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Unamuno, Azaña y su intento de salvar a España de la barbarie y la ignorancia, rescatados por el teatro

Escena de 'Unamuno, venceréis pero no convenceréis'. Foto: Sergio Parra

Miguel Ángel Villena

Allá por 1980, José Luis Gómez decidió llevar a la escena La velada en Benicarló, una de las obras fundamentales de Manuel Azaña, una novela dialogada u obra teatral, que pasa por ser uno de los textos que mejor refleja los dramas de España en el siglo XX. Escrita y ambientada en plena Guerra Civil, con unos personajes muy diversos y muy representativos de la época que coinciden por azar en ese pueblo castellonense, el crítico Eduardo Haro Tecglen llegó a pedir que La velada en Benicarló fuera declarado libro de texto en los institutos. Fue, sin duda, una apuesta arriesgada de Gómez, pero muy necesaria en aquellos tiempos de la Transición, hasta tal punto que La velada en Benicarló no ha vuelto a ser representada.

De aquellas fechas de la Transición, nace el interés de José Luis Gómez (Huelva, 1940) por el que fuera presidente de la II República, una de sus actuaciones más aclamadas en Azaña, una pasión española, un monólogo basado en textos de diversa índole del escritor y político que el actual director de La Abadía ha representado en distintas épocas.

Formado en Alemania, Francia y Estados Unidos, académico de la RAE desde 2011, José Luis Gómez ha retomado ahora su pasión por el personaje de Azaña, al que ha añadido otro monólogo (Unamuno, venceréis, pero no convenceréis) sobre una de las figuras más brillantes y controvertidas del periodo republicano y también un montaje a partir de Tiempo de silencio, la famosa novela de Luis Martín Santos.

Estos tres espectáculos forman parte de un ciclo que el teatro de La Abadía está dedicando, entre febrero y junio, a la memoria reciente de este país, que incluye además cuatro coloquios públicos con escritores, historiadores y artistas. En palabras del actor que los interpreta, “don Miguel de Unamuno y don Manuel Azaña, habitados ambos por contradicciones profundas y enfrentados entre sí, son ambos figuras insustituibles para entender nuestro pasado, reconstruyendo el presente”.

Aquí está la clave para el público de este proyecto teatral de La Abadía que ya pudo ver a Unamuno en escena (hasta principios de marzo) en un magistral juego de espejos entre el actor y el personaje donde en algunas escenas se confunden uno y otro. Así, José Luis Gómez interpela a uno de los escritores clave de la generación del 98 como Unamuno, republicano en un principio, más tarde defensor de la sublevación de Franco en 1936 y, por último, denunciante de las atrocidades de los golpistas en su famoso discurso, como rector de la Universidad de Salamanca, ante el general Millán Astray y Carmen Polo, esposa del dictador, entre otras autoridades.

Con un escenario giratorio y el uso de nuevas tecnologías, el actor simula una entrevista con un envejecido Unamuno, que moriría en diciembre de 1936 a los 72 años. Calificado por Gómez como un “referente moral” de la época y un intelectual de primera fila, el actor siente debilidad por el autor de Niebla o La tía Tula que encarnó recientemente en el cine en una película injustamente relegada como La isla del viento (2016), de Manuel Menchón, que narra el destierro del escritor en Fuerteventura durante la dictadura de Primo de Rivera.

Con Azaña, una pasión española (en cartel hasta el 25 de marzo) Gómez traza un retrato del símbolo de la II República, uno de los personajes más odiados de la dictadura franquista donde recuerda diversos momentos de su vida y de su obra, desde sus facetas de escritor hasta su irrupción en la política como uno de los líderes más populares del periodo republicano.

Está claro que Gómez se siente irresistiblemente atraído por Unamuno y por Azaña en la medida en que, pese a sus contradicciones, ambos intentaron salvar a España de la barbarie, la crueldad y la ignorancia. Sus trágicos finales, en el caso del presidente de la República en el exilio francés en 1940 perseguido por la Gestapo y la policía franquista, elevan a estos dos intelectuales a la categoría de símbolos de la lucha por un país más libre, más justo y más culto.

Este ciclo de La Abadía sobre la memoria histórica se completará, entre el 26 de abril y el 3 de junio, con la adaptación teatral de Tiempo de silencio, una novela escrita por Luis Martín Santos en 1962 con el trasfondo de una España atenazada por el miedo y la falta de horizontes.

Desde la dirección de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, el sociólogo y periodista Emilio Silva resalta en declaraciones a eldiario.es la importancia de esta revisión teatral que está abordando La Abadía. Autor de libros como Las fosas de Franco, crónica de un desagravio, Silva ha participado en los coloquios de este ciclo de La Abadía y señala que “estos montajes significan un esfuerzo por plantear un debate sereno, alejado del ruido, sobre nuestro pasado reciente”.

“Los monólogos de Unamuno y de Azaña suponen una puesta en escena fundamental sobre la esencia de nuestra identidad como país. El trabajo de Gómez es un rescate identitario. No cabe olvidar que la represión franquista buscó un borrado de toda identidad democrática anterior”, añade.

Como tantos otros defensores de recuperar nuestro pasado, Silva lamenta que la trayectoria de Azaña apenas se estudie en los institutos o en las universidades y que el que fuera jefe del Estado republicano sea todavía hoy “un desconocido a nivel social”.

Afortunadamente, Unamuno escapa un tanto a ese silencio porque sigue siendo lectura habitual en los programas de enseñanza. Gómez/Unamuno cierra el monólogo del escritor del 98 con una frase que define la lamentable desmemoria de este país: “Algún día contarán mi historia, pero no será la que yo he vivido”.

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