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Juanto Uribarri

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Decía José Saramago que España y Portugal nacieron como hermanas siamesas pero pegadas por la espalda. Y efectivamente, este podría ser el retrato de los dos países ibéricos: tan cerca, tan lejos; hermanos de sangre, pero sin mirarse a la cara; dos vecinos que comparten un mismo territorio, pero con grandes muros levantados entre sí para ignorarse continuamente. 

“Yo soy como Portugal: todos me descubren tarde y mal. Un país sin visitar, hacia el final, al que nunca da tiempo a llegar”, cantaba el dúo Bla en el cada vez más lejano cambio de siglo dentro de lo que dio en llamarse el 'tontipop', término con aires peyorativos que hacía referencia a la música con aires infantiles que surgía de la imaginación y el juego de unos jóvenes con ganas de innovar en distintos puntos de nuestra geografía nacional.

Y han sido precisamente esas ganas de innovar las que nos han movido a Ángel y a mí a recorrer hace unos días la Costa da Prata, invitados por la Agencia Regional de Promoción Turística del Centro de Portugal, deseosos de mostrarnos las maravillas que se encierran en esa zona del país vecino. Lo cierto es que las veces que me he acercado hasta el 'Europe’s most famous secret' lo he hecho en busca de sus puertos de montaña más significativos; en cambio, en esta ocasión el plan era totalmente diferente y debo reconocer que acudía a la cita sin especiales expectativas de disfrutar de la invitación, ya que los lugares con atractivos para el turismo de masas no son precisamente santo de mi devoción. Ahora puedo confesar que estaba totalmente equivocado: es solo cuestión de elegir bien las fechas. El caso es que Bla tenían razón y yo también he descubierto tarde la Costa Oeste de Portugal: el tonto era yo. 

¡Y mira que la canción nos seguía dando pistas!: “Es que parece que lo nuestro siempre lo hay mejor o igual en cualquier otro lugar. Y es que a mí, como a ti, amigo Portugal, son pocos los que quieren venirme a investigar”. Así es, nos desplazamos hasta Francia o Italia en busca de nuevos lugares para disfrutar y nos olvidamos una y otra vez de lo que tenemos más cerca. Esta es la condición humana.

Pues eso, para que no os pase como a mí, os invito a acercaros a un país que tenemos al lado, barato, acogedor y perfecto para recorrer en bicicleta. ¿Dispuestos para disfrutar con los cinco sentidos de la inmensidad del mar, de los acantilados de vértigo, de las playas infinitas, del olor a salitre, del sonido de las olas, de los peixes grelhados na brasa? Preparad la bicicleta, optad por ropa y calzado confortables y trazad vuestro destino: el desafío está asegurado.

Descubrir Portugal en bicicleta es una experiencia única. Y se hace al ritmo de cada uno, sintiendo aromas y sonidos que de otra forma tal vez pasarían desapercibidos. Con el mar por compañía, subiendo y bajando montañas, o paseando por aldeas y ciudades: las opciones son innumerables. ¡Solo hay que empezar a pedalear!

Con un clima agradable, sin grandes contrastes de temperatura y un sol que luce todo el año, Portugal ofrece buenas condiciones para explorarlo en bicicleta. Recorriendo pocos kilómetros pasamos de la montaña a la playa, del bullicio de la ciudad a la tranquilidad de la vida del campo, porque en este país la diversidad de paisajes es muy grande y siempre se encuentran a poca distancia. Y en bicicleta todavía resulta más sencillo tomar los desvíos necesarios para llegar a ese lugar en el que las vistas son absolutamente deslumbrantes o en el que toparnos con una sorpresa inesperada.

Y, lo mejor de todo: los portugueses. Una noche, cenando con nuestros jóvenes guías de A2Z, Rita y Flavio, hablando de todo lo habido y por haber compartiendo experiencias personales (¡bueno es Ángel!), les comenté que en Portugal me siento como en casa, que para mí relacionarme con ellos es como si lo hiciera con malagueños o gallegos, a los que también me cuesta entender todo lo que dicen… pero “son de los míos”.

