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Atrapados en la frontera entre Bosnia y Croacia: la ruta migratoria de los Balcanes de la que no se habla

Campo de refugiados de Velika Kladusa, en el que están asentadas unas 700 personas.

Pedro Pablo de Santiago Ortega

Era 15 de julio y Mohammad tenía una razón para estar algo más alegre: Francia acababa de proclamarse campeona del mundo de fútbol. Este joven de 24 años y el resto de su grupo de compañeros de fatigas no sentían alegría por los galos, sino por la derrota croata. Es una de las alrededor de 700 personas asentadas en el campo de refugiados de Velika Kladusa, una localidad de Bosnia-Herzegovina y fronteriza con Croacia. Aquí no es difícil encontrar cierta animadversión hacia el país por el que pretenden acceder al norte europeo. 

“La última vez que me pilló la policía croata pedí agua y en lugar de eso me pegaron con una porra”, recuerda Mohammad acerca de su anterior incursión en la UE, haciendo lo que en el campo de refugiados llaman ir al 'game'. Consiste en atravesar la frontera bosnio-croata y, si hay suerte, la eslovena, campo a través. Esta hazaña es complicada y puede durar hasta 12 días. Quienes lo intentan se llevan la comida justa para sobrevivir, algo de dinero y sus teléfonos móviles.

En lo que va de año, se ha producido un fuerte aumento del número de personas con respecto al año anterior. Más de 9.000 migrantes han llegado a Bosnia-Herzegovina, frente a los 750 registrados en todo 2017, según los datos del Ministerio bosnio de Seguridad recogidos por la Agencia Efe. Llegan al país de los Balcanes por diversas rutas: a través de Grecia, Macedonia, Albania, Montenegro, Serbia, Bosnia y Croacia. 

Cuando a Mohammad se le pregunta por qué no solicita esta protección en Croacia o Eslovenia, que al fin y al cabo forman parte de la Unión Europea, sonríe: “La segunda vez que me cogieron en Croacia intenté pedir asilo”, recuerda. Como respuesta recibió golpes, denuncia. El resultado de los intentos de Mohammad, y de tantos otros, de atravesar Croacia y Eslovenia siempre es el mismo: la policía croata les rompe el móvil, les quita el dinero y los deporta a Bosnia, aseguran los migrantes entrevistados. 

Se trata de un relato que se repite en los testimonios de las personas asentadas en el campo de Velika Kladusa. “La policía croata usa las técnicas de vigilancia más avanzadas: unas 150 cámaras, un helicóptero, drones de visión nocturna, perros y rifles. Cuando agentes croatas detectan a gente desplazada andando en la zona fronteriza, frecuentemente deniega el derecho a pedir asilo”, denuncia la ONG española No Name Kitchen (NNK).

La historia de Mohammad

La peregrinación de este joven afgano comenzó hace tres años. Antes vivía en Kabul y formaba parte del Ejército de este país. “Yo luchaba contra los talibanes”, recuerda mientras muestra una foto en la que aparece él con el uniforme junto a un avión militar. Decidió irse de Afganistán cuando para alejarse del futuro incierto que, lamenta, les esperaba en un territorio en guerra permanente.

Antes de llegar a Bosnia, Mohammad pasó por Turquía, donde estuvo un año trabajando para ahorrar. De ahí logró llegar a Salónica, en Grecia, desde donde fue caminando, durante 15 días, hasta Serbia, para intentar cruzar la frontera con Hungría. El acceso a este país se tornó complicado, así que, como otras tantas personas, decidió probar con la frontera bosnio-croata.

El aumento del flujo migratorio por la zona evidencia que Bosnia-Herzegovina se ha convertido este año en una alternativa para refugiados de Oriente Medio y África que intentan llegar a Europa, según ha publicado recientemente la Agencia Efe. 

Desde que llegó a Velika Kladusa ha ido al 'game' tres veces. Tres experiencias que narra casi sin esforzarse en recordarlas. Su primera aventura duró cinco días. Logró llegar a Croacia junto a un grupo de compatriotas, pero allí la policía los identificó, les rompió el móvil y los deportó. La segunda vez la esperanza les duró un poco más: consiguieron llegar a Eslovenia, pero allí les pillaron enseguida y les mandaron a Croacia y, de ahí, de nuevo a Bosnia.

La última de sus incursiones en territorio comunitario fue la más dura: pasaron 14 días caminando para llegar casi a la frontera italiana. Mohammad cuenta que ya se veía a sí mismo en Trieste, pero la policía eslovena volvió a interceptarle.

