El movimiento corporal de una generación postinternet frustrada
Se apaga la luz. Al centro de la sala llega alguien que comienza a hablar con una voz aguda e ininteligible, corta, veloz. A sus espaldas, dos pantallas proyectan en un texto la interpretación de su lengua, una lengua que no se entiende pero que, sin embargo, a todos les resulta demasiado cercana. Recuerda a la de un videojuego, un robot o un audio hipersaturado. Es la lengua de la era digital. Cuando habla, lo hace con un movimiento espasmódico y repetitivo que le hace ondear la melena larguísima como si fuese parte de un diseño audiovisual previo. Como si se le viese a través de una pantalla. Pero está ahí. De carne y hueso. Y en mitad de la Sala Negra de los Teatros del Canal de Madrid, el personaje advierte que en breve arrancará un proceso de programación informática; a partir de entonces, invade el terreno una multitud de figuras que corren, saltan, se retuercen, se tiran al suelo, miran, abren la boca, la cierran, se tocan la cara, el cuerpo, se apartan, se giran, siguen corriendo. Y uno comienza a pensar en sí mismo.
“Hay algo en la virtualidad que para mí no es exótico. Es algo que ya va conmigo”, dice Guillem Jiménez, bailarín, coreógrafo y director de la pieza ACLUCALLS que se presentó en la capital a finales de mayo dentro del 38º Festival Madrid en Danza pero que está pensada para continuar programándose “en los diferentes lugares” que acojan la propuesta, anuncia. En una conversación con este periódico cuenta que el nombre de laSADCUM, la compañía de danza que creó en Barcelona hace cuatro años a la que prefiere llamar 'proyecto', nació cuando un amigo le contó que en su 18 cumpleaños “solo había tenido una sad cum, una corrida triste, una masturbación insatisfactoria”. Le pareció un concepto “demasiado representativo de toda una generación”, a la que Jiménez pertenece y sobre la que ya comenzaba entonces a indagar inevitablemente en sus primeras obras artísticas.
Piensa el artista que “nos comportamos como avatares” porque “intuitivamente repetimos todo lo que consumimos y hacemos de ello una fuente de inspiración”. ACLUCALLS, de hecho, se compone también de constantes referencias audiovisuales que se relacionan directamente con los movimientos de los artistas en el escenario. “Comportarse como un avatar que hace lo mismo que consume no es emular la tecnología, es lo que ya llevamos dentro”, explica Guillem. “Algo que hemos trabajado mucho en la pieza es intentar generar cuerpos muy virtuales, pero que por la duración y por el tipo de ritmo que llevamos se conviertan en algo orgánico”, apunta. Y ese significado lo abraza todo. Un elenco de doce intérpretes —Alexa Moya, Carla Moll, Javi Valls, Juan Galo, Judit Amengual, Laia Camps, Marina Olivares, Meritxell de Soto, Ona Cros, Stefano de Luca, Vera Palomino y el propio Guillem Jiménez— que sobre el suelo se arrastran, se vuelcan, se machacan. Se dejan invadir por una fuerza violenta. La de su propia identidad.
Comportarse como un avatar que repite lo que consume no es emular la tecnología, es lo que ya llevamos dentro
Si tiene que llamarlo de algún modo, señala Guillem, el término es “danza contemporánea”, pero en realidad cree firmemente que lo que explora es “lo mismo” que con su vida, dice: “Un collage, un parche, una yuxtaposición de cosas que tienen que ver con el cuerpo, el vídeo o la música”, por ejemplo. “He aprendido mucha danza por internet. Viendo vídeos, tráilers de piezas o publicaciones en Instagram. Pienso que somos todo lo que hemos hecho, así que en laSADCUM nos gusta trabajar la danza como algo mucho más general”, recalca.
He aprendido mucha danza por Internet, por eso exploro un 'collage' de cosas que tienen que ver con el cuerpo, el vídeo o la música
“Hace tres o cuatro años, cuando empecé a idear el proyecto, estuve leyendo muchos discursos teóricos acerca de la generación que viene y la inmersión tecnológica, pero todos eran desde un punto muy externo a la vivencia colectiva”, explica. “Eran filósofos hablando de cuerpos y generaciones que yo ya estaba viviendo. La pornografía, la saturación informática o la exposición en redes no eran para mí cosas ajenas, sino una cosa muy vivencial que me hacía pensar que yo no me comporto así porque quiera, sino porque no sé hacerlo de otra forma”, piensa el bailarín barcelonés.
Por eso ACLUCALLS —que es el término en catalán de las anteojeras que se les pone a los caballos para que solo vean el camino recto, evitando cualquier distracción por los lados— es “un autorretrato grotesco de la sociedad y de la generación postinternet” que se construye a partir de tres conceptos clave: la programación informática —que se puede entender “desde la coreografía, desde la programación de nuestros cuerpos”, señala el director—; la pantalla, y el workout, término que hace referencia al trabajo o ejercicio del cuerpo y que Guillem utiliza para hablar de una insistencia contemporánea por “programar el cuerpo, esculpirlo, ir a por un objetivo, el de capitalizar tu propio cuerpo”. Son algunos de los traumas que el artista identifica comunes en la década de la sobreexposición, la hipersexualización, la precariedad y la autorrealización. Y la obra escarba en todos ellos.