Bien, amigo lector. Es posible (y me gustaría) que tras leer estas líneas te estés empezando a plantear la pregunta: “Portugal, ¿por qué no?”. Pero ¿por dónde empezar?  Al ser un país más largo que ancho, la mayoría de sus rutas se distribuyen en eje norte-sur. De hecho la opción más habitual es recorrer el país por su costa como hemos hecho nosotros, siguiendo una serie de rutas que veremos a continuación.

Y, claro está, son recorridos para hacer en bicicleta. Ahora bien, ¿qué tipo de rutas y con qué bicicleta? Aunque la Federación Europea de Ciclismo sitúa a Portugal en el puesto 27 de 28 de países europeos con menor y peor infraestructura ciclista, nosotros hemos debido acertar con la comarca portuguesa que rompe la media, porque tanto Ángel como quien escribe comentamos desde el primer día que ya quisiéramos encontrar en España tanto itinerario ciclista acondicionado para la práctica sin peligro de nuestro deporte.

Los carriles bici, las vías verdes o las ciclovías son pistas por las que se puede circular a pie o en vehículos no motorizados como las bicicletas. Allí llaman carriles bici a las vías ciclistas que discurren adosadas a la calzada en uno o en doble sentido, tanto en el campo como en la ciudad; vías verdes a los recorridos que utilizan antiguos ramales ferroviarios en desuso; y ciclovías a aquellas que enlazan, tanto a nivel local como regional, áreas de interés ambiental y que cada vez se van integrando más en otras, también llamadas ecovías, que recorren toda Europa, como la Eurovelo 1 que desde Noruega discurre por toda la costa europea hasta finalizar precisamente aquí, en Portugal.

En cuanto al suelo de estas rutas nos hemos encontrado prácticamente de todo: asfalto, hormigón, tierra, adoquín y hasta pasarelas kilométricas de madera: una gozada. El objetivo de todas ellas es fomentar la conservación del medio ambiente y la calidad de vida de las personas, a las que se brinda la posibilidad de desplazarse de una forma segura y saludable. Y para recorrerlas es aconsejable usar una bicicleta todo terreno (BTT), aunque nosotros lo hemos hecho sin problema alguno en unas cómodas bicicletas de ciudad e incluso puedo decir que yo me atrevería a completar todas las etapas que os vamos a proponer con mi bicicleta de carretera.

Muchos de los itinerarios se encuentran georreferenciados y se ofrecen en podcasts o a través de aplicaciones para smartphones. Y, tranquilos, que cuando no se puede acceder al libro de ruta, siempre hay gente simpática dispuesta a ayudar a encontrar el camino perdido. En Portugal, hay cada vez más recorridos para bicis. Junto al litoral, en los parques naturales y bosques y en las ciudades son muchas las vías señalizadas, así como zonas de asistencia y tiendas específicas para ciclistas. Algunos hoteles también se encuentran equipados para recibirles con todos los servicios necesarios para su recuperación y la del vehículo, de modo que todo funcione siempre a la perfección. También es posible combinar el uso de la bicicleta con los transportes públicos y aprovechar así todas las posibilidades de recorrer el país. Y quienes opten por no traer su bicicleta pueden alquilarlas en muchos lugares. Además bastantes localidades cuentan con bicicletas de uso gratuito para pasar el día descubriendo sus puntos de interés.

Como siempre habrá quien prefiera la comodidad de un viaje organizado, existen varias empresas que realizan programas en los que todo está incluido: de los mejores hoteles a los guías especializados, de los restaurantes en los que se saborea la gastronomía más auténtica a las visitas a monumentos y museos: hay propuestas para todos los gustos. Y los que se inclinen por mantener su independencia pueden optar por los 'self-guided tours' y viajar de forma individual, sin guía ni horarios, pero disfrutando de los servicios de asistencia que necesiten. En fin, unas vacaciones con mucho ejercicio, pero sin ninguna preocupación. Así lo hemos experimentado ambos con nuestros nuevos amigos de A2Z.

