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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Es la sociedad civil la que obliga a barrer la porquería que implica directamente al poder”

El músico Pedro Guerra.

Ramón Lobo

Hay conversaciones que se rebelan y piden pausa: un tiempo para que las palabras reposen, descubran su sitio en un texto. Es lo que ha sucedido con esta entrevista con Pedro Guerra (Güímar, 1966), atropellada por las urgencias de la campaña electoral y la exigencia de otras entrevistas urgentes. Pese al retraso, mantiene toda su vigencia. Guerra tiene un discurso que no caduca. La charla tuvo lugar en su estudio situado en el centro de Madrid donde ejerce de artista total: escribe, compone, graba y realiza las mezclas. Después de un tiempo sin nuevas canciones ha publicado un doble CD: Arde Estocolmo, con canciones suyas, letras para este tiempo de crisis y frustración; y 14 de ciento volando de 14, con versos de Joaquín Sabina. Guerra pone música a 14 sonetos que interpretan 32 artistas.

¿Cómo funciona el proceso de creación cuando se lleva cinco años sin publicar? ¿Teme que piensen que es un vago?

Digamos que llevaba cinco años sin publicar un disco de canciones inéditas, pero es cierto que entre El mono espabilado y ¡Arde Estocolmo y 14 de ciento volando de 14 pasan cinco años. En medio publiqué un disco [30 años] en el que hice un repaso a mi carrera. Fue un triple CD; solo a guitarra y con versiones en directo, una especie de recopilatorio. Luego celebré los 20 años de mi llegada a Libertad 8. Pero es cierto que llevaba cinco años sin editar canciones nuevas. Por eso publico dos trabajos.

Mientras trabajaba en los sonetos de Joaquín [Sabina], me decía “si llevo cinco años sin hacer canciones mías, no voy a hacer uno con canciones de Sabina. Necesito un disco mío”, y así fue que decidí hacer los dos: uno mío, y otro con el trabajo de Sabina, pero cantado por otros artistas. Es verdad que también tenía esa sensación, que no hacía un disco de mis canciones, siempre habría gente mal pensada que diría: “Se le acabó la inspiración, ya no tiene nada que contar”.

¿Se conserva la misma fuerza e ilusión después de 30 años en los escenarios? ¿O ya se ha convertido en un trabajo?

Es cierto que funciona más como un trabajo, como un oficio, pero también es cierto que para mantener vivo en mí lo que ofrezco a los demás, tiene que existir esa ilusión, las ganas de hacer canciones, de escribir. Si lo conviertes solo en oficio se produce algo a lo que tengo tanto miedo: la repetición de uno mismo. Sucede cuando se pierde la chispa y las ganas. Después de 30 años manejo el oficio: digamos que si cojo la guitarra ahora hago una canción en cinco minutos. Pero no se trata de eso: tiene que haber algo más.

Cuando uno compone algo nuevo después de varios años, ¿tiene miedo de que no guste, de que digan que no esté a la altura, que el público lo rechace?

Absolutamente. Uno quiere gustar, después de los años quiere seguir gustando. La verdad es que invierto muchas horas en mi trabajo. Dedico muchísimo tiempo. Estos han sido dos discos que empecé a trabajar hace dos años. Uno quiere que todo ese esfuerzo se recompense con el beneplácito de la gente que lo escucha. Es muy humano querer gustar a todo el mundo. A veces gustas a un montón de gente, pero de repente viene alguien que dice que no le ha gustado, y ese te fastidió [ríe]. Uno busca la recompensa, el reconocimiento en los demás, del trabajo bien hecho.

Uno canta para que le quieran.

Todo lo que uno hace, lo hace para que lo quieran; cantar, también.

¿Cómo le llega a una canción? ¿Cómo le llega Arde Estocolmo desde un titular de prensa?Arde Estocolmo

El titular era así, tal cual: Arde Estocolmo. Es una frase que me gusta porque es directa, tiene muchas lecturas inmediatas. Luego leí el artículo, hablaba de unos disturbios en la periferia de Estocolmo. La policía entra en un piso y mata a un inmigrante y se producen unos disturbios. La siguiente lectura que hago tiene que ver con la sociedad del bienestar y las democracias avanzadas: que sucedan estas cosas en democracias más avanzadas, en una periferia completamente marginal. La idea que tenemos de una democracia avanzada será en el centro de Estocolmo, pero en la periferia sigue habiendo un mundo. Es como cuando lees las novelas de... Ahora se me ha ido el nombre, el escritor este que murió hace poco.

