Lou Grant y otros periodistas de ficción que hicieron del oficio algo muy tóxico
Fue “un maestro de periodistas”. ¿Qué aprendieron los periodistas reales del personaje interpretado por Ed Asner? El actor falleció hace unos días con 91 años y en la serie descubrió a varias generaciones de periodistas en ciernes cómo era una redacción y cómo se dirigía un periódico. Solo había una manera: con un par. Lou Grant era una secuela del periodismo macho alfa que se imponía en las gestas y en los gestos, el tipo al que todo plumilla debía aspirar. Por resumir, de nuevo: este no es un oficio para remilgados. Lou Grant en Los Angeles Tribune era un tipo irascible, gritón, intransigente, sociópata, soberbio y todo lo hacía ¡por la libertad de prensa! Y se convirtió en un mito, un ídolo, un dios.
La primera gran serie de periodistas –emitida por la CBS, entre 1977 y 1982– hizo de la toxicidad lo normal, aunque aspiraba a ser una copia de Todos los hombres del presidente (1976). Mientras una exageró las relaciones personales entre compañeros, la película de Alan J. Pakula, protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman prefirió que la trama permaneciera en los márgenes –ya de por sí dramáticos– del oficio. La directora, a la que llamaban “la señora de arriba”, era Margaret Pynchon (Nancy Marchand) y gestionaba su periódico con los mismos niveles de testosterona y una perrita con lazo sobre su escritorio… Por cierto había una mujer en la redacción, Billie.
Este 8 de septiembre, que se celebra el Día Internacional del Periodismo y que tratamos de extirpar la toxicidad de nuestras masculinidades, es un buen momento para revisar algunas de las ficciones que han construido algo más que estereotipos. De Lou Grant a un precedente inmediato: Walter Burns es el director del Chicago Examiner y es un capullo honesto con sus miserias más rastreras. Billy Wilder solo deja una posibilidad para el periodismo en Primera plana (1974): abandonarlo antes de que te corrompa por completo y entregarse a la felicidad y un salario digno, como hace Hildy Johnson, un redactor que ha contraído matrimonio con Peggy Grant (Susan Sarandon) y pasa sus últimas horas en el oficio más repugnante de todos. Hildy está harto y no quiere saber nada más de Burns ni de la escoria que emana con cada uno de sus gestos. Qué bueno es Walter Matthau. Esta obra maestra tampoco dejó escapar la oportunidad de ridiculizar un personaje delicado, aseado y remilgado como Roy Bensinger (David Wayne) en medio de esa jauría machuna.
Rosa Montero, periodista y autora de novelas como La buena suerte (Alfaguara) o La ridícula idea de no volver a verte (Seix Barral), no recuerda Lou Grant. Lo vio una o ninguna vez, dice. Pero recuerda “aquellas redacciones” y la película de Wilder. “Lo que te quiero decir es que yo he vivido eso cuando empecé en 1970 a trabajar. No te diré nombres porque no tengo ganas, pero anduve por redacciones del franquismo y de periodistas muy machos. Muy machos. Iban a hacer sucesos y volvían con fotos del hijo muerto que habían robado a la madre en un descuido y salían publicadas al día siguiente. Las redacciones han cambiado como han cambiado las sociedades”, resume la autora. “Creo en el periodismo porque hay un cambio en la sociedad. A lo mejor Wilder hizo eso porque así eran las cosas”, añade.
La periodista Silvia Cruz Lapeña es contundente: “Comportamientos machistas, machunos y abusones, fuera. Por ley”, dice la autora de Lady Tiger (Libros del KO). Siempre fiel a los matices apunta que tampoco se puede obviar la “naturaleza” de este trabajo. “Es inevitable porque trabajamos con prisa y eso implica empujones, mucha gente en un sitio, ego…”, puntualiza. Lamenta que las empresas no se hayan tomado en serio cambiar las costumbres y las conductas menos civilizadas del ser humano que parecen tener el beneplácito de algunas redacciones en las que es, por ejemplo, se incentiva el conflicto al compañerismo. Reconoce que se puede cambiar hasta cierto punto porque siempre habrá hambre por el tráfico y las exclusivas. Pero deja la puerta abierta a una buena nueva: ahora que se ha extendido el teletrabajo no ha habido problemas de roces, fricciones y gritos. Sin veneno se puede.