La costa del centro de Portugal

Los visitantes a menudo se refieren a la que hace años llamaban Costa da Prata como “el verdadero Portugal” y hasta cuentan que sus habitantes son considerados los más acogedores del país, lo que contribuye a la autenticidad de la vida en este territorio. La región costera del Centro de Portugal sigue siendo en gran medida desconocida y, por lo tanto, no ha sido apenas tocada por el turismo, lo que significa que quienes la visitan pueden deleitarse con la extraordinaria arena 'plateada' de sus larguísimas playas, inmaculadas y limpias, que la convierten en un destino privilegiado para los buenos aficionados a los deportes acuáticos.

Para los ojos de cualquier cicloturista el rectilíneo trazado de la costa portuguesa ofrece la posibilidad de realizar un recorrido dominado por los paisajes marinos y los largos atardeceres desde los acantilados. Otro gran poeta portugués, Fernando Pessoa, decía: “A veces oigo pasar el viento y creo que solo para oír pasar el viento vale la pena haber nacido”. También nosotros nos queremos sentir como él al oír pasar el viento... vivos. La brisa en el rostro o el olor fresco del aire del mar son experiencias únicas que podemos disfrutar a lomos de una bicicleta. Son sensaciones de libertad, de relajación, semejantes a las que experimentamos al respirar el aire puro de un bosque o al visitar una ciudad pedaleando por un carril bici. Nos gusta ir buscando historias perdidas en los antiguos caminos ferroviarios o simplemente circular por la orilla del río y escuchar los sonidos de la naturaleza, como hemos podido comprobar estos días.

Es esta una costa que, dicho sea de paso, no está tan masificada y urbanizada como la española. Lo más recomendable es recorrerla en sentido norte-sur para beneficiarnos de la inestimable ayuda del viento dominante. Y lo haremos partiendo de Oporto en dirección a Lisboa, un recorrido por terreno llano que resulta muy fácil y agradable. Con caminos junto al océano tendremos la oportunidad de disfrutar de las soleadas playas de la Costa del Centro de Portugal, de degustar un buen pescado fresco a la parrilla o de parar a tomar un café en la terraza de un bar en la playa.

Las líneas que siguen no pretenden sino ser un generoso aperitivo de lo que llegará con el nuevo número de 'Andar en bici', en el que se contarán al detalle cada una de las etapas que aquí solo se esbozan. Nuestro periplo partirá de la desembocadura del Duero tras la obligada visita a Oporto, ciudad con una mezcla de estilos y épocas que nos encantará. Y ya sabemos que la comarca es famosa en todo el mundo por su delicioso vino, que se produce con uvas cosechadas en las orillas del río nacido en los lejanos Picos de Urbión. 

Etapa 1: São Pedro da Afurada - Ovar (51 km)

Este pueblo se encuentra en la orilla sur del Duero y transitaremos principalmente por carriles bici, con hermosas playas a nuestra derecha, con muchos lugares para detenerse y disfrutar de una comida tradicional portuguesa o simplemente para tomar una copa admirando el Atlántico.

El carril bici entre la Desembocadura del Cabedelo y la Playa de Aguda marca la transición entre el escenario fluvial y el marítimo con una belleza natural sin par, brindando una panorámica sobre la reserva natural ornitológica del estuario del Duero y de las playas de bandera azul y calidad de oro. Durante este trayecto nos extasiaremos ante la Capilla del Señor de la Piedra, un icono del patrimonio arquitectónico religioso luso. En la playa de Aguda podremos visitar el acuario y museo de la Estación Litoral de Aguda y aprovechar para conocer el tipismo de la gente del mar.

Desde Espinho se puede continuar por un carril bici a lo largo del pinar hasta la playa de Furadouro o finalizar en Ovar, llamada la 'ciudad del azulejo' gracias a sus más de 800 fachadas decoradas con este material, santo y seña en Portugal.

Etapa 2: Ovar - Región de Mira (65 km)

El paseo de la segunda jornada nos llevará a lo largo de la laguna y ría de Aveiro, quizás la superficie de agua más importante del norte de Portugal. En la playa de San Jacinto cruzaremos en ferry a la playa de Barra, ubicada al sur y recorreremos las instalaciones del puerto de Aveiro.