[Hennin] Mankell, que vivía parte de su tiempo en Mozambique.

Sí, Mankell. Hacía novela negra. Creó el detective [Kurt] Wallander. Recuerdo su primera novela, hablaba de la cantidad de inmigrantes que llegaban y lo mal gestionado que estaba todo. La siguiente imagen que me viene es la de un salón; se barre y limpia, pero nadie mueve el sofá. Cuando por fin lo mueves debajo hay mucha porquería. Automáticamente lo traslado a nuestra realidad más cercana, la española. Aquí también se ha movido el sofá y ha salido la porquería. Digamos que esta es, quizá, la canción más compleja, porque necesita toda esta lectura. Es lo que me sugirió Arde Estocolmo. Me pareció que debía ser el título del disco por lo sugerente que es.

¿Quiénes son los encargados en España de levantar la alfombra y mirar debajo?

En una sociedad democrática uno espera que lo haga el propio Estado, pero como el Estado no lo hace, los que mueven el sofá son los movimientos sociales, los activistas y la gente; y los periodistas valientes que investigan y publican cosas. Es la sociedad civil la que acaba moviendo el sofá y obligando a barrer porque la porquería que hay debajo implica directamente al poder.

¿Le molesta la palabra “cantautor”?

En absoluto. No solo no me molesta, sino que me siento heredero de esa tradición, de esa forma de entender. Según el diccionario es alguien que escribe y canta sus canciones. Si uno lo define solamente así, con todos mis respetos hacia cualquier nombre que pueda dar, José Luis Perales es un cantautor y Joan Manuel Serrat es un cantautor, y Lluís Llach; y si me apuras podría decir que Prince era un cantautor. También escribía sus canciones y las cantaba. Hay una lectura que no está en el significado en sí, que forma parte de una tradición: su vinculación con el compromiso social y político.

La palabra en inglés para cantautor es songwriter. En ese sentido, Buddy Gard lo es, también Bob Dylan, pero no Prince. Sucede lo mismo en España. En mi caso creo que lo soy porque vengo de la tradición, de Llach, de Serrat, Luis Pastor... De todos. Cantautores. Y, por supuesto, de Silvio Rodríguez, Aute y Sabina. Lo que pasa es que ese contenido ya no es patrimonio de los cantautores. Hoy puedes encontrar grupos de hip-hop que son más reivindicativos que algunos cantautores.

Calle 13, por ejemplo.

Calle 13, por ejemplo. Hay grupos de pop, de rock, de hip-hop que tienen una actitud de compromiso político y vinculación con un montón de historias. Leí un texto de John Berger, un escritor al que admiro, que me encantó. Decía que el poeta es un sustantivo, pero también es un adjetivo, un adjetivo que implica honestidad, valores. Lo trasladaría a lo que estamos hablando: cantautor como sustantivo; cantautor como adjetivo. Eso implica un compromiso con la canción, con tu trabajo, pero ese compromiso no es solo político. Cuando escribo una canción de amor, intento profundizar, intento extraer algo sobre las relaciones de pareja. Cuando escribo sobre el ser humano, intento indagar. Ese es el compromiso.

¿Qué le sucede el primer día que el público se pone a cantar con el músico, enciende mecheros (ahora los móviles)? ¿Qué siente el autor que ha escrito esa letra, que ha estado en su casa solo, trabajándola, y encuentra que es una canción de todos?

Cuando vivía en Canarias, en mi primera época, de 1983 a 1993, iba a las fiestas de los pueblos. Además de la elección de la reina había un cantante, mago, un batiburrillo de personas. Uno sentía que salía a un ambiente hostil. El primer feedback lo siento en Libertad 8. Empecé a cantar ahí, y en muy poquito tiempo, uno o dos meses, las personas que repetían empezaron a aprenderse las canciones y a cantarlas conmigo. Eso es una cosa... No sé, no se puede describir.