Con mucha menos gracia y ternura que Walter Burns, Duncan Allen (brillante Ben Chaplin) es el director de un periódico populista y pudiente, el Post, que viste de negro y lleva bandolera de piel cruzada sobre un abrigo de tres cuartos oscuro y cuya mayor virtud es no sentir piedad. Press (2018) es una serie de seis capítulos creada por la BBC para descubrir que la verdad no vende periódicos –como le pasa a su rival, el Herald, progresista y precario– y que con la exageración la empresa es rentable. Allen es el mejor retrato de nuestros días. Es el cerebro que licencia a su redacción en las cloacas más putrefactas de la moral de este oficio. Un auténtico pocero acosador, que no dudaría en publicar que oler ventosidades previene el cáncer y el ataque al corazón.
Marta San Miguel, periodista en El Diario Montañés y autora de Una forma de permanencia (Libros del KO), recuerda que durante la carrera sus referentes fueron Orianna Fallaci y Manu Leguineche, pero también la serie española Periodistas como “referente edulcorado”. “Primera plana me gustó mucho pero nunca llegó a calar como referente con consistencia y cuando entré en la redacción lo entendí todo, desde los estereotipos propios a los ajenos. Pero es que una redacción es un lugar tan vivo, tan enérgico y tan imprevisible”, comenta.
El Daily Planet también es un periódico imprevisible. En la ficción. En la cabecera de Metrópolis trabajan los reporteros Clark Kent y Lois Lane, que padecen a su editor jefe, Perry White. Este personaje nació en el segundo episodio de Las aventuras de Superman, en febrero de 1940. Se mantiene en la línea del tipo colérico, incontrolable, arbitrario y duro, que fuma puros, lleva chaleco y siempre parece haberse despertado en el sofá de su despacho. En el largometraje de Richard Donner estrenado en 1978, Perry White (interpretado por Jackie Cooper) insiste en mostrarse como el personaje de los tebeos –pero con chaquetilla de punto en lugar de chaleco–, es decir, como un señor malencarado que puede destruir la autoestima de sus trabajadores con la excusa de salvar a la verdad de la mentira (si tiene un buen titular que machaque a la competencia en el quiosco).
En el Daily Bugle de Nueva York trabaja el fotoperiodista Peter Parker, que sufre a John Jonah Jameson Jr, un tipo terco, tacaño, gritón y rencoroso al que Stan Lee y Steve Diko le dibujaron, en 1963, con los nuevos atributos del auténtico machaca–empleados: un bigote tipo cepillo y pelazo cuadriculado. Desprecia todo lo que no sea él o quiera parecerse a lo que es, prefiere el miedo, la amenaza y el conflicto entre compañeros a un entorno sano y pacífico. En el Universo Marvel, John Jonah Jameson es uno de los enemigos de Spider–Man que nunca se doblega. Su superpoder es la humillación.
Pablo G. Batista, periodista y guionista, tiene un referente periodístico claro: la rana Gustavo. Sus referentes eran reales, estaban en la radio y terminó trabajando con ellos y comprobando que la ficción no estaba tan desencaminada. “Un poco gruñones y ególatras”, dice. La ficción tiende a representar la realidad de manera maniquea, señala, y logra que empaticemos con los villanos. “Además hay una romantización tremenda del periodismo en la ficción. No tiene sentido perseguir el sueño de estar en la redacción de The Newsroom (serie de HBO de 2012) con Will McCavoy (Jeff Daniels) defendiendo la libertad de prensa, la objetividad, luchando por la dignidad en cada una de sus intervenciones. La vedad está en la comedia”, dice Batista, responsable de los comentarios de Cachitos. O sea, más Bill Murray (en Atrapado en el tiempo (1983) y menos Lou Grant. “Mejor reportero dicharachero que jefe sociópata”.
“Lou Grant hoy tendría recorrido porque a la gente lo que le gusta es la exageración y no la verdad”, apuntala el infatigable periodista Antonio Rubio, director del Máster en investigación periodística, nuevas narrativas, datos, fact-checking y transparencia de la URJC y la Fundación Maldita.es. Recuerda este insigne investigador que aquellas redacciones que habitó eran muy distintas a las actuales porque la falta de financiación ha multiplicado las presiones del sistema, más que las humanas. Prefiere como referente las películas Todos los hombres del presidente y Los archivos del pentágono (dirigida por Steven Spielberg en 2017) porque son menos histriónicas e hiperbólicas que Lou Grant, porque en 40 años dice que algo hemos cambiado. Y eso hay que celebrarlo.
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