El precio del aceite de oliva se dispara y va para largo: “Se avecina un desastre económico y social en el sector del olivar”
“Me llevo una botella y espero que me dure todo lo que queda de agosto, porque con lo que cuesta no pienso comprar otra”. Así reacciona Isabel, jubilada, al precio del aceite de oliva en un supermercado del centro de Madrid. “Antes siempre tenía en casa una botella de reserva, por si acaso. Ahora, no. Y compro el más flojito, de su marca o el que tienen en oferta si me convence”, añade.
La de Isabel no es una reacción aislada. Desde mediados de junio, el precio del aceite de oliva, el de marca blanca, ha subido un 25%. Si en junio se podía encontrar en los lineales por 5,20 euros el litro, ahora, mediados de agosto, es difícil hallar alguna botella por menos de 6,5 euros. Eso en las enseñas propias de las cadenas de supermercados. Si es de marca, el litro roza los 9 euros o los supera en el caso del virgen extra. De hecho, el aceite -junto a la fruta- empujaron al alza la inflación en julio. Si el IPC general creció a un ritmo del 2,3%, los alimentos llegaron a agosto un 10,8% más caros que hace un año.
En el caso del aceite, esta escalada de precios no parece haber tocado techo y se ha traducido en una caída de ventas y un trasvase a las variedades más baratas.
“Sí que veo que la gente compra menos oliva virgen extra. Normal. Se llevan más de orujo, que cuesta casi la mitad”, apunta una empleada de caja de la misma cadena de supermercados. No se trata solo de una percepción. “Sí, se compra menos”, reconoce Primitivo Fernández, director de la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles (Anierac), que agrupa a la mayor parte de empresas del sector. La caída, según los datos que publica el Ministerio de Agricultura, llega al 30%.
Malas cosechas seguidas
Detrás de estos precios está una de las peores cosechas del siglo en España, principal país productor del mundo. “Lo que ha sucedido es que hemos tenido la peor campaña en muchos años, con 660.000 toneladas”, indica Cristóbal Cano, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) Andalucía. La última cosecha ha sido la mitad de la que se suele alcanzar en un año normal. Una en la que la sequía no haga mella.
“Lo vivimos con mucho pesar, porque las perspectivas [para la cosecha que comenzará este otoño] son muy malas y nunca se habían dado dos cosechas seguidas malas. Ahora mismo estoy entre olivares y me cuesta ver aceitunas”, recalca Cano, en una conversación telefónica.
El responsable de UPA Andalucía también apunta que a la baja producción se suma el incremento de costes que han tenido que asumir los olivareros en los últimos dos años, que llevan el precio del aceite de oliva en origen por encima de los 8 euros el kilo. “Pero en esta situación, sin cosecha, el precio pasa a segundo plano”, sentencia.
Esa ecuación de producción menguante y costes disparados también la ven los envasadores. “Los olivareros tienen unos gastos de cultivo, energía, riego, fertilizantes, mano de obra, que han subido. Todo eso con una cosecha que es menos de la mitad. Y eso se tiene que notar en los precios”, argumenta Primitivo Fernández.
En otros países de nuestro entorno, como Marruecos, Túnez e Italia, la evolución de la producción no es muy diferente. En cambio, en Turquía la última cosecha fue casi el doble. “Han llegado a 400.000 toneladas, pero es que nosotros hemos caído 700.000, con lo que la disponibilidad de aceite de oliva en el mundo es inferior y eso también se nota”, ahonda Fernández.
En cuanto al precio de este alimento esencial en la dieta mediterránea, los últimos datos publicados por el ministerio indican que, de media, en origen el aceite de oliva virgen extra en las últimas cinco semanas está en 615,31 euros por cada 100 kilos. A mediados de 2019, se quedaba en torno a 230 euros; y en 2020 bajó de 200. En otras palabras: en tres años, el precio de la variedad más apreciada se ha triplicado. Y eso en un entorno donde la inflación ha golpeado a todos los productos de la cesta de la compra y ha restringido el poder adquisitivo.