Uno siente mucha emoción. Luego hay algo que tiene que ver con esto. Escribo Contamíname y la cantan Víctor Manuel y Ana Belén. Ahí es cuando escucho por primera vez una canción mía coreada por miles de personas. A veces, la oigo y me cuesta caer en la cuenta: “si esta canción la hice yo” [Risas]. Cuando la oyes en la voz de otro es como si se perdiera el lazo, empieza a ser más de ellos que mía. Cuando sientes que en un concierto la gente canta tus canciones es muy bonito y gratificante. De esta manera la canción cierra el círculo. Me gusta que mis canciones lleguen al público, cuanta más gente mejor siempre y cuando uno no pierda el compromiso y la honestidad.

En la Transición los códigos eran claros: los cantautores estaban contra la dictadura. Ahora es más confuso: puede haber gente que ha estado contra la dictadura y que hoy es de derechas; u otras que son de la izquierda clásica, el PSOE o IU, o de Podemos. Si te mojas corres el riesgo de perder una parte del público. ¿Tiene en cuenta estas cosas cuando escribe y compone? ¿Busca canciones que sean más universales y que cada uno interprete a su manera?

Siempre tendí a escribir canciones universales, nunca una canción urgente. Está en mi trayectoria, desde el Contamíname -que habla del mestizaje, del problema de los inmigrantes-, hasta Mariposa Monarca -que trata de los flujos y movimientos de personas-, o Cuna vacía, que habla de los niños robados. O las canciones que he hecho para la Memoria Histórica. Trato de ser universal, que lo pueda entender todo el mundo.

Luego está la implicación política más o menos directa que puedas tener con determinados partidos o movimientos. Si te vinculas directamente, si te posicionas, no solo puedes reducir el público, en algunos casos puedes llegar a reducir las opciones de trabajo. Es así: si te has manifestado de manera clara, determinados ayuntamientos pueden no contratarte. Uno intenta no hacer cosas que puedan perjudicar a su propia carrera. Hemos estado hablando de honestidad, coherencia, compromiso: yo canto lo que canto y lo hago como lo hago. Si eso me cierra posibilidades, ¡qué vamos a hacer! Creo que debe haber una confluencia de toda la izquierda; yo apoyo eso, no cosas concretas. Recuerdo que cuando vivía en Tenerife había dos asociaciones pro-Sáhara, dos de Nicaragua. [Se ríe] Es una locura. Tenían diferentes líneas de trabajo. Ese tipo de situaciones hay que superarlas. Hay que ir a ver qué es lo que nos une.

Hay una derecha franquista. No solo que pueda ser franquista, en algunos casos, sino que está contaminada de franquismo. De alguna forma, también lo está la izquierda, en la que aún hay mucho sectarismo. Se tiende a ver las cosas blanco o negro. No tenemos la capacidad, quizás por la dictadura, de ver la complejidad de las cosas.

Sí, todavía se arrastra por los dos lados; la izquierda también lo arrastra.

Con Venezuela no hay matices, todo a favor o todo en contra. Sucede lo mismo con Israel y Palestina. El mundo dividido entre la wiki-roja y la wiki-facha.

Sí, eso es así. Lo que es verdad es que la derecha se une; es un frente unido. El PP representa a toda la derecha; en cambio, la izquierda se putea. [Se ríe] Eso de lo que hablas es algo que se arrastra históricamente.

No se puede decir que Cuba es una dictadura. Si lo dices te llueven las críticas desde la izquierda. Independientemente de que nos caigan simpáticos hay hechos como que acaban de permitir la publicación de 1984 de George Orwell. Es cierto que la realidad es compleja. Se puede decir: “Vale, puede que sea una dictadura, pero está la educación y que ahí no se fusila, no hay maras”. El problema es la utilización política permanente de las cosas.1984

Esa es la clave: la utilización política permanente de las cosas, que, además, las utilizo como me interesan. Cuba, efectivamente... Eso lo sabemos porque en España hay muchos médicos cubanos. La formación que se dio en Cuba es increíble aunque muchos se fueron después. En los ambulatorios de la Seguridad Social y en los hospitales hay médicos cubanos. Son fantásticos, educados por un sistema con unos grandes niveles de precariedad, que fue capaz de crear generaciones enteras de médicos. Si Cuba es una dictadura, vamos a decir: eso es malo. Sin embargo desarrollaron un sistema educativo y sanitario, un sistema cultural, Venezuela es otro caso. Está lo de Podemos-Venezuela [Se ríe].