Seguiremos después por la ría deteniéndonos a sacar fotos en Costa Nova, una pequeña urbanización de playa que se diferencia de todos los pueblos de alrededor por sus 'palheiros', sorprendentes casas de colores a rayas. Enseguida encontraremos el carril bici que nos llevará, entre las dunas que todo lo ocupan y la tranquila laguna de Barrinha de Mira, hasta la Praia de Mira, un bonito pueblo de pescadores que se está convirtiendo en un balneario de reposo para quienes busquen la tranquilidad. La puesta de sol, sentados al pie del monumento Ao Pescador, es inolvidable.

Etapa 3: Praia de Mira - Figueira da Foz (55 km)

Hoy el paseo en bicicleta nos conducirá al pueblo de Figueira da Foz. Su nombre se debe a su ubicación, ya que la ciudad se encuentra en la desembocadura ('foz') del río Mondego. Esta ciudad se ha convertido en uno de los principales balnearios del centro de Portugal.

También esta etapa discurre rodeada de dunas, muchas de ellas cubiertas por pinares. Nos tomaremos el tiempo que precisemos para apreciar este hermoso paisaje verde. Y, tras pedalear por la costa atlántica, subiremos a la Serra da Boa Viagem para extasiarnos ante la vista panorámica del Miradouro da Vela, donde podremos ver la ciudad y las marismas del río Mondego. Y si el tiempo está despejado, la vista abarcará todo el tramo de costa hasta las islas Berlengas. Un paseo vespertino por la playa y los muelles del puerto nos dispondrá de la mejor manera para una buena cena y un mejor descanso.

Etapa 4: Figueira da Foz - São Pedro de Moel (65 km)

La ruta de hoy comenzará cruzando el gigantesco y transitado puente sobre el río Mondego, llegará cerca de Carriço y nos llevará al Pinhal de Leiria. Este pinar fue plantado por el rey Don Dionís en el siglo XIV para proporcionar la madera esencial para la construcción naval.

Pedalearemos por pequeñas playas en un carril bici que atraviesa el inmenso pinar. Playas como Praia do Pedrogão, Praia da Vieira y la de São Pedro de Moel son oasis en este paisaje de pinares que cubre la extensión de las dunas. Antes de finalizar nos detendremos a contemplar los acantilados vigilados por el Faro de Penedo da Saudade. Y ya en San Pedro nos solazaremos en su gran playa resguardada del viento, ideal para la práctica de deportes, entre ellos el windsurf y el buceo.

Etapa 5: São Pedro de Moel - Óbidos (64 km)

Salimos de São Pedro de Moel y, pasando por la bonita playa de Paredes da Vitória, llegaremos a Nazaré, un tradicional pueblo de pescadores, muy famoso por su santuario mariano y especialmente por su cañón submarino que provoca olas de tamaño descomunal, ideales para surferos avezados.

Luego arribaremos a la bonita bahía de São Martinho do Porto y más adelante a Foz do Arelho, donde confluyen la laguna de Óbidos y el mar. Finalmente abandonaremos el océano para pedalear a lo largo de la hermosa y tranquila laguna. Y nuestra última parada será en el encantador pueblo de Óbidos, con sus casas blancas, que configuran uno de los ejemplos más perfectos de fortaleza medieval portuguesa. ¡Ah!, y no nos iremos sin degustar su proverbial chocolate.

Todo esto y mucho más está a vuestro alcance en la Costa da Prata, pues también podréis bailar en las fiestas y romerías populares, asistir a festivales, conciertos y espectáculos de calle, comprar artesanía en las ferias y mucho más. 

Estad atentos, eso sí,  a las sugerencias gastronómicas de vuestro guía, pues no hay nada como descansar un poco y recuperar energías. La proximidad del océano significa que en la Costa de la Plata podréis degustar el mejor marisco y el pescado más fresco. Y, claro, no puede faltar el omnipresente pastel de nata, la riquísima tarta de crema y hojaldre conocida en todo el mundo. Todo ello sin olvidaros de catar los vinos de las distintas regiones vitivinícolas por las que transitéis.

Menos mal que todavía quedan paraísos en los que perderse es un placer y desconectar un requisito, lugares en los que el mundo se para y la naturaleza fluye desde tiempos inmemoriales con la mirada en el infinito. Portugal: tan cerca, tan lejos.

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