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Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.

Queremos vidas libres de violencias machistas

Sin igualdad no hay democracia

Juventud Sin Futuro / Rosa Mª Egea

Hoy, 25 de Noviembre, es el Día Internacional contra la violencia machista. La violencia, en singular, como si solo estuviéramos expuestas a los golpes. O solo estuviéramos expuestas a las intimidaciones. No. Son muchas las violencias machistas que sufrimos las mujeres en nuestro día a día. La violencia machista se manifiesta de múltiples formas, siendo los golpes, las violaciones y los asesinatos la cara más visible pero, ¿qué pasa con el acoso callejero?, ¿y la publicidad sexista?, ¿y el lenguaje que nos invisibiliza?, ¿y la desigualdad salarial?

Las mujeres, desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama, estamos sometidas a la violencia machista. Da igual la edad que tengamos, da igual a qué nos dediquemos, da igual en qué gran ciudad o pequeño pueblo vivamos. Si eres mujer formas parte de ese 51% de la población al que han condenado a vivir contando calorías pero… ¡tenemos suerte! Ya se han encargado las empresas de llenar las estanterías de los supermercados de productos light que, por supuesto, son de color rosa. Nos han condenado también a sentir vergüenza si no vamos debidamente depiladas, si no vamos debidamente vestidas o si esa mañana no hemos tenido tiempo de ordenar la casa y nos sorprende alguna visita. Nos han condenado a sentir vergüenza cuando decimos que hemos decidido retrasar el hecho de ser madres porque queremos centrarnos en nuestra vida laboral. Nos han condenado a sentir vergüenza al contar que hemos sido violadas, maltratadas o humilladas. Nos han condenado a vivir para gustar a los demás, olvidándonos así de gustarnos y vivir para nosotras mismas.

Esto es algo que tenemos asumido desde que somos pequeñas y que tardamos en cuestionarnos. ¿Por qué cobro menos que mis compañeros, si trabajo las mismas horas que ellos y realizo la misma función?, ¿por qué soy yo la que debo encargarme de lavar la ropa de toda mi familia?, ¿por qué soy yo la que debo reducir mi jornada laboral para asumir los cuidados de la casa?, ¿por qué me tocan el culo los desconocidos en el metro?, ¿por qué los hombres asumen que me visto para que me digan cosas por la calle?, ¿por qué mi pareja se siente legitimado a controlarme el móvil y a darme el “ok” antes de salir?, ¿por qué mi padre insiste en que no me recoja sola? Al final te das cuenta de que por mucho que los medios de comunicación callen, de que nosotras y toda la sociedad lo tengamos asumido y que los políticos no hagan nada para erradicarlo, estas diferencias son una realidad que te afectan en tu día a día. Te afectan y no puedes hacer nada para cambiarlas. Ser mujer y hacer lo que realmente quieres se ha convertido en una lucha diaria que acaba desgastándote. Si no me pinto es porque no quiero, pero aún así a veces se me escapa un “es que no me ha dado tiempo”; si me tomo el último trozo de pizza es porque quiero, pero a veces sonrío tímidamente y suelto un “mañana empiezo la dieta”; y los días de limpieza en casa pido por favor que me ayuden, asumiendo que es un trabajo que debería hacer yo.

Pero estas cosas no nos las autoimponemos porque seamos masocas o porque seamos unas obsesas de la limpieza y la belleza. No. Las asumimos sin querer porque desde pequeñas nos han repetido que debemos ser perfectas y que debemos cuidar de los demás. Porque en la televisión vemos que son las madres las que se preocupan por las manchas, porque desde los quioscos nos dicen qué debemos ponernos, cómo debemos peinarnos y cómo debemos ocultar esas imperfecciones que nos hacen feas. Ahora parece que muchas marcas nos animan a ser reales, a ser nosotras mismas. ¡Bien! Pero, ¿qué es ser una mujer real?, ¿quién decide y define la realidad? Joder, pienso, ahora tengo que ser real. Ahora tengo que llevar el pelo natural pero con unas ondas bien definidas efecto agua, ahora tengo que llevar la cara efecto lavado pero usando un antiojeras y un poco de colorete color melocotón, ahora puedo tener curvas pero aplicándome todas las noches un gel reductor porque curvas sí, pero celulitis no.

Yo, nosotras, exigimos el derecho a ser, sin más. A ser Rosa, a ser Erika, a ser Ema, a ser Natalia, a ser Marina, a ser Almudena, Maitane, Marian, Paula o Lucía. Que más da. Queremos ser nosotras, cada una con su personalidad, con su identidad. Queremos ser libres, queremos decidir qué hacer con nuestros cuerpos, queremos elegir estudiar y trabajar y tener la misma voz que nuestros compañeros. Queremos poder disfrutar de los espacios públicos de nuestras ciudades, andar tranquilas por las calles, sentirnos seguras en el metro y de camino a casa por las noches. Llevamos un tiempo diciendo que queremos que nuestras ciudades y nuestras vidas estén libres de violencias machistas. Y lo vamos a conseguir, porque ya no nos conformamos con tener solo un cuarto propio, queremos tener vidas propias, construidas libremente por y para nosotras y no regidas por esos estúpidos cánones de belleza, estereotipos de género y conductas machistas que las determinan. Queremos seguir luchando por ser. Ni esposas, ni madres, ni putas, ni descaradas, ni sumisas, ni superwomans. Ser. Libres. Y ya.

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