Nicolás Maduro tampoco ayuda mucho.

No, no ayuda, es verdad. Ahora, para darle a Maduro, dicen “es que con Chávez...”. Cuando estaba Chávez también le daban por todas partes. Estuve en Venezuela cuando aún vivía Chávez. Venezuela no era una dictadura. Iba a una radio o a una televisión para las entrevistas y veía y escuchaba a gente dándole a Chávez. Los medios públicos de comunicación serían pro Chávez, pero los otros, no. Lo ponían a caer de un burro, de una manera exagerada. Yo me decía; si hacías esto en España durante la dictadura durabas cinco minutos. [Se ríe] Está bien que se hable de lo malo, pero también de lo bueno, porque los números dicen que en la época de Chávez mejoró la calidad de vida de muchos venezolanos. De la misma manera que con Lula mejoraron las condiciones de vida de millones de brasileños.

Pensar que Lula pueda estar implicado en casos de corrupción... No te puedes fiar de nadie. No puedes enganchar tus utopías a un nombre porque al final te falla porque el poder corrompe.

Sí, el poder corrompe, sin ninguna duda. Pero, en fin, eso no significa que tengamos que perder la esperanza en todos los miembros del poder. Porque el poder corrompe, pero hay gente que no se deja corromper.

A parte de José Mujica [ex presidente de Uruguay].

Sí [Se ríe].

¿A quién más podríamos tener como figura incontestable? Bueno, están muertos como Mandela, pero ¿de quién podríamos decir: de este o esta me puedo fiar?

Hay mucha decepción, todo se ha complicado. Además necesitaríamos saber cómo son las cosas de verdad, porque a veces recibimos la información de aquella manera. 

Como Obama, que nos había prometido tanto. Al final, en su último año de mandato, ha encontrado una vía de diálogo con Irán y abierto las puertas a Cuba. También es el presidente de los drones y no ha cerrado Guantánamo. Tal vez, después de todo, un presidente de EEUU tampoco puede hacer tanto.

Tampoco en esto vamos a aplicar el blanco o negro. Menos nosotros, que tenemos una actitud... Hay que aplaudir lo bueno de la gestión y criticar lo malo. Es así, también con Venezuela: todo malo o todo bueno. A los que atacan a Venezuela no les parece mal que hagamos negocios con Irak o con los saudíes que es un régimen espantoso, con una violación constante de los derechos humanos. Hay que saber ver las cosas buenas. Zapatero fue un presidente tremendamente criticado por los últimos años, pero pienso que en su mandato se hicieron cosas muy buenas para todos. Otras las hizo fatal. No he sido votante de Zapatero, aunque desde algunos sectores me relacionan “con lo de la ceja”. Nunca fui de la ceja, no lo apoyé. Pero en el Gobierno de Zapatero se hicieron cosas muy buenas; otras, malas. Volvemos al blanco o negro.

¿Qué escondimos bajo la alfombra durante la Transición que merezca ser aireado?

La corrupción, que empieza hace muchos años y casi se convierte en algo estructural. Vi el programa de Jordi Évole dedicado a los presos republicanos, que los utilizaban como mano de obra esclava. Esto permitió el fortalecimiento de muchas empresas. No hubo depuración. Se permitió en los años de Transición que todo esto se estableciera dentro de la democracia. Se podía haber cortado, pero continuó en la corrupción y en todos los entramados. Algo que tampoco se hizo en la Transición fue mejorar los sistemas de educación, los sistemas culturales, de valores. En todos los años de socialismo no se ha encontrado una vía para transmitir unos valores a los jóvenes. Ahí también se ha perdido una batalla. Ves las televisiones, lo que ofrecen; los contenidos son cada vez más de entretenimiento puro y duro. Con lo cual, la gente joven recibe muy poco.

