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Los talleres de escritura y sus beneficios para las personas mayores

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La escritura tiene numerosos efectos positivos. El hábito de escribir sobre uno mismo, ya sea al registrar las propias experiencias en un diario, al anotar los sueños o simplemente unas “páginas matutinas” como una forma de comenzar el día, ayuda al bienestar y a la salud tanto física como mental de quienes lo practican.

Entre los principales beneficios de ese tipo de escritura se encuentra la posibilidad de organizar las propias ideas y sentimientos. Como explica Mónica Bruder, psicóloga especialista en terapia narrativa, “la escritura hace que el sujeto trabaje con su pensamiento”.

“Uno piensa y después escribe, y entonces tiene que hacer una síntesis de eso que pensó”, señala Bruder. Y añade que “la escritura organiza el pensamiento, y así el que escribe puede comprenderlo mejor”.

Por otra parte, cuando no se escribe sobre uno mismo sino que se practica la escritura creativa -inventando historias y en muchos casos “jugando” con las palabras- se estimula la imaginación y los resultados contribuyen con una mejora en el estado de ánimo y un aumento de la autoestima.

El caso es que, más allá de esos beneficios que alcanzan a personas de todas las edades, escribir tiene ventajas específicas para los adultos mayores. Sobre todo cuando se realiza en el ámbito de un taller de escritura.

Este es un espacio grupal donde se proponen consignas y actividades que sirvan como puntos de partida para la creación de textos. Tales talleres a menudo se anuncian como “escuelas”, que apuntan sobre todo al aprendizaje de la escritura literaria, es decir, a la construcción de novelas y relatos.

Pero también existen muchos otros talleres de escritura creativa, no pensados para quienes quieren ser escritores sino para personas que quieren escribir simplemente como una forma de expresión.

Las beneficios más importantes son los siguientes:

1. Favorece los vínculos sociales y disminuye la sensación de soledad

Aunque la escritura parece una actividad muy solitaria, la dinámica grupal del taller ayuda a socializar, compartir inquietudes, crear vínculos con otras personas y reducir la sensación de soledad, tan presente en muchas personas en la última etapa de la vida.

Esto no se debe al mero hecho de compartir un espacio con otras personas, sino -sobre todo- al hecho de que la escritura creativa contribuye “no solo a mejorar las habilidades comunicativas”, sino que también es “el medio idóneo para expresar las emociones”. Poner en palabras las emociones y compartirlas con otros es la clave de estos vínculos.

Es por ello que la escritura en grupo incita la “participación social” de los adultos mayores. Así lo explican las investigadoras Irma Herros Sánchez y Antonia Jarvio Fernández, de la Universidad Veracruzana, de México, en un artículo sobre el fomento de la lectura y la escritura en adultos mayores, publicado el año pasado.

2. Funciona como “gimnasia mental”

La escritura en un taller también funciona como gimnasia mental o “neurobic”, ya que consiste en ejercicios de estimulación cognitiva que, según el citado estudio de Herros y Jarvio, “ayudan al fortalecimiento de las capacidades mentales al reforzar las conexiones en el cerebro”.

Escribir, por lo tanto, favorece el envejecimiento activo. “Su uso adecuado retarda la progresión del deterioro y la desconexión con el entorno”, añade el texto. Y esto relaciona este punto con el anterior, ya que de este modo el ejercicio de la escritura “fortalece las relaciones sociales y potencia la autoestima de quienes los practican”.

Por cierto, un estudio realizado en Estados Unidos indica que la escritura a mano -es decir, con lápiz o bolígrafo y no a través de un teclado- ayuda a procesar y reelaborar la información, y en consecuencia potencia también la memoria y el aprendizaje.

3. Tiene un valor terapéutico

La escritura desempeña casi siempre una función terapéutica. “Muchos autores y autoras establecen una clara relación de la escritura con la terapia”, explica la también filóloga María Isabel Alonso Breto, investigadora de la Universidad de Barcelona. Este es un rasgo que se destaca sobre todo cuando una persona escribe acerca de sí misma.

Y esa escritura sobre uno mismo puede aparecer en diversos formatos: diario íntimo, relatos autobiográficos, memorias, cartas, etc. Esta clase de escritura “es una buena herramienta de autoexploración y un maravilloso o doloroso recordatorio”, explica la filóloga Silvia Adela Kohan en su libro ‘La escritura terapéutica’ (Alba Editorial, 2013). 

Hace algunos años, un psicólogo argentino realizó una experiencia de taller de escritura con adultos mayores (que en ese momento tenían entre 73 y 92 años) sobrevivientes del Holocausto. Las conclusiones del trabajo apuntan que “escribir y compartir sus escritos les produjo a todos los paricipantes el mismo efecto: emociones positivas”.

No solo a nivel mental: los ejercicios de escritura grupal también han demostrado beneficios para la salud física. En concreto, este trabajo describió cómo la escritura mejoró la actividad inmunológica y disminuyó el estrés y el malestar físico, al punto de constituir “una herramienta que alivia experiencias emocionales negativas”.

4. Revaloriza los conocimientos

En muchos casos, las personas mayores se muestran renuentes a actividades nuevas, porque consideran que a esas alturas de su vida no tiene sentido comenzar con algo que no han hecho nunca.

En el caso de la escritura, lo bueno es que puede ser algo no del todo nuevo: puede permitir recuperar conocimientos acumulados durante toda la vida. “¿Tenemos conciencia de los textos que llevamos dentro?”, plantea la escritora Laura Devetach en su libro ‘La construcción del camino lector’.

“Cada uno de nosotros fue construyendo una textoteca interna armada con palabras, canciones, historias, dichos, poemas, piezas del imaginario individual, familiar y colectivo”.

Una de las actividades más valiosas de los talleres de escritura para adultos mayores tiene que ver con que cada persona pueda indagar en su propia “textoteca” y revalorizar sus conocimientos: no solo los académicos o de “cultura general”, sino también -sobre todo- los más cotidianos, los que se han adquirido como resultado de la experiencia.

5. Fortalece la memoria y dota de mayor sentido a la vida

Escribir estimula la memoria. No solo si se escriben diarios u otros textos que hablen de uno mismo; también quien escribe ficción se ve obligado a tirar del hilo de los recuerdos para construir sus textos. Como ya se ha señalado, esto es muy positivo por su efecto de “gimnasia mental”. Pero no solo por eso.

Cuando se trata de adultos mayores, dar lugar a los propios recuerdos tiene un valor fundamental, porque “en la última etapa de la vida, mirar hacia atrás constituye buena parte del presente”, como ha explicado el psiquiatra estadounidense Arthur Kleinmann en su libro ‘The Illness narratives’.

“Esa mirada retrospectiva sobre los momentos difíciles de la vida es tan fundamental para la última etapa del ciclo vital como lo es soñar para los adolescentes y los adultos jóvenes”, añade el autor. Esa es la razón por la cual es tan común que a las personas mayores les gusta contar una y otra vez los episodios destacados de sus vidas.

Por eso, el taller de escritura también puede ayudar a que las personas mayores encuentren y puedan expresar “la coherencia, la dignidad y el significado que contiene el relato acumulado” de la propia vida.

Con esas palabras lo describe la médica británica Iona Heath en un libro titulado 'Ayudar a morir' (Katz Editores, 2008), quien añade que “el sentido se construye a partir del recuerdo y de la imaginación”: precisamente, la materia prima de la escritura.

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