La narrativa de la obra es cero empoderada. Nunca quise representarlo como algo negativo, sino como una manera de contar lo que nos pasa y punto
Dedicándose a la danza, explica el coreógrafo —que además es hermano del también bailarín Pol Jiménez—, para él los cuerpos “ya cuentan cosas” por sí solos. Incide en que le gusta examinar el modo en el que la gente se muestra a sí misma en algo tan cotidiano como una conversación, y allí observa que los más jóvenes están “todo el rato mirando a otros sitios, el cuerpo está más inquieto”, mientras que la gente que tiene a partir de 30 o 40 años “mira de forma directa a los ojos, el cuerpo está más tranquilo”, reflexiona. “Son cosas que ya están ahí”. Como plantarse ante un espejo.
Del trauma a la obra
Hacer del malestar común un foco de creación vino casi solo. Su creador argumenta que para él “es muy importante generar narrativas contemporáneas que sean de fácil acceso”, y cree que esta es una de ellas. “Cualquier tipo de espectador, independientemente de su generación, su oficio, sus gustos o de si se fija más en unas cosas que en otras, puede entender el viaje. Es un viaje en el que se ve a unos personajes que se van saturando poco a poco”, adelanta. Insiste en que se trata de una forma de estar en el mundo. “La narrativa de la obra es cero empoderada. Nunca quise representarlo como algo negativo, sino como una manera de contar lo que nos pasa y punto”, recalca Guillem. “Pero no sé si me salió muy bien. Claramente, la pieza es bastante triste”, aclara.
A las inseguridades de una sociedad joven precarizada se le suman los extendidos juicios a la denominada 'generación de cristal'. Pero Guillem lo rebate diciendo: “Yo no te puedo hablar de otras problemáticas, te puedo hablar de las mías. Y quiero hacerlo de una forma honesta”. Recuerda el coreógrafo que, en ocasiones, se genera cierta distancia en la reacción general de la pieza: mientras que la gente más joven “empatiza mucho”, incide, a veces otro público de mayor edad “se queda muy tocado al ver el punto de vista que tiene nuestra generación de sí misma”.
Hasta ahora, laSADCUM ha estado presente en instituciones como el CCCB —donde se estrenó la obra con coproducción, junto al Dansa Metropolitana—, La Casa Encendida, Teatro El Musical, el Museo Guggenheim de Bilbao, el MAC Festival o La Capella, entre otros. Sus obras han merecido varios premios y han sido acogidas por residencias artísticas y otros espacios culturales como Graner, Fabra i Coats, Centre Civic Barceloneta o La Caldera, y ACLUCALLS recibió la ayuda Creación Injuve. El próximo año estrenará NAVAJA, adelanta Jiménez a elDiario.es, un proyecto que nace de la propia experiencia con la educación en el porno y que culmina en una exploración social que identifica la sexualidad como el eje central de lo identitario.
“Hace unos años dejé de ser twink [término que define al prototipo de chico joven en el colectivo gay, normalmente marcado por rasgos comunes en la pubertad como la ausencia de vello corporal o la delgadez], y tuve una frustración muy extraña porque todo lo que yo había aprendido era a través del porno, solo consumía twinks con daddies”, reflexiona Guillem. “Pensé mucho en La consagración de la primavera de Pina Bausch, ese momento de la llegada de la regla, de la fertilidad, del momento de sexualización máxima. Quería abordar el tema de la sexualidad en cualquier género, pero desde ese punto en el que el cuerpo todavía no está definido, donde uno ya no es joven pero tampoco adulto. Es el punto intermedio en el que yo me encuentro, incluso en la danza”, sostiene. “Será un musical ballet de twinks, lolitas y asesinos folclóricos”, revela entre risas el coreógrafo.
A escasas horas de salir al centro de la sala del teatro y lanzarse al retrato atrevido, fiel e hipnotizador de lo que son, Guillem Jiménez termina hablando de cómo la trayectoria de un artista emergente joven está profundamente marcada por los mismos traumas que ahora exponen. “Estoy empezando y no me conozco a mí mismo. Noto que hay una especie de presión por tener que estar muy seguro de muchas cosas, pero yo no lo estoy”, reflexiona el bailarín. “Nunca diré que mi obra siempre habla de la tecnología, aunque lo haga, porque no me quiero encerrar en nada”, apunta.
Y aunque laSADCUM parte “desde un lugar muy intuitivo”, cree Guillem Jiménez, no hay más que plantarse frente a Aclucalls para entender que muchas de las cosas que sirven a veces como eje artístico tienen ya un lugar, un tiempo. Y están al alcance de la mano. “A nivel generacional existe la necesidad de forzarse a la maduración, para hacerse valer y para ponerle valor a lo que no está definido, a las cosas que simplemente vivimos”, dice el artista. “Pero los discursos y las políticas están en el día a día”, concluye.
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