En Arde Estocolmo hay una canción que habla de los márgenes, que trata de la gente que está al margen, de los marginados. Cada vez hay más marginados, cada vez hay más gente que entra en esa categoría.Arde Estocolmo

La canción pretendía no referirse a un tipo de marginación determinada, sino todas las formas de marginación, a la gente que vive al margen. El margen visto como margen de verdad. Hay gente que vive en los márgenes porque le parece la manera adecuada de vivir. Están los que viven al margen porque no siguen las normas establecidas. En la crisis de los refugiados se ha creado un nuevo margen. Los márgenes se van moviendo. Al final, todos podríamos ser marginados.

El margen como exclusión.

Como exclusión social, situaciones límite en las que, a pesar de todo, hay que seguir viviendo.

Como ciudadano europeo, ¿cómo vive el acuerdo de la UE, que estén devolviendo a Turquía a los refugiados? ¿O las muertes en el Mediterráneo?

Ni siquiera se debe mirar como europeo, es una cuestión universal. Estamos hablando del ser humano. Llegamos a un nivel de insensibilidad total. Ninguna de las situaciones que hemos visto se deberían permitir. Ninguna. Todos hemos viajado alguna vez, hemos sido más o menos maltratados, más o menos acogidos. Pero, un cierre de fronteras, un “aquí no entra nadie” me parece terrible.

Usted es canario, que es frontera con la negritud, con el Otro.

Hubo una época, ahora menos, que había una entrada por Lanzarote y Fuerteventura...

Llegamos a acuerdos -pagando- con los países exportadores de inmigración.

Claro, para que entren por arriba.

Como la UE con Turquía: para que no vengan.

Igual es una ingenuidad, pero esto no es algo de un país o una serie de países, esto debería provocar un acuerdo mundial. En este caso es diferente, aunque tampoco tendría que serlo, una cosa es alguien que huye del hambre y otra quien huye de la guerra. Cuando uno ve estas cosas, piensa, “¿qué más hace falta para que haya una reacción?” Entiendo que es un tema complejo. Son muchas personas a recolocar. Pero la actitud debe ser “vamos a intentar solucionarlo desde un punto de vista humano”.

Está el cantautor que llevaba cinco años sin publicar canciones nuevas y está el productor. Hay un palabra que le gusta: artesano. Ese trabajo artesanal es el que ha realizado con los 14 sonetos de Sabina y con los cantantes que ha elegido para que les den voz.

Estaba haciendo los sonetos de Sabina y necesitaba un disco de canciones nuevas. Empecé los dos trabajos simultáneamente. Son las dos caras de la misma moneda. Tengo un estudio aquí abajo. Trabajo solo. Tengo todo montado con unas aplicaciones modernas que me permiten dejar todo preparado. Me voy a la sala a grabar y con una aplicación de iPad controlo el ordenador inalámbricamente.

Lo ha hecho todo solo.

Sí. No soy un virtuoso de ninguno de los instrumentos que toco, ni de lejos. Los utilizo para mis fines e intento usarlos de esa manera artesanal. Este sistema me permite ir creando y grabando. Todo lo que voy creando, lo voy grabando. Si no me gusta, lo deshecho; si me gusta, sigo hacia adelante. Este es un sistema que se puede alargar un año y medio o dos. En el otro sistema hago unas canciones, entro en un estudio, y en un mes lo grabo todo, después lo mezclo y entrego. He descubierto esta forma de trabajo, que es casero: voy haciendo mis cositas y grabando. Eso es artesanal. En este disco hay una conjunción de cosas que son modernas, como pueden ser los loops de batería y los sonidos un poco programados, mezclados con instrumentos de cuerda, como el timple canario, el laúd, la mandolina, que son instrumentos tradicionales.

¿Artesano o es que no quiere gastar?

Vamos a decir que un poco de todo. Desde luego, sale más barato. Me encanta: voy a mi bola, a mi ritmo. No tengo que someterme a unos tiempos. Empiezo a trabajar y si los discos están dentro de un año y medio, están dentro de un año y medio.