Pero lo peor puede estar por llegar. “Se avecina un desastre económico y social en el sector del olivar y parece que nadie hace nada”, lamenta Cristóbal Cano. El anhelo, que llueva a partir de septiembre, pero no de forma torrencial. Eso pondría las cosas aún más cuesta arriba.
“Lo que necesitamos es un otoño generoso en lluvia y en temperaturas”. Estas fueron especialmente altas en primavera, lo que dio “al traste con la floración”, indica el responsable de UPA Andalucía. “Llevamos más de dos años de sequía. Necesitamos que revierta la crisis climática”, ahonda. También, que “tanto el Gobierno como las comunidades autónomas pongan ayudas sobre la mesa. No hay cosecha, no hay jornadas y las cooperativas y almazaras se están planteando unirse porque tienen unos gastos fijos que las estrangulan”.
Y, en esta situación, no queda otra que estar pendiente de la previsión meteorológica. “Necesitamos que cambie el ciclo, que sea un otoño lluvioso, pero hay que ser realistas, aunque llueva será una cosecha corta, no para tirar cohetes, porque no hay aceitunas. Si tenemos suerte, puede que no sea tan corta como la que ahora termina”, confía el director de la patronal de las empresas envasadoras.
De lo que no habla Primitivo Fernández es de cómo pueden evolucionar los precios. “Lo tengo prohibido, tengo 60 empresas en la asociación y las autoridades de Competencia me pueden decir que eso es una práctica anticompetitiva”, justifica.
Sí puede hablar de cómo han evolucionado las ventas. Asegura que, a día de hoy, la caída media de consumo ronda el 35%. “Compramos menos, sin duda; de aceite y de otras muchas cosas”, resume. “El de oliva es el más caro de todos los aceites y los hogares con menos poder adquisitivo lo han abandonado. La industria alimentaria lo mantiene, pero en los productos de más calidad. Antes, ese consumo se iba al aceite de girasol, pero este año no está pasando. El girasol también cae, aunque no tanto”. Simplemente, se compra menos.
Patinazo exterior, salvo en EEUU
Si en España las ventas de aceite de oliva caen, a las exportaciones no les va mejor. “En volumen, han descendido un 40% hasta mayo”, asegura Rafael Pico, director de la Asociación Española de la Industria y el Comercio Exportador del Aceite de Oliva (Asoliva).
El “peligro”, señala, “es la combinación de escasa disponibilidad y precios altos”. También, que en otros mercados hay muchos más productos alternativos. “Fuera hay infinidad de aceites: algodón, aguacate, soja”, cita Pico como ejemplos.
Además, el consumidor es menos fiel que el español. “En las exportaciones hay dos mercados. El de marca, que es más estable; y el de granel, que se va al más barato. Y en todos hay caídas, salvo en Estados Unidos, donde el consumo de aceite de oliva se mantiene, aunque ha habido un trasvase al producto de otros países, como Turquía”, explica.
Los últimos datos publicados por el Ministerio, de los primeros seis meses de 2023, apuntan que se han exportado 351.000 toneladas, cuando un año antes se rozaron las 500.000. Los principales destinos: Italia (más de 71.000 toneladas), Estados Unidos (56.000) y Portugal (44.000). También hemos importado más aceite, algo más de 116.000 toneladas, cuando la media de años anteriores estaba en 106.000. Viene, sobre todo, de Portugal, Túnez y Turquía.
En esta situación, el Gobierno pide que los precios no se disparen y evitar la especulación. El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha reclamado en varias ocasiones que se mantenga la comercialización “a precios razonables” para que el aceite de oliva siga siendo “utilizable por la mayoría de españoles” sin lastrar tampoco las exportaciones.
Pero si la producción de la próxima cosecha vuelve a ser la mitad que en un año normal, será difícil. “Hace poco le comentaba al responsable de una cooperativa que lo peor que nos puede pasar es no tener producción”, asegura Primitivo Fernández. Porque “de donde no hay, no se puede sacar”.
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