.

Yo estaba muy concienciada con el horror del nazismo. No solo con el Holocausto sino con sus consecuencias: la violación de los derechos fundamentales, de los derechos humanos. Resulta que al otro lado del Atlántico, en un país democrático que se erigía como la cuna de la libertad, había leyes que atentaban directamente con los derechos civiles de parte de la población por el hecho de ser negros o de pensar de diferente forma, como era el caso del macartismo. Y, a partir de esos contextos, hilo las historias donde el amor siempre está porque junto a la ingratitud y la injusticia forma parte de nuestra sociedad.

La suya es una historia de perdedores, ¿son más interesantes aquellos que no ganan?

Siempre cito el comienzo de Ana Karenina, aquello de que todas las familias felices se parecen las unas a las otras, pero que las infelices lo son cada una a su manera. Pues eso es lo que a mí me pasa con las historias, igual que os pasa a los periodistas. Se escriben más historias tristes que alegres y a mí me gusta indagar en los sentimientos humanos y ver cómo los personajes afrontan los dilemas que se les presentan. Esa lucha entre la justicia y la venganza que todos transitamos alguna vez.

¿Qué estamos dispuestos a hacer por los seres a los que amamos incluso cuando la ingratitud o la traición puede llegar a destruirlo todo?, esa es la pregunta con la que vertebro la relación entre las hermanas en la novela

Hablando de dilemas, usted dibuja una relación tumultuosa entre dos hermanas. Dos mujeres que, casi, se odian y levantan un muro entre ambas.

Sí, en la relación entre Victoria, la protagonista, y su hermana Rebecca trato de esbozar lo que ocurre con esos secretos que se van enquistando y, con el tiempo, lo destrozan todo. ¿Qué estamos dispuestos a hacer por los seres a los que amamos incluso cuando la ingratitud o la traición puede llegar a destruirlo todo?, esa es la pregunta con la que vertebro la relación entre las hermanas. Navegar las contradicciones no resueltas que albergamos cuando nos metemos en un círculo vicioso, los malentendidos que no se terminan de cerrar, etc.

En la novela, Victoria, el personaje principal, descubre que Estados Unidos no es la tierra de libertad que tanto ansiaba. En un día como hoy, con la victoria de Trump, es casi obligatorio preguntarle por su visión del país americano.

Estados Unidos tiene una complejidad casi inabarcable. Su diversidad de etnias se nos escapa desde nuestra perspectiva europea. Tenemos muchos prejuicios, para bien y para mal, fabricados por Hollywood. Nos creemos que Estados Unidos es la población de Nueva York o Washington, pero hay mucha gente rural, aislada, hastiada, como se refleja, por ejemplo, en la película Los puentes de Madison.

Yo creo que lo que ha pasado para que gane Trump es que el Partido Demócrata no ha sabido satisfacer o atender a la población. Habrá que esperar y ver qué ha hecho mal. Parece que ha volcado todos los esfuerzos a favor de unas minorías a costa de la clase media blanca, anglosajona y protestante. Y esto tiene consecuencias en el voto reaccionario. Veremos qué ocurre a largo plazo aunque esta sea una mala noticia para Europa. Pero en esto consiste la grandeza de la democracia, da la oportunidad para cambiar las cosas. Aunque no sea siempre para bien.

Yo creo que lo que ha pasado para que gane Trump es que el Partido Demócrata no ha sabido satisfacer o atender a la población. Habrá que esperar y ver qué ha hecho mal

En la parte de la trama ambientada en Estados Unidos narra un episodio en el que 400 varones negros son tratados como cobayas humanas para ver el efecto de la sífilis en sus cuerpos… Hablemos de ese episodio.

Sí, 400 hombres negros pobres fueron víctimas de un experimento muy cruel que tardó años en ser restañado. Ellos estaban enfermos y no se les informó de que tenían sífilis, se les dijo que tenían otra enfermedad a la que llamaban mala sangre. Y, sin su consentimiento, observaron cómo avanzaba la enfermedad en sus cuerpos. Una enfermedad terrible, cruel y devastadora.

Cabe destacar que en los segundos juicios de Núremberg se estableció un código, el código de Núremberg, donde se exigía por primera vez que en cualquier ensayo clínico con un paciente se le tiene que dar todas las garantías al paciente. Aquí no se aplicó y ese experimento se mantuvo hasta 1969. ¡Y eso que algunos funcionarios quisieron denunciarlo!, pero no se les hizo caso hasta que alguien lo filtró a un periódico local y acabó figurando en la primera página del New York Times. Entonces se abrió una comisión de investigación y en 1974 se detuvo a los culpables, pero no fue hasta 1992, en el mandato de Bill Clinton, cuando se pidió perdón a los supervivientes.

Esta historia terrible es la que más me marcó durante las investigaciones para la novela.

En 2021 viví la historia de los Carmen Mola y, ahora, con esta novela, me animé de nuevo. Vamos a intentarlo, me dije. Hay que disfrutar de la vida y arriesgarse. Y aquí estoy, a mis 62 años y echo la vista atrás a lo largo de mi vida y agradezco todo lo que estoy viviendo

Cambiando de tercio. Esta es la segunda vez que se aproxima al premio Planeta. En 2021, fue finalista con Últimos días en Berlín, ¿Cómo se siente volver a acercarse al galardón, esta vez en primer puesto?

Para mí es como llegar a una meta después de un largo camino de más de cuatro décadas en las que, durante las dos últimas, solo me he dedicado a escribir.

En 2021 viví la historia de los Carmen Mola y, ahora, con esta novela, me animé de nuevo. Vamos a intentarlo, me dije. Hay que disfrutar de la vida y arriesgarse. Y aquí estoy, a mis 62 años y echo la vista atrás a lo largo de mi vida y agradezco todo lo que estoy viviendo. Leyendo el libro de mi compañera, [la finalista Beatriz Serrano], me veo en el personaje de la madre y pienso en mi generación y en todas esas mujeres que revolucionamos todo para que las jóvenes puedan ser como son.

¿Qué piensa hacer con el millón de euros del premio?

Lo primero pagar los impuestos que van a ir para todas estas vidas destruidas en lo material en Valencia. Y, después, vivir haciendo lo que más me gusta, disfrutar de mi marido jubilado y escribir.

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