En los 14 sonetos incluyen tres voces maravillosas: Silvia Pérez Cruz, Soleá Morente y Marina Rossell.

Era importante que hubiera voces femeninas y masculinas. Con Marina Rossell tengo una amistad de muchísimos años. Y Soleá, bueno, me parecía curioso mezclar a las dos hermanas, ponerlas con Bunbury, que son como dos mundos... También me pone hacer cosas que resulten menos previsibles. Hay algo muy previsible, que Víctor Manuel y Ana Belén están juntos. Y Silvia Pérez Cruz porque ahora mismo es una voz indiscutible.

Hay unos artistas que transmiten emoción y otros no. Supongo que habrá días que uno está más o menos transmisor.

Hay una parte de la voz que es técnica, eso es indiscutible, pero tiene que haber algo más. Incluso sacrifico la técnica por ese algo más. Una de las mujeres más impresionantes de la historia de la música es Violeta Parra, una compositora increíble, pero como intérprete, no es que tuviera una gran voz. Ahora, nadie ha cantado Gracias a la vida como Violeta Parra. La versión original con ese charanguito, hay una cantidad de cosas que son increíbles. Es increíble ver como Silvia Pérez Cruz juega con la voz de una forma natural, como nosotros hablamos; utiliza su voz, hace unas cosas increíbles, pero hace falta también la transmisión, que ella también la tiene. Hay voces que son técnicamente perfectas, pero no son capaces de transmitir emociones.

Sucede en la Ópera. Pavarotti llegaba al público porque transmitía emoción.

Sí... Y no todo el mundo tiene eso. María Callas lo tenía. La oyes cantar y es una cosa... Te llega directamente incluso a la gente que le provoca rechazo el canto lírico.

¿Cómo vive, como músico, la muerte de Prince? ¿Qué le ha aportado? ¿Qué han aportado a la música de aquí tipos como Prince o Bowie?

En mis primeros años pertenecí a los cantautores muy aferrados a la música de autor. No solo dejé de escuchar ciertas músicas, sino que me dejó de gustar el fútbol porque a los de izquierdas no les gustaba el fútbol. Escuchábamos a determinados cantautores o música de autor, o folk. Incluso algunos dejaron de leer a Borges. Es una cosa increíble. Es una barrera que he roto con el paso del tiempo. Hoy en día Borges me parece una de las cumbres insuperables de la literatura universal, vuelvo, a través de mi hijo, a recuperar el amor por el fútbol, y no tengo barreras musicales. Esas barreras se rompieron en un momento dado.

He admirado mucho a Prince, me ha dado muchísima pena su pérdida. Hace años hizo un disco llamado Sign of the times [El signo de los tiempos], que tenía también una película. Fui a verla al cine. No sabía nada de Prince. Vi esa película como un músico y quedé absolutamente impactado. Hay toda una parte de su personaje, las guitarras esas con formas de... [Se ríe] que parecen muy horteras y no me interesan, pero su música... Era un gran músico: como instrumentista, como cantante, como compositor, como alguien que concibió un espectáculo en directo. Lo vi una vez en las Ventas.

Un gran innovador, estaba innovando constantemente.

También tuve mis más y mis menos con Michael Jackson, pero con el tiempo aprendí a saber cuáles son sus virtudes, que las tiene y son muchas. Hay que valorarlo en el pop. Claro, si lo metemos dentro de la música protesta, pues [se ríe]... Es un cantante pop que tiene unos códigos que son los del pop. Es un grande del pop. Pero siempre fui un poco más de Prince.

Prince era un genio de la guitarra.

Estos días ha circulado un vídeo por Twitter que no había visto. Es de un homenaje a George Harrison; está Tom Petty, y de repente Prince hace un solo que es una cosa de locos. Lo debió haber pactado con alguien de su equipo de guardaespaldas porque va al borde del escenario y se deja caer. Un tipo lo recoge y lo devuelve al escenario, y ¡no para de tocar! Gente que ha estado cerca de él aseguran que había cosas increíbles en su estudio que no publicó. Debía publicar lo que consideraba más comercial. Hacía otras cosas que se guardaba. Su talento aportación a la música es indiscutible.