Familias enteras en el 'game'

Pese a lo duro que pueda parecer, ir al 'game' no está reservado exclusivamente a los más jóvenes, sino que es habitual para las cerca de 700 personas que desde alrededor de abril viven en este campo de refugiados, situado en una explanada a las afueras de la ciudad. Iameer (nombre ficticio), sus cinco hijos y su mujer también han intentado la complicada empresa de superar a pie Croacia y Eslovenia.

El afgano era taxista en Kabul. “Nos tuvimos que ir de Afganistán porque la guerra estaba haciendo que la situación del país fuera insoportable”, cuenta este hombre a través de la pequeña.

Antes de llegar a Velika Kladusa, esta familia de seis miembros pasó unos 20 días en Sarajevo. Como gran parte de las personas asentadas en este campo, ya lo habían intentado en Serbia, país en el que pasaron 16 meses. Sobre el trato dispensado por la policía croata, cuenta que retuvo a toda la familia durante 24 horas, menores incluidos, sin darles nada de comer: “Solo nos dejaban ir al baño y beber agua”.

La vida en Velika Kladusa

La acogida de personas refugiadas en territorio bosnio va abriéndose hueco entre los discursos de los representantes políticos, que además tienen una cita electoral en octubre. El pasado 26 de julio, alrededor de 50 alcaldes del país se manifestaron para pedir al gobierno central que ayude a los municipios a gestionar la llegada de estas miles de personas.

Bajo el lema 'Humanidad para los migrantes y seguridad para los ciudadanos', este medio centenar de regidores mostró su temor a que las llegadas sigan aumentando. La respuesta del ministro de Seguridad, Dragan Mektic, ha sido clara: buscará la manera de permitir el despliegue del Ejército en la frontera, impidiendo así la entrada de más personas.

Sobre la acogida en de Velika Kladusa, Bárbara Bécares, voluntaria de No Name Kitchen, que lleva mes y medio en la ciudad, asegura que los vecinos al principio se respondieron de forma positiva, pero la situación se ha complicado. Tras haber tenido lugar alguna pelea entre refugiados jóvenes, algunos comercios no permitan la entrada a estas personas, relatan desde la ONG.

NNK es una de las pocas organizaciones que trabaja en terreno en esta zona de Bosnia. Se encarga de ofrecer duchas y ropa a las personas asentadas en el campamento, pero el apoyo que ofrecen las voluntarias va más allá, y se puede percibir al caminar con Bárbara por las calles. Andar con ella es avanzar muy lento, pues muchos refugiados la conocen, le preguntan por las duchas, la ropa o simplemente la saludan y charlan con ella.

El equipo de NNK (seis voluntarias) ha llegado a la frontera bosnio-croata con intención de quedarse, ya que está estudiando la puesta en marcha de otro proyecto para dar comidas a los asentados en el campamento, algo que actualmente hacen de forma más o menos regular voluntarios de otros puntos del país.

Bárbara sostiene la versión de las personas que han ido al 'game' y han vuelto: la policía croata acomete devoluciones ilegales y, además, destroza teléfonos móviles y a veces agrede a los refugiados. “La única manera de pedir asilo en la UE para estas personas es lograr llegar irregularmente a algún punto más allá de Eslovenia”, afirma la voluntaria, que añade que en una semana han llegado a contabilizar hasta 90 deportaciones.

Una de ellas es Zabi, que también huyó de Kabul por la guerra. Era estudiante de inglés y persa, y dejó sus estudios a la mitad porque no veía futuro en su país. Tiene la esperanza de llegar a Milán, donde dice que tiene conocidos, para retomar sus estudios.

Este joven de 25 años lleva más de dos meses en Velika Kladusa. Cuando llegó a la ciudad, pudo permitirse pasar 45 noches en un hostal, pero un día el dueño decidió no alojar a refugiados: “La policía está poniendo pegas para que no nos alojen”, argumenta el joven.

Al igual que otros cientos de refugiados, o miles contando a todos los que han podido pasar, Zabi, Mohammad e Iameer dejan transcurrir los días en el campamento de Velika Kladusa. Se despiertan con el sofocante calor del sol en las lonas de plástico de sus tiendas de campaña, y matan el tiempo preparando la comida, paseando y esperando la llegada de la noche, su oportunidad para ir al 'game' con la esperanza de que esa vez sea la definitiva. Mientras tanto, aquel 15 de julio, los tres se sintieron un poco más felices al festejar la derrota de Croacia.

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