Bowie también componía, cantaba y producía, y ayudaba a otros cantantes.

Prince tenía un estilo que mantuvo durante toda su carrera. Bowie era un tipo que se mantuvo al día. ¿Que estaban en boga las programaciones? Entonces hacía un discazo con programaciones. Se fue adaptando a las nuevas formas musicales. Son tipos que están en la vanguardia. Bowie tenía algo que no tenía Prince: él, como personaje, como persona, transmitía un rollo más intelectual. Prince vivía en su universo delirante, pero Bowie supo crear un personaje interesante.

¿Le ha afectado mucho la crisis?

Sí.

¿Cómo nota la crisis un cantante de su nivel?

Primero, porque el IVA es un... [Resoplido]

¿Un mazazo?

Sí, es un mazazo porque entre que pagas el alquiler del teatro, el IVA, y el no sé qué. ¿Sabes la podrida de trabajo? Con la crisis hay mucho menos, o prácticamente ningún apoyo económico de las instituciones, de los ayuntamientos. Cuando no había crisis, un ayuntamiento te contrataba, le decías tu caché, llegabas a un acuerdo y tocabas. Pero ahora no. Ahora te dicen: te dejo el teatro, en los mejores casos, y te llevas la taquilla. Tenemos que jugar con estas cosas para empezar a hablar. Ha bajado mucho el trabajo y está peor pagado. Se ha notado una barbaridad. Antes, podíamos programar una gira; cuando sacabas un disco ya tenías 60 conciertos.

¿Y no se ha planteado ponerse a trabajar en algo serio? Me refiero a una frase que le dijo a Pilar del Río su madre cuando conoció a José Saramago: “Aparte de escribir, ¿en qué trabaja?” Para usted esto es un trabajo y un placer.

Sí, es un placer, pero me lo tomo como trabajo. Vengo todos los días aquí, cuando no estoy de conciertos. Dejo a mi hijo en el colegio, en Rivas. Vengo a Madrid, hasta las dos y media o tres si estoy preparando un disco. Para mí es un trabajo y, de momento, a pesar de todo, no he necesitado recurrir a ninguna otra cosa [Se ríe].

Los músicos que empiezan lo están pasando fatal.

Ahora el sistema, para alguien que empieza, es el siguiente: me busco la manera de editarme el disco. Hago quinientas o mil copias; realizo una gira por salitas y bares pequeñitos en los que también funciona la venta de discos porque no puedes aspirar a tener tus discos en las tiendas.

¿Ha afectado mucho la piratería?

Afecta mucho. A pesar de que todo lo que es el comercio digital ha ido creciendo, poco a poco. iTunes, que al principio era nada, ahora vende discos. Hay mucha gente que no lo compra en la tienda, pero lo compra por Internet. Además, ahora, existe la opción Spotify que ni siquiera te lo tienes que comprar, tú pagas y puedes escucharlo. Poco a poco va mejorando. La piratería hace daño, sí que hace daño. Creo que la piratería va descendiendo, poco a poco. Sería mejor que la gente se comprara la música.

Supongo que los cantantes tienen el mismo problema que los escritores que se jubilan... Que la jubilación y los derechos de autor son incompatibles, según el Ministerio de Trabajo.

Algo he escuchado, sí...

Antonio Gamoneda dijo que no volvía escribir... O a publicar.

No estoy muy al día de esto, pero parece que existe la posibilidad de que, llegado el momento, tengas que elegir entre cobrar una pensión del Estado o seguir. La mayoría de los artistas tenemos que ser ahora autónomos: ya no nos permiten tener empresas unipersonales. Tienes que ser autónomo, bueno, ya sabes cuál es su situación.

Una pregunta de moda: ¿Paga sus impuestos en España o tiene un paraíso fiscal?

[Carcajada] Pago mis impuestos en España. Además, como decía, ahora pertenecemos al mundo de los autónomos. Conozco casos que cuando llega el momento de la jubilación les queda una pensión muy pequeña. Si además tienes que elegir entre una cosa o seguir cobrando derechos de autor, pues no lo sé. Espero que llegue alguien y lo cambie porque no tiene mucho sentido.

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